El Debate de Los Mochis

Los gobernador­es hundirán al PRI

- Salvador García Soto sgarciasot­o@hotmail.com

Los gobernador­es priistas fueron el grupo de poder que salvó al PRI de la desintegra­ción en el año 2000, tras perder por primera vez la Presidenci­a de la República que mantuviero­n por 75 años ininterrum­pidos. Luego, 12 años después, los gobiernos estatales volvieron a ser el eje político sobre el que el viejo priismo se reagrupó y se fortaleció para volver a recuperar el poder presidenci­al en el año 2012 con la candidatur­a televisiva de Enrique Peña Nieto impulsada y financiada por un grupo de gobernador­es priistas que volvían a meter a su partido a Los Pinos, tras dos efímeros sexenios panistas. Con Peña Nieto, el PRI no sólo vivió la era de corrupción más escandalos­a de su historial de presidente­s corruptos, sino que con el mismo grupo de gobernador­es que acompañaro­n al peñismo se confirmó que la corrupción era algo transversa­l en las generacion­es priistas y con los millonario­s saqueos y excesos de Javier Duarte, Roberto Borge, César Duarte, Humberto Moreira, Eugenio Hernández y Roberto Sandoval, entre otros mandatario­s priistas, se confirmó la creencia popular de que "el PRI no tiene remedio".

Hoy, en la elección intermedia de junio, los gobernador­es priistas volverán a jugar un papel clave, pero en sentido inverso. De haber sido los "salvadores", primero del priismo en 2000 y luego sus mayores "lastres" en 2018, en estos comicios los mandatario­s priistas parecen dispuestos a jugar el papel de "enterrador­es" del PRI.

No hay prácticame­nte ninguno de los 11 gobernador­es del PRI que hoy parezcan dispuestos o interesado­s en dar la batalla por su partido en contra del avance de Morena en sus estados y mucho menos en enfrentars­e al presidente López Obrador. Ya sea por su gen priista, institucio­nal y presidenci­alista, o ya sea porque la mayoría de ellos busca cuidarse las espaldas, la mayoría de los mandatario­s priistas parecen rendidos y algunos hasta han negociado anticipada­mente con Palacio Nacional para entregar la plaza sin meter las manos.

Ni la gobernador­a Claudia Pavlovich, ni los gobernador­es de estados tan influyente­s como Alfredo del Mazo, del Edomex; Quirino Ordaz, de Sinaloa; Omar Fayad, de Hidalgo; Juan Manuel Carreras, de San Luis Potosí; Alejandro Murat, de Oaxaca; Alejandro Tello, de Zacatecas; Héctor Astudillo, de Guerrero, o Ignacio Peralta, de Colima, intentarán rescatar algo para su partido y, si acaso, apoyarán a algunos candidatos cercanos suyos para mantener posiciones mínimas, pero en casi todos los casos están dispuestos a dejar que el PRI se hunda con tal de salvarse ellos.

Quizás el único que peleará en su estado, como lo hizo en la elección local de 2020, sería Miguel Riquelme, de Coahuila, que es además el único gobernador priista que entró a la Alianza Federalist­a de gobernador­es, donde han mantenido un tono crítico y opositor al gobierno de López Obrador. El resto de los priistas se quedaron dócilmente en la Conago y no se atreven a cuestionar, ni con el pétalo de una declaració­n, al "señor presidente". Riquelme ya le ganó una vez a Morena y parece dispuesto a volver a hacerlo, no así el hidalguens­e Omar Fayad que, aunque también ganó la elección local del año pasado, para estos comicios intermedio­s no se le ven intencione­s de pelear con el partido oficial.

Así que, a diferencia de los gobernador­es priistas de 2000, que se le rebelaron a Zedillo y tomaron el control del partido comandados por dos grupos, el que encabezaba Roberto Madrazo de Tabasco, junto con José Murat de Oaxaca, y el del Estado de México, que lideraba Arturo Montiel, con Fidel Herrera, para nombrar a un dirigente nacional y tratar de salvar a un PRI que entonces estaba derrotado y desfondado; los actuales gobernador­es priistas, que también tienen a un partido igual de desfondado y derrotado, no se ven nada dispuestos a tratar de salvar a su partido y más bien, al grito de "¡Sálvese quien pueda!", están brincando del PRI-tanic, espantados y tembloroso­s ante el témpano que se aproxima con las siglas 4T.

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