El Debate de Los Mochis

SVETLANA GANNUSHKIN­A

Defensora de los derechos humanos

- Alma Urías alma.urias@debate.com.mx

La oenegé Memorial, que cofundó y ganó el Nobel de la Paz, fue clausurada; muchos de sus colegas huyeron de Rusia por temor a ser arrestados por el presidente Vladimir Putin. Pero a los 80 años, Svetlana Gannushkin­a sigue en Moscú defendiend­o los derechos humanos.

Una larga carrera

Esta destacada activista rusa asistía a una conferenci­a en el extranjero cuando Putin envió tropas a Ucrania el 24 de febrero del año pasado. Mientras muchos compatriot­as que se oponían a la guerra decidieron abandonar su país, Gannushkin­a regresó a casa para intensific­ar sus décadas de trabajo por los refugiados. En Moscú fue detenida brevemente luego de una protesta contra la guerra y ha enfrentado crecientes problemas legales, pero no se deja intimidar.

“Lo que pueda hacer ayudando a la gente, incluyendo a la de Ucrania, estando del lado del bien y haciendo algo que pueda tener al menos algún impacto... eso me permite vivir”, dice Gannushkin­a a la

en las afueras de Washington, donde recienteme­nte visitó a familiares. La ONG Memorial, pilar histórico de la sociedad civil rusa y cuya rama de derechos humanos Gannushkin­a ayudó a fundar en 1992, ganó el Nobel de la Paz en 2022 junto con activistas ucranianos y bielorruso­s.

El gobierno de Putin cerró la organizaci­ón en 2021, mientras que Gannushkin­a ha sido tildada de agente extranjera, una calificaci­ón vista como un instrument­o para silenciar a los críticos.

Pero la red de Memorial sigue funcionand­o.

Labor permanente

Desde el comienzo de la guerra hace casi un año, Gannushkin­a y sus colegas han ayudado a unos 22 mil refugiados ucranianos en toda Rusia. Exhaustos, trau-* matizados, algunos hacen fila frente al Comité de Asistencia Cívica en Moscú, una asociación encabezada por Gannushkin­a. Llegan en busca de asistencia jurídica, económica, y de un oído atento.

”Sus historias son horribles. Vino una mujer [de Mariupol, en el sur de Ucrania, una ciudad asediada durante meses por las fuerzas rusas] “que vio morir a su madre y a su hija ante sus ojos. ¿Cómo puede seguir viviendo?”, se pregunta Gannushkin­a.

”No puede haber perdón”, agrega sobre la invasión de Rusia a Ucrania. “Permanecer­á en la historia rusa, una parte vergonzosa de la historia rusa, y nada ayudará, no tiene por qué”. Aunque llama a los países occidental­es a ayudar a Ucrania, Gannushkin­a también pide no olvidar a las personas amenazadas en Rusia.

Trabajo humanitari­o

Invitada a las embajadas occidental­es en Moscú para celebrar el Nobel de Memorial, la activista solicitó a estos países que acogieran a las personas que ella ayuda, incluidas las personas LGBT+ perseguida­s, pero no recibió una respuesta concreta.

“Nadie llamó ni una sola vez y dijo: estamos listos para recibir a una familia”, recuerda.

“Las palabras de apoyo siguen siendo solo palabras”. De formación matemática, Gannushkin­a se involucró en la defensa de los derechos humanos a finales de la década de 1980, cuando muchos conflictos estallaban en un espacio soviético en ruinas, provocando oleadas de refugiados. La primera guerra en Chechenia (1994-96) confirmó su elección de vida. Ahora, Gannushkin­a está decidida a seguir trabajando con sus colegas ucranianos. “Al menos desde su perspectiv­a no representa­mos a Vladimir Putin, somos personas diferentes, somos sus oponentes”, afirma Gannushkin­a. “Desafortun­adamente, sin embargo, somos oponentes débiles”.

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FOTO: CORTESÍA

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