Hay un antes y un después de la pandemia covid-19
Antes de la pandemia era una constante de familias migrantes en grupos pequeños, una o dos familias por semana, así fue desde 2017 hasta el inicio de la pandemia. “Se puede hablar de un antes y un después” respecto a la pandemia. “Hemos visto una reducción bastante considerable de migrantes. Las causas todavía no son del todo claras”. “Tuvimos dos meses donde literalmente no llegaba nadie”, pero “por diciembre y enero empiezan a llegar grupos grandes, de cuatro o cinco familias”. Cuenta que hace dos meses llegó de golpe un grupo de 23 personas, en familias. Así como el grupo de 14 migrantes hondureños, conformado por nueve adultos y cinco niños. Tal entrada de grupos grandes ocurría muy pocas veces antes de la pandemia. “Es un fenómeno que lo hemos visto repetido unas tres o cuatro veces”. Sobre el territorio que antes era de la Casa del Migrante,
Juan Manuel comenta: “Nosotros nos mantenemos de la generosidad de los fieles parroquianos de la iglesia Del Carmen”, y con el surgimiento de la pandemia esto se vio afectado, como un “efecto dominó”, donde “deja de ir la gente o se reduce mucho la cantidad de los fieles en la misa y, consecuentemente, deja de entrar ese dinero, destinado en parte al funcionamiento de esta
Casa. Se nos venía dificultando muchísimo mantener esa área”.
Menciona que ahí había tres cuartos, un comedor grande, cocina, baños, “era la mayor parte del territorio”. Informa que el terreno de la Casa del Migrante se encuentra arrendado, dividido en dos partes, la parte actual y el sector más amplio: “aquella parte ya no pudimos”. Confirma que la mayoría de migrantes que han recibido son procedentes de Honduras. Cuando se le preguntó sobre la presencia de niños no acompañados, que viajaban sin sus padres, Juan Manuel respondió de forma tajante que eso no sucedía, asegura que no existe ese fenómeno, de acuerdo con su experiencia y con la comunicación que tiene con otras
Casas del Migrante administradas por la Iglesia, y señala que son las autoridades migratorias estadounidenses quienes separan a los niños de sus padres. “Se nos hace bastante sospechosa esa narrativa”, concluye.
Jesús Manuel Flores confirma que los únicos menores de edad que han acudido solos son adolescentes de 16 y 17 años, que generalmente se agrupan con otros adultos. En cuanto a la ayuda que se le da al migrante, comenta que, de entrada, “se les proporciona calma y seguridad. Si no le das seguridad al migrante, él no va a acceder a nada. El camino está peligrosísimo, más los que se vienen en tren”. Labor que él desempeña, ya que es psicólogo de profesión. Detalla que se lleva un registro de los visitantes de la Casa “cuidamos el área legal. Ellos firman voluntariamente”. En cuanto a los apoyos materiales: “les damos ropa, zapatos, la atención que una persona debe de tener dignamente”. Les ofrecen un lugar donde descansar para que continúen su camino. Platica que anteriormente se les daba alimento, “les damos desayuno y comida en la parroquia Del Carmen. Las personas que viajan necesitan mucha fuerza física, que estén bien alimentados”.
“Tuvimos dos meses donde literalmente no llegaba nadie. Por diciembre y enero empiezan a llegar grupos grandes”