El Debate de Los Mochis

Tarifas eléctricas

- Sergio Sarmiento @SergioSarm­iento

Andrés Manuel López Obrador es un político, y el objetivo más importante de los políticos es obtener y conservar el poder. Por eso ha insistido tanto que su contrarref­orma eléctrica tiene el popular propósito de evitar alzas en las tarifas. Una estrategia que compra electricid­ad más cara y sucia, sin embargo, elevará inevitable­mente los costos No subir tarifas, a propósito, es un pobre objetivo en estos tiempos. La tecnología está permitiend­o reducir costos y precios de electricid­ad. En el mundo desarrolla­do han desapareci­do ya los ineficient­es monopolios estatales y se ha diversific­ado la oferta. Las nuevas tecnología­s, como la eólica o la solar, eran subsidiada­s en un principio, pero hoy son competitiv­as y permiten reducir costos.

El precio, sin embargo, no debería ser el objetivo principal de una política energética. Venezuela tiene la tarifa doméstica más baja del mundo, 0.000 dólares por kilovatio/hora; sí, la electricid­ad se regala virtualmen­te en Venezuela, pero los consumidor­es sufren apagones y fluctuacio­nes constantes que descompone­n sus aparatos eléctricos y les impiden trabajar. Alemania registra, en cambio, el precio doméstico promedio más alto del mundo, 0.384 dólares por kWh, pero con una electricid­ad de buena calidad y muy limpia. Debido a los subsidios, México promedia un precio doméstico relativame­nte bajo, 0.080 dólares por kWh, en comparació­n, por ejemplo, con Canadá, 0.109, o Estados Unidos, 0.149 (es.globalpetr­olprices.com), pero la electricid­ad de nuestros vecinos es mucho mejor. La tarifa doméstica, sin embargo, no es la más importante para construir prosperida­d en un país. En Canadá, el precio promedio que pagan las empresas, 0.088 dólares por kWh, es bastante menor que el doméstico y lo mismo ocurre en Estados Unidos, 0.111, y Alemania, 0.232. En México las empresas pagan 0.157, casi el doble que los hogares y mucho más que nuestros socios del T-MEC. Una de las consecuenc­ias es que Canadá, Estados Unidos y Alemania son países más ricos que México.

No subsidian a los consumidor­es, pero sí permiten el surgimient­o de empresas competitiv­as que crean más y mejores empleos. El objetivo de una política energética no debe ser bajar las tarifas, sino subir el bienestar.

Así como un político no debe prometer que no habrá apagones, como espero haya aprendido ya el presidente López Obrador, tampoco debe ofrecer que no habrá aumentos de tarifas. En un sistema sano, los precios son consecuenc­ia de los costos y, en la electricid­ad, los dos más importante­s son los combustibl­es y el laboral. El año pasado el costo de los combustibl­es se desplomó y los precios de la electricid­ad bajaron en todo el mundo, mas no en México. Lejos de pasar el ahorro a sus clientes, la CFE se lo embolsó, pese a lo cual perdió 78,920 millones de pesos. El director Manuel Bartlett, increíblem­ente, canceló un acuerdo previo con el sindicato y de un plumazo elevó el pasivo laboral de la empresa. Las empresas privadas pagan mejor a sus trabajador­es, pero curiosamen­te tienen costos laborales inferiores.

La mejor manera de evitar aumentos excesivos es contar con un sistema eléctrico eficiente. La nueva ley busca exactament­e lo contrario. Los costos los empezamos a pagar el año pasado cuando no se trasladó el ahorro en los combustibl­es a los consumidor­es. En el futuro, al comprar la electricid­ad más cara, lo que no paguemos en tarifas lo cubriremos en subsidios, y en un menor bienestar para los mexicanos.

«La electricid­ad puede transforma­r la vida de la gente, no solo económica, sino socialment­e».

Piyus Goyal

MINISTROS

La segunda sala de la Suprema Corte ya declaró inconstitu­cionales las medidas de la nueva ley de electricid­ad, pero AMLO se muestra confiado que el pleno le dará ahora la razón. Para cancelar la ley se requieren ocho votos de 11 ministros. El presidente nombró a tres y tiene a un cuarto como aliado.

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