Nunca más un México sin ellos: EZLN en el Congreso
El Congreso es el pilar fundamental de la democracia representativa, de los acuerdos, los consensos y la pluralidad política. Las Cámaras Legislativas no son propiedad de una agenda, un partido, o una ideología, sino que, en ellas, las voces de todos y todas han de resonar con vigor y claridad a través de nuestros representantes. A pesar de esto, en la realidad, la percepción del ciudadano hacia el Congreso y sus miembros resulta desde apática hasta negativa, fruto de una larga historia de malas praxis que han convertido a las honorables cámaras en estadios de riñas políticas y caprichos personales.
Si de entrada la ciudadanía ya se encuentra desconectada de las instituciones que han de representar sus intereses y su soberanía, los pueblos y comunidades indígenas se enfrentan a que sus anhelos de representación plena resulten una meta francamente inalcanzable. Una lección indeleble de la desatada frustración que nace de esta realidad, es la insurgencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, cuyas medidas revolucionarias marcaron un parteaguas en la relación entre el gobierno y los grupos originarios.
Durante los primeros años del milenio, la esperanza de un cambio radical en la vida política del país dio oportunidad a un diálogo público entre el Zapatismo y el Estado en el Congreso de la Unión. La apertura de las autoridades y los revolucionarios durante la Marcha del Color de la Tierra sirvió como un importantísimo paso en la evolución del Poder Legislativo y la reconstrucción de la plena representación de la ciudadanía.
Este pasado jueves, la senadora Beatriz Paredes Rangel y el Instituto Belisario Domínguez llevaron a cabo la presentación del libro “El EZLN en el Congreso de la Unión”, una obra literaria trascendental que compone un recuento de las negociaciones de diálogo y paz, los poderosos discursos de las y los comandantes del movimiento en la más alta tribuna, y los resultados políticos y sociales de este histórico evento. La obra no solo representa una reflexión histórica, sino que también debe ser vista como un ejemplo a seguir en los Congresos, tanto el Federal como los locales, para cumplir con su tarea de escuchar todas las voces de una forma plena, pacífica, abierta y empática.