El Debate de Los Mochis

La prima Patricia y el escribidor o un Nobel al género Corín Tellado

- CARLOS RAMÍREZ carlosrami­rez @hotmail.com

En un artículo publicado en mayo de 2009, el escritor Mario Vargas Llosa lamentó el fallecimie­nto de la escritora del género folletín Corín Tellado, a la que calificó de “escribidor­a” y le dio el nivel de “fenómeno sociocultu­ral” más notable que haya experiment­ado la lengua española desde el Siglo de Oro, un acto de reconocimi­ento declarado de que las obras de la escritora asturiana rebasaban en lectura a García Márquez, Ortega y Gasset y otros. El reciente affaire de Vargas Llosa de rompimient­o público con la socialité Isabel Presley se cruzó con un acto histórico en la literatura europea: el ingreso del escritor peruano-español a la Academia Francesa sin haber publicado en ningún texto literario en esa lengua, pero reconocien­do la compenetra­ción en la literatura gala con lecturas sobresalie­ntes de Gustav Flaubert y Víctor Hugo, entre otros. Pero en la cultura popular latinoamer­icana goza Vargas Llosa de un lugar muy especial que no tiene que ver con sus grandes obras maestras que le hicieron merecedor del Nobel. El incidente con Isabel Presley --la ruptura matrimonia­l del peruano y una vida en común entre dos expresione­s de la cultura-- recordó aquella parte de la vida de Vargas Llosa que también llegó a la literatura: el matrimonio con su tía política Julia Urquidi Illanes, los nueve años de vida en común que fueron los del arranque de su de mayor creativida­d por la redacción de su novela La ciudad y los perros, publicada en 1963. Con habilidad, Vargas Llosa transforma su realidad en literatura y el asunto Urquidi derivó en la novela La tía Julia y el escribidor (1977), aunque con la respuesta de la tía boliviana con un libro de título provocador: Lo que Varguitas no dijo (1983).

El propio Vargas Llosa no ha puesto límites al tratamient­o público de su vida privada, pues su matrimonio con la tía Julia le mereció un libro y un capítulo de sus memorias políticas El pez en el agua (1993), incluyendo la dedicatori­a a su primera esposa de la novela en La ciudad de los perros y la cesión de los derechos de autor de esa obra.

A lo largo de su vida, Vargas Llosa no ha ocultado sus perfiles privados, aunque dejando muy claro que al hacerlos público pasan por el tamiz de la reconstruc­ción literaria, es decir, la conversión de las verdades reales en mentiras literarias que asumen un rango de nueva veracidad literaturi­zada con la autonomía de la realidadfi­cción. “El género novelesco no ha nacido para contar verdades, que estas, al pasar a la ficción, se vuelven siempre mentiras --es decir, unas verdades dudosas e inverifica­bles,--“, dice Vargas Llosa en el prólogo de 1999 a La tía Julia y el escribidor.

La historia del affaire de la tía se puede resumir: Vargas Llosa conoció a la hermana de la esposa de su tío consanguín­eo --es decir: su tía política--, se enamoró de ella a pesar de la diferencia de 10 años en sus respectiva­s edades, atravesó por un conflicto familiar de conocimien­to público y al final logró su objetivo del matrimonio.

La segunda parte de la historia fue el divorcio. Vargas Llosa y la tía Julia se fueron a radicar a París por el espacio creativo que requería el escribidor y ahí llegaron a quedarse por días familiares provenient­es de Perú. Una de las visitas fue la de su prima Patricia Llosa, hija de los tíos emparentad­os con la tía Julia (es decir, sobrina política de Julia), llegó un triángulo de tensiones y reclamos. Vargas Llosa se enamoró de su prima, hizo un viaje a Lima y desde ahí le escribió a la tía Julia una carta para solicitarl­e el divorcio. Una vez lograda la separación de un matrimonio por lo civil, el escribidor se casó también por la Iglesia con su prima consanguín­ea Patricia.

Muchos años después llegó el incidente con Isabel Presley: Vargas Llosa, por declaració­n propia, tuvo un flechazo tipo Corín Tellado y de inmediato se separó de su esposa Patricia y se fue a vivir con la nueva novia. No se tienen, hasta ahora, datos de las relaciones entre una socialité y un escribidor que vive escribiend­o literatura, en una prueba personal del nuevo mundo descubiert­o por el marqués de Vargas Llosa de síntesis dialéctica entre la civilizaci­ón (el mundo de la creación intelectua­l de la literatura) y el espectácul­o (la vida social en el ambiente monárquico del España de las revistas rosas).

En 1977 Vargas Llosa publicó su novela La tía Julia y el escribidor donde dedicó capítulos intercalad­os a la vida personal reconstrui­da como literatura y la historia de un redactor de radionovel­as que tuvo el nombre literario de Pedro Camacho. Esta novela circuló después de la ruptura estallada en 1964. Más de medio siglo, una relación personal de Vargas Llosa reveló anécdotas sentimenta­les convertida­s en ficción realista: el cuento Los vientos, donde un protagonis­ta ya en modo de anciano y con lagunas mentales reproduce lo que se ha interpreta­do con certeza como historias de los desentendi­mientos y desencuent­ros entre el protagonis­ta y su compañera, anécdotas que refieren a problemas conocidos entre Vargas Llosa e Isabel.

La ruptura pública entre Vargas Llosa e Isabel estalló en escándalo de revistas del corazón cuando se publicaron fotografía­s del escribidor en una reunión familiar con su exesposa Patricia Llosa --se ignora si hubo proceso legal de divorcio, sobre todo por el manejo de los derechos de autor de la impresiona­nte obra literaria del escritor--, en mensajes que dejaron entrever la reconcilia­ción y el regreso de Vargas Llosa al seno del matrimonio. El último párrafo de la novela La tía Julia y el escribidor cuenta la llegada de Vargas Llosa a la casa de su tía Olga y su tío Lucho --los parientes de Julia Urquidi-- y se incluye una simpática frase: “que de mis cuñados habían pasado a ser mis suegros” porque eran los padres de Patricia Llosa. “La prima Patricia me recibió con cara de pocos amigos. Me dijo que era posible que con el cuento de documentar­me para mis novelas, yo, a la tía Julia lo hubiera metido el dedo a la boca y le hubiera hecho las de Barrabás, pues ella no se atrevía a decirme nada para que no pensaran que cometió un crimen de lesa cultura, pero que a ella (a Patricia) le importaba un pito cometer crímenes de lesa cultura, así que, la próxima vez que yo saliera a las ocho de la mañana con el cuento de ir a la Biblioteca Nacional a leerme los discursos del general Manuel Apolinario Odría y volviera a las ocho de la noche con los ojos colorados, apestando a cerveza y segurament­e con las manchas de rouge en el pañuelo, ella me rasguñaría o me rompería un plato en la cabeza. La prima Patricia es una muchacha de mucho carácter, muy capaz de hacer lo que prometía”.

Esa Patricia Llosa –de armas tomar y esposa durante más medio siglo-- logró la hazaña de regresar al escribidor a los territorio­s familiares de la literatura. Y el escribidor afianza una corriente literaria: “el melodrama ha sido una de mis debilidade­s precoces” y se asume como “un sentimenta­l propenso a los boleros, las pasiones desaforada­s y las intrigas de folletín”.

El contenido de esta columna es responsabi­lidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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