TikTok: peligroso contenido que está abriendo una caja de Pandora
La aparición y penetración de las redes sociales (Myspace, Linkedin, YouTube, Facebook, WhatsApp, Twitter, Instagram, Etc.), no solo vinieron a cambiar las formas de interacción social entre los jóvenes, sino que actualmente se erigen como una especie de tutores, los cuales están “educando” y “formando” a las nuevas generaciones al condensar en formatos accesibles la información que estos reciben, misma que es asimilada como un referente paradigmático que va moldeando sus conductas.
Estas aplicaciones no han estado exentas de controversias, las cuales han terminado inclusive en litigios legales por el contenido e impacto social que poseen. De hecho, en los últimos días ha arreciado la polémica sobre algunas de estas redes, tal es el caso de Facebook, donde su fundador, Mark Zuckerberg, ha sido obligado a salir al paso y encarar a diversas organizaciones de activistas que lo acusan de priorizar las ganancias económicas sin importar la calidad de lo que se difunde. Incluso, hace escasas dos semanas se suscitó en el Senado de los EU la comparecencia de Frances Haugen, una extrabajadora de Facebook quien filtró a la prensa (The Wall Street Journal) una serie de archivos secretos de esa empresa, en los cuales se evidencia cómo es que ese gigante corporativo posee conocimiento de los efectos de la desinformación que generan sus plataformas, siendo Instagram una de las cuales se presume genera una mayor afectación, sobre todo en los menores de edad. A final de cuentas, todo esto es quizá lo que menos le importa a Zuckerberg, quien parece haber sucumbido ante la seducción del dinero y en sus últimas declaraciones solo se limitó a hablar de la caída de sus redes el pasado lunes 4 de octubre, la cual para darnos una idea de su impacto, se estima afectó a casi 3 mil quinientos millones de usuarios y dejó pérdidas en Wall Street que redujeron la fortuna de este joven magnate por arriba de los 5.900 millones de dólares… y eso que el colapso cibernético duró solo seis horas.
Pero en fin, volviendo al tema de TikTok, la última de las redes sociales que han emergido con una avasalladora penetración social (principalmente en los segmentos infantil y juvenil), es pertinente recordar que también se ha visto envuelta en una serie de controversias que van desde ser una supuesta arma tecnológica de China para el espionaje geopolítico, hasta las demandas millonarias por el robo de datos personales y la violación a la privacidad de menores de edad.
El enorme impacto de esta red social ha logrado suscribir actualmente a más de 900 millones de usuarios, quienes se encuentran activos mensualmente con una conexión promedio de 52 minutos al día, siendo su mercado dominado por niños y jóvenes de entre los 12 y 24 años de edad. Ante esta realidad, lo más delicado estriba en la tergiversación que ha sufrido el contenido de sus videos e imágenes, donde la ingenuidad con la que inició ha ido pervirtiéndose en aras de conseguir más vistas y seguidores que puedan redituar popularidad social y ganancias económicas.
Es así entonces que más allá de la acalorada polémica sobre la forma en que esta red social está recopilando datos de sus usuarios a través de la permanente y repetitiva interacción, sistematizando con ello preferencias y patrones de conducta cuyo uso se teme pueda ser usado más allá de lo estrictamente comercial; hay en estos momentos otra creciente preocupación que debe ocupar a todo padre de familia, quienes en muchas ocasiones desconocen los alcances que tienen las apariciones que hacen sus hijos en TikTok, donde llegan a los extremos con tal de no verse marginados de aquello que está de moda. Y es que una cosa es ver un video donde, en un minuto máximo, aparece alguien haciendo un baile, contando una historia o haciendo una broma inocente, y otra diametralmente opuesta y peligrosa es que en dichos videos se recurra a retos peligrosos y sin sentido, o bien a contenidos de carácter nocivo o sexual que evidencian una ausencia total de valores.
De este modo, ante la permisividad de esta red social (cuyos algoritmos tienden además a propagar contenido con una elevada carga sexual) y el aparente vacío de autoridad por parte de los padres, estamos ante un escenario de inimaginables consecuencias que podría traer consigo el haber abierto esta caja de Pandora, donde la frivolidad envuelve los sueños y aspiraciones de los jóvenes, donde la vulgaridad corrompe la inocencia infantil y donde se juega o se bromea con actos deleznables e inmorales que suelen ser un imán para esos pedófilos y tratantes de personas que están al acecho con el ciberacoso (conocido por el anglicismo de grooming).
Es verdad, no podemos ir contracorriente y tratar de detener la penetración de las redes sociales, es más, hay que reconocerlo, todos somos presas fáciles de ellas, pero lo que sí se puede lograr es darles un uso responsable y estar al pendiente para que nuestros niños y jóvenes puedan interactuar con libertad y acorde a su edad. Una interacción pues que les permita expresarse sí, pero que esta sea tan sensible como para proteger a los menores, tan responsable como para no incitar al consumos de alcohol, al vulgar “perreo” o a la apología de la narcocultura, y por último, tan informada como para evitar que todo en el plano sexual sea abordado con superficialidad o como un tabú prejuicioso que debe romperse.