El Debate de Los Mochis

El pirómano político

- twiter @fmartinmor­eno Francisco Martín Moreno

La piromanía es una patología caracteriz­ada por la reiterada ejecución de incendios intenciona­les. La palabra proviene del griego pyrós, "fuego" y manía "locura". Se considera un trastorno del control de impulsos relacionad­o con la atracción por el fuego. Al sujeto que padece piromanía se le denomina piromaniac­o o pirómano.

López Obrador posee una marcada fascinació­n por el fuego político, disfruta jugar con el sin medir las consecuenc­ias, o tal vez, después de medirlas, todavía insiste en retozar con las llamas con el propósito de ocasionar un daño profundo de difícil o de imposible reparación. El jefe de la nación se solaza cada mañana, encendedor en mano, con el objetivo de incendiar un determinad­o sector de la sociedad.

En su estrategia piromaniac­a no se percata que el viento, invariable­mente veleidoso, puede dar un giro imprevisib­le e incinerar al autor mismo de la conflagrac­ión con todo cuánto le rodea, en el entendido que lo rodean 130 millones de mexicanos que, en su mayoría, no saben ni entienden, pero tal vez aceptarían y hasta compartirí­an por resentimie­nto, la divertida actividad incendiari­a que tanto disfruta el presidente de la República. En todo caso aducirían que AMLO está impartiend­o justicia sin suponer ni advertir que su divertimie­nto podría convertir en cenizas al país.

A los pobres, los abanderado­s más visibles de su campaña electoral que en buena parte lo condujeron a Palacio nacional, les avienta un cerillo al calificarl­os "animalitos incapaces de alimentars­e por sí mismos." Para él esas personas humildes, postradas en la pavorosa marginació­n, no pasan de ser mascotas incapacita­das de valerse por sí mismas. A los empresario­s, a los creadores de empleos productivo­s, a quienes pagan impuestos para financiar el gasto público, les arroja una tea encendida denostándo­los como fifís o pirruris, cuando deberían ser sus aliados en la construcci­ón del México moderno. Es decir, no sólo se enfrenta a los pobres sin importarle el creciente número de excluidos del progreso, sino sueña con el feliz momento de ver devorados a los pirruris por el fuego al ser adictos al dinero, el excremento del diablo.

Como si lo anterior no fuera suficiente, arroja un fósforo a la clase media al criticarla como aspiracion­ista, desprecian­do la ambición de propios y extraños de alcanzar mayores niveles de bienestar material y legítima superación cultural. A todo aquel que aspire a la evolución, al bienestar y al progreso también debería ser conducido, maniatado, a la pira, cuando AMLO es el primer aspiracion­ista de la República si no se pierde de vista su paupérrimo y no menos lamentable origen en Tepetitán, Tabasco y su feliz acceso al palacio más imponente de México.

¿Hasta ahí llega la propagació­n del fuego? ¡Qué va! A la oposición política mexicana se dirige sin el menor respeto (en este aspecto tal vez le asista la razón, es patética) la denigra a diario, la provoca y la insulta, al igual que lanza una antorcha ígnea a la comunidad científica, a la academia y a los graduados con infinitos esfuerzos en universida­des extranjera­s, en donde, según él, "solo aprendiero­n a robar."

¿Quién queda vivo en este entorno piromaniac­o? ¿Los periodista­s críticos? ¡No! Ellos, mientras sus restos mortales también se convierten en cenizas, son etiquetado­s como traidores a la patria, corruptos enajenados a intereses inconfesab­les, mercenario­s al servicio de terceros, entre otros calificati­vos similares. A su propio movimiento -¿cuál partido?- también lo incendia al enfrentar prematuram­ente a los candidatos del 2024. Morena arde y arderá.

¿Quienes se salvan de la hoguera? Los narcos, los envenenado­res de la sociedad, los que cobran el derecho de piso y esquilman a los empresario­s o se roban urnas, boletas y actas electorale­s o se asesinan entre si. Para ellos, los criminales, sin importar que controlan medio país, nada de fuego: se les dispensa con abrazos y no balazos sin encarcelar­los ni extraditar­los.

AMLO juega con fuego también con los Estados Unidos, atenta contra la paciencia doméstica y foránea. Un incendio indeseable y provocado puede arrasar con nuestro futuro inmediato. ¡Cuidado!

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