Un propósito
esde niños nos han inculcado el paradigma de que hay una época para cada cosa; debes terminar la escuela a cierta edad, casarte, tener hijos, un nivel de educación, un salario determinado, jubilarte, y entonces luego habrá tiempo para hacer lo que quieras. Las generalizaciones se convirtieron en estereotipos y a todos los miembros de nuestro grupo cultural nos han clasificado como si tuviéramos las mismas características. Nos desarrollamos en una vida llena de condicionantes, normas, cánones de belleza, estilos de vida encaminados hacia la excelencia y estándares sociales que discriminan; ante estas reglas es difícil creer que existe otra opción además de seguir las líneas trazadas por el hombre, así como el camino que nos han indicado. Vivimos ocupados haciendo las cosas que pensamos que debemos hacer.
La vida tiene múltiples formas de verse y de vivirse. La vida no es levantarse de la cama, correr al trabajo, regresar de noche a casa, dormir y volver a empezar al siguiente día, hijos, responsabilidades… una historia con el mismo principio y final. Es una necesidad humana poseer un propósito, pues sin él la vida pierde sentido y, para dar significado y contenido a nuestra existencia, debemos tener expectativas realistas, ser perseverantes y encontrar nuestro propósito en la vida. El filósofo griego Aristóteles afirmaba que el universo está lleno de propósitos y que todas las cosas tienen un impulso intrínseco; exponía la idea de que el propósito de la vida humana es la felicidad, pero no tomando la felicidad como riqueza ni como el hecho de almacenar objetos, cosas materiales y con realidades vanas; para Aristóteles la felicidad es un estado mental interno, una satisfacción que logramos al vivir la vida de la mejor manera posible.
De diversas formas, los principios de Aristóteles siguen presentes, pues para la gran mayoría nuestro propósito en la vida es encontrar la felicidad.
En la vida necesitamos un propósito, no se trata de tener vocación de mártir o heroína, pero sí de descubrir ese sueño que duerme en el interior de cada ser humano, aquello que nos motiva a seguir esforzándonos cada día, la razón por la cual estamos dispuestos a implementar hábitos en nuestra vida diaria y a hacer ciertos sacrificios. Es muy difícil aprender a dominar nuestros pensamientos y lograr evitar la tendencia de quedarnos estancados en patrones repetitivos, la mayoría de las veces negativos que, al convertirse en hábitos, no nos permiten avanzar. Las conductas humanas orientadas hacia poseer un propósito consisten una ventaja evolutiva, un anhelo de permanencia en un universo siempre en cambio, continuo e inevitable.
Existen diferentes tipos de propósitos de vida: empezar de nuevo si así lo deseamos, equivocarnos, aprender y continuar, viajar, crear, aprender sobre cierta materia, formar una familia, hacer o dejar de hacer algo, desacelerar en estos tiempos de velocidad, prisa e inmediatez; tal vez sosegarnos, reflexionar parar dejar de correr hacia ninguna parte, llevar una vida saludable, cambiar de empleo, o simplemente aprender a valorar las cosas que poseemos: un abrigo y descanso que usamos como cama, los abrazos de tus hijos que te hacen cerrar los ojos y dejar tu mente en blanco, aprender a agradecer estar vestidos con nuestra piel, un techo, comida en la mesa y valorar las cosas que tenemos para alcanzar las que deseamos.
Un propósito de vida es un punto de partida, te ayuda a determinar qué es importante y qué no lo es, te da enfoque, sentido, motivación, te permitirá lograr el éxito bajo tus propios términos, a tu ritmo. El desafío es contigo mismo, no compitas contra otros. No distraigas tu mente tratando de seguir patrones, date tiempo para pensar en los aspectos que fundamentan tu propósito, que tengan significado y todo tendrá sentido. Tener un propósito es una necesidad humana universal. No pierdas tu propósito y no perderás el rumbo.