Volver al pasado
Agustín Galván elduendecallejero@gmail.com
Hace años, en los albores de la década de los noventa, un entonces joven cineasta apareció y tomó a todos por sorpresa.
Se dio a conocer en festivales de cine. Fue no solo acumulando premios, sino loas por parte de la crítica y hasta se ganó el reconocimiento del público. Incluso un entonces adorado productor hollywoodense llamado Harvey Weinstein decidió darle algo que, aparentemente, no le ha dado a ningún otro realizador que cobijó: libertad creativa.
Ese cineasta es Quentin Tarantino, y lo que provocó tras el estreno de Perros de Reserva en el festival de Sundance de 1992 fue un sismo que cimbró a todo el mundo cinematográfico. Lo digo así porque de inmediato se comenzó a “buscar” al Tarantino neozelandés (Lee Tamahori), o al coreano (¿Bong Joonho?), y así hasta que llegamos a una Inglaterra de finales de esa “rocambolesca” década y conocemos al “Tarantino inglés”: Guy Ritchie (1968, Hatfield). Fueron sus dos primeras cintas: Juegos, trampas y dos armas humeantes (1998) y Cerdos y diamantes (2000) los que le “ganaron” ese título. Ambas cintas cuentan historias de varios personajes inmersos en el bajo mundo inglés. Historias que inician disgregadas pero que van enredándose poco a poco. Y esos personajes escupen diálogos irreverentes, cargados de referencias pop. Ambas tuvieron, por cierto, como protagonista a un exnadador profesional y bailarín llamado Jason Statham. Podría decirse que fue con esa dupla que nacieron dos carreras: la del recio actor especializado en tipos duros y carismáticos, y la de un cineasta que poco a poco fue industrializándose más y más.
Cada carrera corrió paralela, cruzándose brevemente en el 2005 por culpa de la cinta Revólver.
Sin embargo, en este también “rocambolesco” 2021, la dupla Statham-Ritchie agrega un cuarto título a sus currículos comunes con Justicia Implacable (genérico título para el más alegórico: Wrath of Man), remake de la cinta francesa Le Convoyeur, del 2004, dirigida y coescrita por Nicolas Boukhrief, con guion de Éric Besnard.
Ritchie, que según los créditos de la coproducción norteamericana e inglesa, se encargó de reinterpretar el guion de Besnard y Boukhrief; se muestra más interesado por volver a esa primera etapa en la que lo conocían como “el Tarantino inglés” que en dotar de lógica a la trama en la que un silencioso hombre solo conocido como H (Statham), es contratado como guardia de seguridad de una empresa encargada de transportar valores. Y como Ritchie decide contar esta historia brincando del pasado al presente y así enredar todo lo suficiente como parecer interesante; poco se puede decir sin revelar detalles importantes. Solo diré que Ritchie no defrauda en cuanto a utilizar todos los recursos visuales y sonoros para armar una serie de secuencias de acción efectivas, y que Statham está a la altura de esos roles que lo hicieron famoso. Sin embargo, fuera de eso, con esas vueltas de tuerca forzadas y esa galería de secundarios que solo están ahí para aparecer y desaparecer porque sí; pues estamos ante una cinta de acción que nos remite a aquellas de los años 90 que, caray, iban directamente a DVD o a la televisión. Y, bueno, eso no tiene nada de malo, la verdad.