Alguien le debe una disculpa al PRI
Existe una contundente frase que a la clase política del Partido Revolucionario Institucional le gusta escuchar, o decirla, en su caso. “No se puede entender el México de hoy, sin la participación del PRI”. En esta frase desemboca toda la historia política de México en la que el PRI tuvo participación, desde las grandes instituciones producto de la exitosa política neoliberal en los años noventas, hasta los grandes errores del año dos mil a la fecha, donde a muchos actores de este partido les gustó enriquecerse con el dinero público.
Nadie puede cuestionar la grandeza que tiene este partido, la mística y la historia que han pasado por sus edificios, ni de los grandes personajes que dieron rumbo al México contemporáneo.
Por ello, en cada elección gran parte de la militancia tricolor busca ser parte de esa historia, que sus fotos adornen las galerías de expresidentes, exdiputados, exgobernadores.
Pero como diría Ben Parker, un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y el PRI no solo le da algunos el poder de marcar la historia, de gobernar o de ostentar un cargo de elección y de partido a sus cuadros políticos, sino también la responsabilidad de honrar la historia que este partido representa.
En honor a la militancia, en honor a los personajes que dejaron su vida por la construcción de un instituto del cual no pudiera entenderse el México de hoy, en honor a la gente que mantiene de pie todavía al PRI debe cada persona que busca un puesto de elección o una responsabilidad partidista dar lo mejor de sí.
No es el partido tricolor un outsourcing para llegar al poder, tampoco es un curso de verano para personas que vienen por temporada a ocupar espacios y retirarse, tampoco es materia prima para proyectos personales.
El PRI es más que eso, su misticismo merece respeto.
Sin embargo, de un tiempo a la fecha, pareciera ser que es muy fácil expropiar lo poco que tiene, se llena de amores cortoplacistas previo a las elecciones y posteriormente a ellas, cuando el resultado es adverso, ese amor termina, nadie se hace responsable, se termina la fiesta y nadie se queda a limpiar la casa.
En esta elección, y derivado del pésimo resultado que se obtuvo, alguien le debe una explicación, no se puede decir que simplemente no se ganó porque los otros fueron mejores. Sobre todo porque cuando se aspira a las posiciones se desgarran las vestiduras para representarlo, pero cuando no se obtienen los espacios buscados se olvidan de los colores.
Si así con la pasión y el ahínco con que buscaban una posición en el proceso electoral, ahora buscaran cómo reparar el daño que cada uno provocó, el partido no viviera el desgaste que ahora tiene.
Lastimosamente, no va a suceder así, ya se fueron sin dar explicaciones, sin disculparse por dejar mancillado a quien les dio minutos de fama. Ya volverán en tres años, cuando de nuevo el PRI oferte posiciones de poder y renazca el amor por el partido. Dice un viejo dicho que hay personas que solo se acercan al árbol cuando este da sombra, pocos se preocupan por regarlo, y siguiendo esta analogía ojalá que observen bien el follaje, porque pareciera que el árbol ya se está quedando sin hojas y si no se cuida a tiempo puede en cualquier momento secarse.
Nos vemos en la próxima.