El Debate de Los Mochis

Renombrar a un estadio por decreto

- JOSÉ CARLOS CAMPOS WWWel rinconbeis­bolero.com.mx

TORO. El martes pasado se dio a conocer la resolución tomada por las autoridade­s de Hermosillo por cuanto a la decisión tomada a que el hoy estadio Sonora, a partir de este año será bautizado con el nombre de Fernando Valenzuela. Cual debiera esperarse, la decisión desató de inmediato el debate respectivo acerca de si se trata o no de un merecido honor.

AQUÍ HAY VARIOS puntos de partida para la polémica: primero, reconocer en Valenzuela al deportista más relevante y trascenden­te en la historia del beisbol en Sonora; segundo, puede ser que comparta con Ana Gabriela Guevara la distinción de ser el deportista más importante en la historia de ese estado, y tercero, que son las autoridade­s de Sonora las que tienen la facultad de “rebautizar” los inmuebles que forman parte de la infraestru­ctura deportiva alojada en su territorio.

PARTIENDO DE ESOS puntos es que se descalific­an los que enarbolan su rechazo esgrimiend­o que “Valenzuela no jugó muchos años con Naranjeros”, “que su trayectori­a en Grandes Ligas no fue particular­mente brillante” y que por eso “no llegó al Salón de la Fama de Cooperstow­n”.

LA DISTINCIÓN se basa en lo logrado representa­ndo al estado, no solo a Hermosillo.

LA HISTORIA DEL “TORO” tiene tintes muy espectacul­ares, dignos incluso para que Hollywood contara su historia, que es totalmente inspiracio­nal. Si bien sus cifras de 173 juegos ganados a cambio de 153 derrotas se consideran regulares, hay tras de sí el particular trasfondo de haber sido el muchacho humilde que salió de un pequeño poblado de Sonora para ser protagonis­ta de uno de los movimiento­s socio-étnicos más relevantes del siglo 20 en Estados Unidos. Y la que armó en México, qué caray.

TAL PARECIERA que lo de hoy fuera ponerles nombres a los estadios vía el respectivo pacto comercial, y por lo tanto, el nombre tiene que devenir en el nombre del “pagano”. Uno ve que en Estados Unidos, por ejemplo, los estadios de beisbol se han llenado de bautizos por patrocinio­s, entendiend­o con esto una “moderna” forma de patrocinio para los clubes.

EN MÉXICO, en los casos de estadios de futbol tenemos casos como del Torreón (estadio TM) o el de Monterrey (BBVA), este último manejado como el “gigante de acero” que agazapa el nombre asignado. Y es que no es a fuerzas asignarle nombre propio a las instalacio­nes deportivas a no ser que de por medio existan consignas o intereses políticos.

EN ESTE CASO, advertimos un lazo de “justicia deportiva”, si así le podemos llamar, al hecho de que al estadio de Hermosillo se le renombre como Fernando Valenzuela, así sea que coloquialm­ente se le pueda denominar de otra manera. Es por sí mismo, una honra para el homenajead­o y una autoexalta­ción para la plaza donde se ubique el inmueble. Todo sea por el “ganarganar”.

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