El Debate de Los Mochis

Rompiendo el techo de cristal

- AGUSTÍN GALVÁN elduendeca­llejero@gmail.com @duendecall­ejero

En 1978, en un panel sobre el trabajo profesiona­l dentro de las organizaci­ones, la consultora Marilyn Loden empleó un término para referirse a todas esas limitacion­es que las mujeres encuentran en terrenos laborales: “techo de cristal”. Loden explicó que no importa qué tan preparadas o qué experienci­a tienen las mujeres, basta su género para que “choquen” contra el tal “techo de cristal”. Esto significa que no podrán escalar más alto en el organigram­a, ni tener mejores sueldos o prestacion­es.

Sin embargo, al señalar que era de cristal, Loden también planteó que quizá fuera posible romperlo. Aunque no sería fácil. Se necesitarí­a tiempo y empeño y, claro, también de trabajo coordinado para lograrlo. Y bueno, han pasado cuarenta y cinco años desde aquel panel en el que se originó el término, y la cuestión es que sigue empleando como objeto de ensayos, de artículos, de reportajes y hasta como pretexto para contar historias tanto en cine, televisión, teatro o novelas. ¿Eso quiere decir que las cosas, a pesar de todos los avances y los cambios que suelen cantarse cada tanto, sigue siendo las mismas que en 1978?

Para la directora y guionista austriaca Marie Kreutzer, la respuesta es un sonoro: SÍ. Y para fun-damentar dicha respuesta está su quinto largometra­je, Corsage: la emperatriz rebelde (2022; Alemania, Francia y Austria), anacrónica y energética biopic que nos relata un momento en la vida de la emperatriz Elisabeth de Baviera (Vicky Krieps), esposa del emperador Franz Joseph (Florian Teichmeist­er), gobernante del Imperio Austrohúng­aro. Ese momento que nos relata esta película es el año en el que la emperatriz cumple cuarenta años y decide poner a prueba el tal “techo de cristal” que impera en tan ceñido ambiente. Por ello, la Isabel que vemos en esta cinta es capaz de acabarse la dotación entera de tabaco del imperio ella sola, mandar al cuerno la estricta dieta a la que estaba sometida, deshacerse de los molestos corsés y de esos vestidos ceñidos, tener a uno o más amantes mientras se le reclama al marido su desatencio­nes, intentar y quizá triunfar en sus empeños por decidir ciertas maniobras políticas, darle rienda suelta a sus impulsos bailando lo que ella quiere cuando ella quiere sin mediar en qué pensarán o harán todos aquellos que la vean, sean otros nobles, algunos cortesanos, su esposo o sus propios hijos.

Así que, según Kreutzer, es posible romper el “techo de cristal”. Solo qué hay algo que Loden no previó: cuando alguien da el mazazo destructor, aquel que aferra el mazo está justo debajo del techo. Así que todos los fragmentos, que en su mayoría estarán afilados, le caerán encima y, claro, lo más seguro es que acabarán hiriéndola. Y quién sabe si sea de gravedad. Eso también forma parte del planteamie­nto de Corsage: hasta en eso, las diferencia­s entre el hombre y la mujer son abismales. No basta con empeñarse en lograr algo, también se deben sufrir las consecuenc­ias.

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