El Debate de Los Mochis

El juicio contra México

- RAYMUNDO RIVA PALACIO rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

Por la Corte del Distrito Este de Brooklyn, donde se celebra el juicio Zambada en contra del ex secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, han desfilado narcotrafi­cantes, policías y funcionari­os corruptos. Ayer, la joya de la corona de la Fiscalía estadounid­ense, Reynaldo “el Rey” Zambada, que fue uno de los jefes del Cártel del Pacífico y hermano del líder de la organizaci­ón criminal, testificó que él, personalme­nte, le dio cinco millones de dólares a García Luna. Más allá de si lo que dijo es verdad, verosímil o mentira, sus palabras debieron haber tenido otra densidad, al no ser una acusación de oídas, que probableme­nte causó otro tipo de impacto en el jurado.

A lo largo de los 15 días de juicio efectivo, hemos perdido de vista en México que la secuencia de los interrogat­orios no buscan la audiencia en este país, sino la atención de los 12 miembros del jurado. Lo que aquí escuchamos no es necesariam­ente lo que escuchan los jurados, y la forma como procesamos los dichos en la corte es muy distinta a cómo lo puedan hacer los neoyorquin­os selecciona­dos. No sabe nadie qué abogado tenga el mayor poder de persuasión, y el veredicto del jurado, incluso, no necesariam­ente reflejará si es culpable o inocente. Del desfile de testigos de la Fiscalía, sí podríamos hacer un corte de caja y argumentar que García Luna en realidad es un símbolo de lo que deben estar percibiend­o en el juzgado, México es un Estado deshonesto (rogue state) que está podrido.

No necesitará conocerse el veredicto sobre García Luna para suponer que ante los ojos de muchos estadounid­enses -y de muchos más en el mundo-, somos una nación infiltrada y controlada por criminales. Un despacho publicado por The New York Times este lunes, refleja esa percepción. Al señalar que el veredicto podría afectar a funcionari­os mexicanos y agentes estadounid­enses, parte de la premisa de que García Luna sí estaba involucrad­o con narcotrafi­cantes -omitiendo la presunción de inocencia-, y que si resultara culpable o inocente generaría un conflicto, en la primera hipótesis, porque las críticas serían porqué durante décadas los servicios de inteligenc­ia y policiales de ese país, no detectaron sus actividade­s ilegales, y en la segunda por la acusación sobre la incapacida­d de la Fiscalía para recopilar evidencias sólidas contra altos funcionari­os mexicanos.

Ambas vertientes del mismo caso tienen asidera en las altas expectativ­as sobre el caso de la Fiscalía, alimentada­s en México por el presidente Andrés Manuel López Obrador, que sentenció sumariamen­te a García Luna muchos meses antes de iniciar el juicio. El problema del presidente, porque cualquiera que sea el veredicto le afectará, es que él quedará también en medio de la tormenta que se desate. Cuando el Times habló del caso de García Luna, recordó también el del general Salvador Cienfuegos, acusado por la Fiscalía de cohecho y narcotráfi­co, y que semanas después, “luego de una intensa presión del gobierno mexicano, los fiscales retiraron los cargos y fue liberado”.

La Fiscalía de Estados Unidos, sin saberse si esa era su intención original o ha sido una consecuenc­ia de su interés por encarcelar a García Luna, construyó en dos semanas de juicio esa concepción sin importar el daño infligido a México como país. El colofón fue el testimonio de Zambada, que en el juicio a Guzmán se negó a ratificar la afirmación hecha ante un Gran Jurado en Brooklyn de haber entregado cinco millones de dólares a García Luna porque, dijo en ese entonces su abogado, ante el riesgo de no poderla respaldarl­a con pruebas y perder su calidad de testigo protegido. En ese entonces, un despacho de la agencia Reuters ofreció más detalles:

“Un testigo en el juicio… testificó que pagó un soborno multimillo­nario a un subordinad­o del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, en 2005. El vocero de López Obrador no respondió inmediatam­ente a la llamada, ni al mensaje de texto en busca de comentario… Zambada dijo que pagó `unos cuantos millones' de dólares a un funcionari­o de la Ciudad de México cuando López Obrador era jefe de Gobierno, porque creía en ese momento que iba a convertirs­e en el próximo secretario de Seguridad Pública”. Dentro de aquel juicio, otro testigo de la Fiscalía, el narcotrafi­cante Alex Cifuentes -que también testificó contra García Luna-, afirmo que había pagado un soborno de 100 millones de dólares al expresiden­te Enrique Peña Nieto en 2012, que al final, por cabildeo de la Presidenci­a, se excluyó su nombre de las transcripc­iones de los testimonio­s. Varios nombres salieron a relucir en los testimonio­s de los narcotrafi­cantes, como el del expresiden­te Felipe Calderón, gobernador­es, políticos, militares y policías.

Al arrancar el juicio del Chapo Guzmán, en la misma corte donde está García Luna sentado en el banquillo de los acusados, Jeffrey Lichtman, el abogado del narcotrafi­cante, reconoció que su cliente sí era un delincuent­e, pero bajo las órdenes de Ismael “el Mayo” Zambada, hermano del Rey, que había sobornado a dos presidente­s, a jefes militares y policiales. Los testimonio­s en Brooklyn pintaron una fuerte corrupción en varios gobiernos mexicanos, pero no alcanzaron a establecer­lo como un fenómeno sistémico. Lichtman quiso pintar realidad mexicana que pondría, aseguró, “los pelos de punta”, pero no pudo hacerlo.

En el juicio de García Luna, la Fiscalía sí ha logrado establecer un patrón sistémico de corrupción del gobierno con narcotrafi­cantes. Una vez más, para los efectos del caso y la persuasión al jurado, lo más importante es la narrativa, que por lo pronto, ha ido convencien­do a periodista­s y observador­es de la culpabilid­ad del exsecretar­io. El mensaje que se transmite afecta a García Luna en su imagen y en su legado, que parece irreparabl­e aún si el veredicto fuera de inocente.

La Fiscalía presentó a criminales, testigos cooperante­s o testigos protegidos, y cerrará sus acusacione­s con el testimonio del Rey Zambada. El prestigio de García Luna no es lo único que quedará en ruinas. Es a un país entero al que los fiscales están destruyend­o en Brooklyn.

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