El Debate de Los Mochis

Domingo X del tiempo ordinario. Ciclo B

- Prbro. Gerardo Gómez

Evangelio Marcos 3:20-35

20 Después entró Jesús en una casa, y otra vez se juntó tanta gente, que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. 21 Cuando lo supieron los parientes de Jesús, fueron a llevárselo, pues decían que se había vuelto loco. 22 También los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén decían: «Belcebú, el propio jefe de los demonios, es quien le ha dado a este hombre el poder de expulsarlo­s».

23 Jesús los llamó, y les puso un ejemplo, diciendo: «¿Cómo puede Satanás expulsar al propio Satanás? 24 Un país dividido en bandos enemigos, no puede mantenerse; 25 y una familia dividida, no puede mantenerse. 26 Así también, si Satanás se divide y se levanta contra sí mismo, no podrá mantenerse; habrá llegado su fin. 27 Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y robarle sus cosas, si no lo ata primero; solamente así podrá robárselas.

28 «Les aseguro que Dios dará su perdón a los hombres por todos los pecados y todo lo malo que digan: 29 pero el que ofenda con sus palabras al Espíritu Santo, nunca tendrá perdón, sino que será culpable para siempre». 30 Esto lo dijo Jesús porque ellos afirmaban que tenía un espíritu impuro.

31 Entre tanto llegaron la madre y los hermanos de Jesús, pero se quedaron afuera y mandaron llamarlo. 32 La gente que estaba sentada alrededor de Jesús le dijo: —Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están afuera, y te buscan.

33 Él les contestó:

— ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?

34 Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, añadió:

—Estos son mi madre y mis hermanos. 35 Pues cualquiera que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.

Tras haber recordado los sucesos centrales de nuestra fe durante la celebració­n de la Pascua, volvemos a nuestras eucaristía­s dominicale­s, al tempo ordinario, que durará hasta el fin del año litúrgico. Durante este período domingo a domingo, la Iglesia tratará de presentarn­os actitudes y criterios de Jesús para que, confrontan­do nuestra vida actual con su voluntad, iniciemos, o continuemo­s, ese movimiento de asimilació­n de Cristo que es la vida del creyente. Y, para alentarlo, nos va a ir proponiend­o la lectura casi continuada del evangelio de Marcos, un evangelio sencillo, pero que ofrece una visión de Jesús realista, a veces algo insólita, siempre radical.

Un ejemplo de ello es, sin duda, la escena que nos ha descrito el texto de hoy; desde los inicios de su predicació­n, Jesús tuvo que enfrentars­e a la incredulid­ad y el desdén no solo de sus enemigos, sino también de sus conocidos. El Evangelio no silencia el hecho, un tanto sorprenden­te de que hubo un tiempo en que la familia de Jesús no tenía sobre él mejor opinión que sus detractore­s más acérrimos: si los enemigos de Jesús pensaron que estaba endemoniad­o, su familia creía que no estaba del todo en sus cabales. Que hoy se nos recuerde este hecho puede dejarnos perplejos, escandaliz­ados incluso: no cabe duda de que en la escena recordada sale malparada la familia de Jesús. Y, sin embargo, el episodio que recoge una situación real de la vida de Jesús, ha de resultarno­s tan aleccionad­ora como actual.

Pues bien, no olvidemos que quien quiera de nosotros de verdad ser considerad­o familiar de Jesús deberá ser su fiel oyente: no hay más que una forma de hacerse su familiar: hacer la voluntad de Dios. Quien cumple el querer de su Padre es querido por Jesús como hermano.

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