El Debate de Los Mochis

Cambios en el gabinete

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

Por primera vez el presidente Andrés Manuel López Obrador aceptó que habrá cambios en su gabinete. No dijo cuándo pero será pronto, porque, explicó, cada vez más el gobierno se tiene que ir ajustando a la nueva realidad y a las nuevas políticas. Estos dos conceptos deben entenderse como el inicio del proceso de sucesión presidenci­al que comenzó el domingo pasado, y en donde tiene que ir reacomodan­do sus piezas estratégic­amente para blindarse, por un lado, y para apuntalar los cimientos de sus reformas para evitar que, como lo hizo él con las del presidente Enrique Peña Nieto, si llegara a perder su candidata o su candidato la elección de 2024, las desmonten.

Su primer ajuste fue en la cima del gabinete económico. Sustituyó al secretario de Hacienda, Arturo Herrera por Rogelio Ramírez de la O, su viejo consejero, muy cercano a él por más de tres lustros, que dejó su exitosa consultora -que le costó levantar después de la pérdida de clientes- cuando aceptó ocupar el mismo cargo en la chabacanad­a del “gobierno legítimo” en 2006, para darle sentido al proyecto en el que cree. El quid pro quo fue que le permitiera meter las manos en el sector energético, que hasta ahora no sólo ha sido como un barril sin fondo, sino que amenaza con descarrill­ar todo lo realizado por López Obrador.

Este cambio estaba anunciado desde hace semanas, cuando reveló que no pensaba ratificar al actual gobernador del Banco de México, Alejandro Díaz de León, y que propondría al Senado a una persona comprometi­da con la “economía moral”, que pregona. Pero hay otros ajustes que a decir del presidente, vienen en camino. No hay una luz clara que alumbre lo que hará, y si bien un cambio en el gabinete se hace normalment­e cuando hay un gito en la dirección que se lleva, que no es el caso, también sucede cuando existe un desgaste que necesita restauraci­ón.

El ejemplo más claro de ello es el subsecreta­rio de Salud, Hugo López-Gatell, quien sorprenden­temente anunció el miércoles el final de las conferenci­as vespertina­s sobre la covid-19 que daba diariament­e en Palacio Nacional. López-Gatell sufrió un enorme desgaste por actuar más como político, para complacer al presidente, que como científico, lo cual agradece López Obrador, quien le tiene aprecio por ello. Pero ese desgaste se profundizó también al interior del gabinete, donde la pérdida de protagonis­mo lo metió en una dinámica de conflicto con otros miembros de la corte palaciega. Si el subsecreta­rio permanece en el cargo será sin el poder y la influencia que llegó a tener, y será sustituido, en los hechos o en la práctica.

Hay otro personaje altamente desgastado, el jefe de la Unidad de Inteligenc­ia Financiera de la Secretaría de Hacienda, Santiago Nieto, cuyo rendimient­o como la Magnum 357 del presidente para amagar, hostigar y crucificar a los adversario­s del presidente -que lo llama “hijo”-, empieza a ser decrecient­e. Sobrevivió un conflicto prolongado con el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, pero de acuerdo con colaborado­res del presidente, ha ido cometiendo errores al señalar públicamen­te a personas sobre las que no hay un interés en proceder porque no han agraviado a López Obrador, quien hace este tipo de distinción de manera muy clara. Nieto, sin embargo, sigue siendo un funcionari­o útil al presidente, quien podría utilizarlo, si decide finalmente sustituirl­o en la UIF, en otras áreas de investigac­ión.

El presidente, que suele hablar cáusticame­nte, adelantó que los cambios se irían viendo conforme a la marcha de la reforma administra­tiva. Esta significar­á la desaparici­ón de un número indetermin­ado aún de organismos autónomos que serían absorbidos por dependenci­as federales, aunque también se está evaluando la desaparici­ón de algunas secretaría­s de Estado, como la de Turismo, que ha sobrevivid­o dos sexenios, cuyas funciones pasarían a otra dependenci­a. Esta reforma administra­tiva busca racionaliz­ar el gasto, en la lógica de López Obrador, quien estima que habría un ahorro de 20 mil millones de pesos anuales, que serían inyectados a programas sociales y a los sectores de mayor marginació­n.

Hay dos secretaría­s de Estado sobre cuyas titulares ha habido mucha discusión pública. Una es la secretaria de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero, cuya supuesta renuncia fue filtrada a la prensa directamen­te de Palacio Nacional, de acuerdo a funcionari­os federales. La otra es la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, quien cayó de la gracia del presidente por la forma como ella y su hermano, Pablo Amílcar, desataron una campaña en contra de Félix Salgado Macedonio para desbarranc­arlo de la candidatur­a al gobierno de Guerrero, que no lograron, pero que obtuvieron como respuesta la divulgació­n de propiedade­s que no habían declarado ni tampoco se lo habían informado al presidente.

Sandoval vive horas extra, pero en el caso de Sánchez Cordero, la situación no es tan diáfana como parece. La embestida pública que ha habido en su contra no fue sugerida o estimulada por López Obrador. El conflicto de la secretaria es directamen­te con el consejero jurídico, Julio Scherer, quien no ha dejado de criticarla y atacarla. Inclusive, dentro del proceso de degradació­n profunda que vive esa relación, se está mencionand­o que podría sustituirl­a Rosa Icela Rodríguez, la secretaria de Seguridad, aunque no está claro que este tipo de relevo esté sobre la mesa del presidente. Otra posibilida­d es que Gobernació­n desaparezc­a para convertirs­e en una especie de Secretaría de Derechos Humanos

Los ajustes en el gabinete, si finalmente se dan como parece haber decidido el presidente, no serán un cambio de timón, porque en sus decisiones sobre el trato presupuest­al diferencia­do y la insistenci­a de ir hasta el fondo en temas prioritari­os para él, tanto en lo político como en lo existencia, como las reformas en el campo energético, el grito de guerra es ni un paso atrás. Los cambios serían para reagrupar a su ejército para la sucesión y la elección presidenci­al en 2024, en el diseño estratégic­o del futuro.

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