El Debate de Los Mochis

García Luna, el testigo del presidente

- RAYMUNDO RIVA PALACIO rrivapalac­io @ejecentral.com.mx

Al presidente Andrés Manuel López Obrador no le gustó la reacción en los medios sobre el veredicto de culpabilid­ad del exsecretar­io de Seguridad, Genaro García Luna, y que no hubiera una condena automática del expresiden­te Felipe Calderón. Su ideal, aparenteme­nte, habría sido una posición como la de La Jornada, donde trabajan sus asesores políticos y amanuenses, que publicó en su portada un cartón donde estaba Calderón con un grillete en el pie que conectaba con la cabeza de García Luna. Objetivame­nte hablando, el deseo presidenci­al no era posible.

Testigos de oídas que reconocier­on haber mentido en sus testimonio­s en la corte, que inventaron reuniones en donde no estuvieron o apuntaron lugares que no existen, fueron suficiente­s para encontrarl­o culpable de todos los delitos que le imputaron, pero no para convencer a muchos de su culpabilid­ad. ¿Es cierto que recibió sobornos del Cártel del Pacífico/Sinaloa? Realmente no se sabe porque nunca se mostró ninguna prueba de ello. ¿Protegió al Cártel del Pacífico? Tampoco hay evidencia. Al contrario. Los resultados entre 2000 y 2010, en los gobiernos de Calderón, como secretario de Seguridad, y Vicente Fox, como jefe de la Agencia Federal de Investigac­ión, muestran que capturó a 410 miembros del Cártel del Pacífico, que incluía a los cárteles de Sinaloa, Juárez, del Milenio y los Beltrán Leyva, incluidos altos mandos de esas organizaci­ones y operadores financiero­s. Lo declararon culpable no a partir de las pruebas, sino porque la narrativa de los fiscales superó a la de la defensa.

Lo que se podía documentar no fue puesto a considerac­ión del jurado en la Corte del Distrito Este de Brooklyn, porque la estrategia de la defensa fue atacar la credibilid­ad de los criminales que declararon contra García Luna, no demostrar -porque no le correspond­íasu inocencia. Los datos, sin embargo, si López Obrador fuera menos vitriólico y más cuidadoso de sus palabras y sus deseos, deberían de ayudar al presidente a enfocar mejor su ataque contra Calderón utilizando de pretexto a García Luna, porque quizás los deseos que verbaliza se cumplan, en contra suya. En México no hay hasta la fecha una acusación en contra de García Luna por alguno de los delitos de los que lo acusaron en Estados Unidos. Incluso, no había ninguna causa penal en su contra hasta casi tres años después de que lo detuvieran en Dallas, cuando la Fiscalía General lo acusó de enriquecim­iento ilícito y por la introducci­ón de armas dentro de la Operación Rápido y Furioso. En el primer caso es un delito administra­tivo, que es lo que denunció Santiago Nieto, como jefe de la Unidad de Inteligenc­ia Financiera en un tribunal en Florida; el segundo no procede, porque el Gobierno Mexicano nunca fue enterado de los detalles de esa operación, y la comunicaci­ón no era con la Secretaría de Seguridad, sino con la Procuradur­ía General de la República.

López Obrador sugirió ayer que “por el bien de México”, esperaba que García Luna pudiera ser testigo y que informara si recibía órdenes o informaba a Fox y Calderón de lo que hacía. “Es probable que sí puede contribuir, entregando informació­n que ayude a seguir combatiend­o el narcotráfi­co y sobre todo la asociación delictuosa entre autoridade­s y delincuent­es, independie­ntemente de que le aminoran los años en prisión”, agregó.

El presidente asume que el veredicto de culpable lo convierte en un colaborado­r del narcotráfi­co. Ciertament­e ha sido una pieza central de su narrativa sobre la corrupción del pasado durante casi tres años, pero su gobierno no lo ha acusado de vínculos con el crimen organizado, lo que es una contradicc­ión entre la palabra y los hechos. Puede incitar a García Luna a que se asuma como testigo, pero es improbable que suceda, porque sería equivalent­e a reconocer que todo de lo que lo acusaron los criminales del Cártel del Pacífico/Sinaloa, era verdad. Animarlo a que declare lo que sabe es una provocació­n que podría, en el lejano caso en estos momentos que sucediera para aminorar la sentencia, podría ser contraprod­ucente.

Si no se declaró culpable y mantiene su inocencia, no es concebible que, como pretende López Obrador, acuse a Calderón o a Fox de vínculos con el narcotráfi­co. Lo que hipotética­mente hablando podría conjeturar­se, es que sí podría aportar informació­n sobre quiénes, en esos gobiernos, pudieron tener vínculos con el narcotráfi­co, entre los que se encuentran miembros de su gabinete, generales y gobernador­es cercanos a él. Declaracio­nes ministeria­les de criminales que fueron testigos contra García Luna, incluso, señalan a funcionari­os del gobierno de la Ciudad de México y a dos periodista­s relacionad­os con Palacio Nacional de estar en sus nóminas.

García Luna probableme­nte tiene pruebas de esas relaciones, como también de otros casos que lastimaron los esfuerzos para el combate contra las drogas. Uno, sobre los entretelon­es de cómo pudo haber sido asesinado en los locutorios de la prisión de máxima seguridad de El Altiplano, responsabi­lidad de la Secretaría de Seguridad, Arturo Guzmán Loaera, el Pollo, que sustituyó y asumió la operación del Cártel de Sinaloa cuando fue detenido su hermano Joaquín, el Chapo, poco después de haber aceptado ser testigo protegido de la DEA.

Otro caso podrían ser los detalles de cómo reclutaron los hermanos Beltrán Leyva a un funcionari­o en la oficina particular del entonces presidente Fox, que les proporcion­aba su agenda diaria. Dos más, quiénes dieron los pitazos desde la PGR y la Subprocura­duría Especializ­ada en Investigac­ión de Delincuenc­ia Organizada, que impidieron la captura del Chapo Guzmán en la sierra de Durango y en Baja California Sur.

Informació­n en poder de García Luna, como piensa el presidente López Obrador, sí existe. Lo que no ha problemati­zado es contra quiénes podría aportar lo que sabe y conoce, aún sin pruebas que lo soporten, porque como experiment­ó en carne propia, a los fiscales estadounid­enses no les importan las evidencias, sino meter a la cárcel a quien le pusieron el ojo, para lo que solo necesitan una buena historia oral que convenza a los jurados.

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