El Debate de Los Mochis

POLÍTICA COSAS

- CATÓN armandocat­on @gmail.com

Doña Pasita, bondadosa anciana, hacía un largo viaje en jet. Su hijo, que vivía en Europa, le había enviado el boleto para que lo visitara. En la semioscuri­dad de la cabina una joven pasajera se dirigió a la azafata: “¿Podrías conseguirm­e un chicle? Tengo dolor de oídos, posiblemen­te por la presión, y entiendo que masticando un chicle se quita ese malestar”. La sobrecargo le llevó el chicle. Luego de unos instantes, el novio de la pasajera aprovechó la penumbra y llevó a cabo en el asiento mismo del avión el más antiguo rito natural. Poco después, la azafata recorrió la cabina a ver si algo se les ofrecía a los viajeros. Llegó a doña Pasita y notó que la viejecita tiritaba. Le preguntó, solícita “¿Tiene usted frío?”. “Sí -contestó doña Pasita dando diente con diente.- Pero aquella pobre muchacha pidió un chicle y se la follaron. ¿Qué me harán a mí si pido una cobija y una taza de té?”. La señorita Peripalda, catequista, definía así la expresión “falso testimonio”: “Es eso que se les levanta a los hombres”. Quizá sea falso testimonio decir que Ricardo Monreal entregó su aprobación al infame Plan B de López Obrador a cambio de una ilusoria candidatur­a al gobierno de la Ciudad de México. Sin embargo, las evidencias operan en su contra. Lo cierto es que el zacatecano nos decepcionó a quienes supusimos que en él encontrarí­a un valladar la desatentad­a pretensión del caudillo de la 4T de reducir el Instituto Nacional Electoral a la categoría de instrument­o a su servicio. Más de una vez aplaudí la que parecía postura independie­nte de Monreal ante las ilegalidad­es de AMLO. Ahora veo con tristeza cómo se allana a los dictados del autócrata y favorece sus designios. Todo indica que puso su futuro político por encima del bien nacional. El visto bueno que el Senado dio al plan antidemocr­ático de López no puede explicarse más que por la vía de una negociació­n politiquer­a. La extraña visita que Monreal hizo a Sheinbaum en sus oficinas da pábulo a muchas especulaci­ones. La claudicaci­ón de la Cámara Alta, hoy tan baja, en una hora crucial para México nos deja sólo una esperanza: la Suprema Corte de Justicia de la Nación. No es ilusoria esa esperanza. Al frente del máximo organismo judicial se halla una ministra, Norma Piña, que a diferencia de su obsecuente antecesor ha mostrado querer preservar la dignidad, autonomía e integridad de la Corte frente a la prepotenci­a de un Ejecutivo que ningún respeto siente por la ley y que manda al diablo las institucio­nes. En manos de las ministras y ministros de la Corte está ahora el futuro de México, no sólo como república democrátic­a, sino también como país libre. El Plan B de López Obrador tiende a burlar la Constituci­ón por medio de añagazas leguleyas. Los preceptos de la Carta Magna, empero, han de estar sobre los caprichos de un gobernante autoritari­o que pretende hacer de esta nación su propiedad privada y que tiende a establecer un maximato del cual tardaríamo­s mucho tiempo en liberarnos. Para evitar ese gran mal es necesaria la existencia de un órgano electoral confiable, que es el INE. Por ningún motivo debemos volver a aquel aciago tiempo cuando el Estado hacía las elecciones y cometía fraudes a los que daba el nombre de “patriótico­s”, o dejaba caer el sistema cuando las cosas se le ponían mal. En las ministras y ministros de la Corte, y en nosotros, las ciudadanas y ciudadanos, está cifrado el porvenir de México, y por tanto el de nuestros hijos y nietos. Asistamos el próximo domingo a las manifestac­iones que se harán en defensa del INE y de la democracia. Nosotros no claudicamo­s ni claudicare­mos en la lucha para salvar a México de caer en una dictadura que nos amenaza ya. FIN.

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