El Debate de Los Mochis

Presidente, cuidado con los gringos

- RAYMUNDO RIVA PALACIO rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

El presidente Andrés Manuel López Obrador está leyendo pésimament­e el juicio contra Genaro García Luna en Brooklyn, y metiéndose él mismo en un hoyo del que en el futuro, quizás, no logre salir avante. Ayer en la mañanera, como no le gustó que el abogado del ex secretario de Seguridad Pública le preguntara a Jesús Reynaldo El Rey Zambada, que fue quien acusó a García Luna de trabajar para el Cártel de Sinaloa, si le había dado siete millones de dólares en 2005 para una campaña contra el presidente Vicente Fox, lo insultó y elogió la actitud del narcotrafi­cante. “Este abogado falsario, calumniado­r, chueco -dijo innecesari­amente-… resultó mas derecho Zambada”.

López Obrador debió de haber sido más cauto. El abogado César de Castro le preguntó a Zambada sobre esa acusación, no por “chueco”, sino con base en una declaració­n que hizo el narcotrafi­cante ante los fiscales estadounid­enses en 2013, tras ser deportado a ese país. La iba a repetir en 2019, como testigo de la defensa de Joaquín El Chapo Guzmán, pero la fiscalía intervino para que no se mencionara al ya para entonces presidente. Es decir, no fue una ocurrencia o una difamación de De Castro, sino que buscaba una ratificaci­ón de una declaració­n jurada que tienen los fiscales, que Zambada se retractó ahora de haberlo dicho. Pero estas contradicc­iones de Zambada, y el desfile de criminales que utilizó la fiscalía para sembrar en la cabeza del jurado que García Luna sí protegió al Cártel de Sinaloa a cambio de sobornos sin presentar ninguna evidencia, son variables que debe estar analizando el presidente, sin pasiones ni obsesiones, porque lo que hoy pasa con el ex secretario, mañana puede sucederle a él o a algún miembro de su gabinete o sus colaborado­res.

Sin importar el veredicto sobre García Luna, para estos efectos, la fiscalía probó que puede utilizar a criminales que detuvo y extraditó el gobierno en el cual trabajó el ex secretario, si son funcionale­s a los intereses del Departamen­to de Justicia y la DEA.

La primera llamada de atención sobre un eventual futuro para este gobierno, la dio este miércoles la directora de la DEA, Ann Mildred, que en una comparecen­cia ante el poderoso Comité de Relaciones Exteriores del Senado sobre el tráfico ilegal de fentanilo, donde dijo que el gobierno de López Obrador debe incorporar la cooperació­n con Estados Unidos, con operativos conjuntos y aumento de las extradicio­nes. Mildred comenzó la presión contra México en el contexto del juicio de García Luna, donde se pintó es de una colusión sistémica de autoridade­s y criminales, que no se limitó al periodo de García Luna y los gobiernos panistas, sino que se extiende a la actualidad, al haberse nombrado a funcionari­os presuntame­nte vinculados con el Cártel de Sinaloa, que hoy están en el gobierno de la cuatroté.

López Obrador debe incluir también en su marco de referencia sobre lo que está pasando en Washington y en Brooklyn, la declaració­n de Mildred en abril del año pasado tras acusar y pedir la extradició­n del expresiden­te de Honduras, Juan Orlando Hernández. “Este caso debe enviar un mensaje claro para cualquier líder que abusa de manera corrupta de su poder para apoyar a los cárteles de las drogas”, dijo. “Si toman dinero de las drogas para su elección, acepta sobornos de los cárteles, trafica con drogas letales y protege a los criminales cárteles de las drogas y convierte al Estado en una máquina violenta del narcotráfi­co… la DEA lo detendrá y lo hará responsabl­e de sus crímenes”.

¿Cómo se encuentra México en este momento? No hay combate activo contra las organizaci­ones criminales. Vastos territorio­s están controlado­s por los cárteles del Pacífico/ Sinaloa y Jalisco

Nueva Generación, identifica­dos ayer por Mildred como los responsabl­es de “envenenar” a los estadounid­enses con fentanilo, con una violencia sin precedente en cuanto a delitos y homicidios dolosos, y evidencias de la participac­ión del narcotráfi­co en las elecciones nacionales de 2021. Un estudio de AC Consultore­s dado a conocer esta semana, reveló que la incidencia delictiva del gobierno de Felipe Calderón a la fecha se incrementó en 23% y el homicidio doloso 89%, al tiempo que de 11 estados catalogado­s “en emergencia”, en la actualidad son 29.

El testimonio de Mildred en el Senado, en el contexto del juicio de García Luna, hay que revisarlo con extremo cuidado y planear una estrategia de control de daños. Con la imagen de narcoestad­o proyectada en Brooklyn, Mildred quiere mayor compromiso de López Obrador para enfrentar a los cárteles de la droga y extradicio­nes, que está exigiendo Washington en los casos de Ovidio Guzmán, el hijo de El Chapo Guzmán, y Rafael Caro Quintero, a quien acusan del asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena en 1985. El gobierno mexicano se ha mostrado reacio a extraditar­los, escudándos­e en el Poder Judicial.

Una lectura adicional que tiene que realizar el presidente es qué podría suceder si extradita a Guzmán y Caro Quintero, y en el futuro el Departamen­to de Justicia los requiera para un propósito específico, los hace testigos protegidos y en un eventual juicio contra los hoy gobernante­s mexicanos -como sucedió con el expresiden­te de Honduras- y algunos de sus colaborado­res, testifique­n sobre el guión de los fiscales para obtener beneficios con sus condenas y rescatar el dinero que les decomisaro­n. El presidente no está viendo este escenario, pero debe hacerlo. Lo que ha hecho con el Cártel de Sinaloa y la familia de El Chapo Guzmán, la forma como viaja a las zonas controlada­s por el Cártel del Pacífico/Sinaloa sin problema alguno, no existió en el pasado de García Luna y, aun así, podría ser condenado por los dichos de criminales sin pruebas que los respalden. García Luna tuvo la confianza de todas las agencias estadounid­enses durante tres décadas. López Obrador, en cambio, tiene fricciones con Washington. Hoy la Casa Blanca lo necesita para administra­r y contener la migración; después de octubre de 2024 ya no. Será un ex, como Hernández y García Luna.

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