¿Nos ayudamos? Actitud y valor
En días recientes tuve la oportunidad de leer el documento titulado Lineamientos operativos de los Centros Comunitarios de Aprendizaje (CCA) en Sinaloa para el
ciclo escolar actual, 2020-21, publicado por la Secretaría de Educación Pública y Cultura (SEPyC). En este se reconoce que en los últimos ciclos escolares, y debido a la pandemia por covid-19, ha ido en aumento el índice de alumnas y alumnos que poco a poco se han desvinculado de sus procesos educativos, con el correspondiente efecto no deseado de bajas escolares; el impacto de la pandemia en las familias ha sido diverso, lo que es común es la vulnerabilidad social. En este sentido, y como lo he planteado en publicaciones previas, es fundamental la reflexión de todos como sociedad y comunidad educativa para implementar con responsabilidad esta estrategia, con apego a las directrices de la Secretaría de Salud. La activación de los CCA es una estrategia para la atención diferenciada de alumnas y alumnos que más lo necesitan porque presentan condiciones de desventaja en su avance académico, en el ámbito socioemocional, o que han enfrentado dificultades para establecer una comunicación con sus profesoras o profesores. No se trata de una clase de jornada regular, sino de asesorías de 2 horas durante algunos días de la semana para grupos de 9 personas, alternando una semana sí y otra no. Esto ha implicado una importante organización que convoca la participación voluntaria y corresponsable de padres de familia, docentes, directivos y demás colaboradores de cada plantel, porque la finalidad es brindar una mejor oportunidad de aprendizaje sin comprometer la salud de niñas, niños, adolescentes y jóvenes. En congruencia con ello, se activan los CCA en las escuelas ubicadas en localidades que se encuentran en color “amarillo”
o “verde” -según el semáforo epidemiológico-.
Desde la comprensión de la vulnerabilidad social, el énfasis en las asesorías está en la situación socioemocional de alumnas y alumnos, por sus posibles manifestaciones de ansiedad y estrés como resultado del confinamiento y, en algunos casos, por la pérdida de familiares o personas cercanas. En las primeras sesiones se lleva a cabo un diagnóstico de su estado socioemocional, y se desarrollan actividades que favorecen su bienestar y los preparen para las actividades académicas. La profesora o profesor a cargo de cada grupo es quien lleva a cabo esta valoración, identificando si en el transcurso de las sesiones presentan una mejoría, siguen igual, o incluso si empeoran en su situación socioemocional.
En conversación con estudiantes de maestría que son directivas y docentes en escuelas de educación básica y media superior, tuve la oportunidad de constatar que en sesiones de
Consejo Técnico Escolar se ha propiciado la reflexión en relación con el estado socioemocional de las y los profesores, dado su papel central en el aula al implementar la estrategia de CCA, con énfasis en la resiliencia y empatía.
Conversé también con colegas de otras latitudes sobre la necesidad de favorecer la reflexión colegiada entre docentes en relación con el tema. Valoramos que el regreso a la escuela de la nueva normalidad en diversos países latinoamericanos ha convocado a profesoras y profesores a comprender y movilizar sus habilidades socioemocionales porque son las personas adultas a cargo de menores de edad. Alumnas y alumnos necesitan encontrar en las personas adultas un modelo actitudinal de empatía, confianza, respeto, escucha afectiva y demás actitudes y valores, quizá más fortalecido que los modelos en casa. Es tremendo el desafío. Vinculado con ello, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE), junto con la UNESCO, han favorecido la reflexión sobre la educación a nivel internacional, lanzando el proyecto Educación 2030, cuyo énfasis es la articulación de competencias que, tanto estudiantes como docentes, requieren desarrollar de cara al futuro para aprender a vivir responsablemente en el mundo por venir. Las competencias son entendidas como la movilización de saberes ante circunstancias particulares y se demuestran en la acción, es decir, cuando la persona es congruente con lo que piensa, dice, es y hace, porque se entrelaza simultáneamente las diversas dimensiones: conocimientos, habilidades, actitudes y valores. Profesores y profesoras, alumnos y alumnas pueden conocer cada vez más y mejor, lograr tanto conocimientos generales como específicos. También pueden desarrollar sus habilidades, tanto cognitivas (aprender), metacognitivas (aprender a pensar), como sociales y emocionales (aprender a ser y a convivir). En particular, pueden desarrollar sus habilidades socioemocionales cuando ponen en práctica sus actitudes y valores, cuando exploran, experimentan, reflexionan y dialogan sobre ello, para comprender el sentido y significado de eso que han vivido, de sus experiencias. De hecho, el documento revisado de la OCDE sobre el Futuro de la Educación 2030 (disponible en https://www.oecd.org/education/2030-project/), convoca a las y los alumnos, así como a las y los docentes a desarrollar sus competencias sociales y emocionales, cuyo desglose en actitudes y valores es el siguiente: Regulación emocional (resistencia al estrés, optimismo, control emocional), Colaboración (empatía, confianza, cooperación), Mentalidad abierta (curiosidad, tolerancia, creatividad), Relación con los demás (sociabilidad, asertividad, energía) y Realización de tareas (motivación por lograr resultados, responsabilidad, autocontrol, perseverancia).
Las actitudes se entienden como la disposición de cada persona en relación con algo, sea una cosa, persona, situación, idea, y que está condicionada por sus creencias, sentimientos, motivaciones, personalidad. Mientras que los valores son entendidos como las elecciones que hace cada persona en relación con la importancia que le otorga a ese algo, sea una cosa, comportamiento, situación, con base en criterios o principios para decidir si eso es bueno o deseable, o si es indeseable; en esta valoración toma en cuenta sus creencias, conductas y acciones.
Como comunidad educativa estamos convocados a movilizar nuestras actitudes y valores. Cuando avanzamos en nuestro ser, en nuestra forma de colaborar y convivir, movilizamos nuestro pensamiento, aprendemos a pensar mejor, aprendemos a discernir, aprendemos a aprender. A fin de cuentas, si nuestra actitud hacia el aprendizaje es positiva, si valoramos lo que hemos aprendido durante el tiempo de pandemia, es mucho más probable que comprendamos lo que nos ofrece cada situación en cada contexto (casa, escuela, trabajo, etc.). El énfasis está, sin lugar a duda, en las actitudes y valores, así que, ¿nos ayudamos?