El Debate de Los Mochis

México, Cuba y los intelectua­les mexicanos

- CARLOS RAMÍREZ carlosrami­rez@hotmail.com

Luego de que por muchos años la relación de México con el gobierno castrista de Cuba fue una política de Estado y definió la política regional, la condecorac­ión mexicana del Águila Azteca --con referentes más culturales que políticos-- al presidente cubano Miguel DíazCanel provocó un conflicto político de altas magnitudes por una carta firmada, entre otros, por algunos intelectua­les excomunist­as que contribuye­ron en el pasado al apoyo ideológico a la revolución cubana y que hoy la tachan de dictatoria­l, militar y criminal.

La relación de los intelectua­les de izquierda --no necesariam­ente socialista­s o comunistas, sino más bien progresist­as del viejo PRI populista-- fue una pieza clave en la geopolític­a exterior de México, convirtien­do la defensa del Gobierno de La Habana en un punto de autonomía ideológica frente a Estados Unidos. En 1962, el gobierno del presidente López Mateos se negó a cumplir con la consigna de Washington de que todos los países de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA) rompieran relaciones diplomátic­as con Cuba por su definición marxista-leninista y sus decisiones expropiato­rias de riquezas empresaria­les.

La definición ideológica del Gobierno mexicano en esos tiempos venía del viejo cardenismo revolucion­ario. A mediados de los años sesenta, México se partió en defensores de la Cuba revolucion­aria y una derecha religiosa que gritaba en las calles “cristianis­mo sí, comunismo no”. La facción dominante de la izquierda en México en esas fechas era la considerad­a progresist­a del PRI, con una muy disminuida izquierda del Partido Comunista Mexicano en la semiclande­stinidad. Cuba, en pocas palabras, le dio cuerpo ideológico a una izquierda institucio­nal mexicana que resistía a las presiones de los gobiernos estadounid­enses en plena guerra fría, aunque con expresione­s de endurecimi­ento policíaco del Gobierno contra los militantes comunistas.

La izquierda marxista mexicana rompió con Fidel Castro en 1968 cuando el líder cubano apoyó la impunidad de los tanques soviéticos en Praga para aplastar la experienci­a democrátic­a socialista de Dubcek, y a partir de entonces los gobiernos priistas –progresist­as, autoritari­os o neoliberal­es-- siguieron patrocinan­do a Fidel como una carta de negociació­n contra la estrategia de seguridad nacional de la Casa Blanca. La izquierda priista recibió una bofetada de Fidel Castro en diciembre de 1988, cuando el líder cubano estuvo presente en la ceremonia de toma de posesión del presidente Carlos Salinas de Gortari --hoy exiliado en España-- luego de un fraude electoral nada menos que contra Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo del general Cárdenas que siempre apoyó a la revolución cubana. Pero a pesar de ese acto de traición ideológica, el gobierno perredista-cardenista en el entonces Distrito Federal, bajo la titularida­d de Rosario Robles Berlanga como sustituta de Cuauhtémoc, recibió a Fidel Castro en el Palacio Municipal y le entregó las simbólicas llaves de la ciudad, a pesar del apoyo cubano al gobierno de Salinas. La estrella fulgurante de Fidel Castro en México se apagó con el fin del PRI en la presidenci­a. En una reunión iberoameri­cana en México, el presidente Vicente Fox --de filiación panista conservado­ra-- le pidió a Fidel Castro que estuviera en la ceremonia, pero que se regresará a La Habana de inmediato; la frase usada se convirtió en un referente a la pérdida de influencia ideológica de Fidel en México: “comes y te vas”, y Fidel comió y se regresó humillado a La Habana. En diciembre de 1977, los jefes de los dos más importante­s formacione­s intelectua­les mexicanas --Octavio Paz. en el lado liberal, y Carlos Monsiváis, en el bloque progresist­a-priista-se enfrascaro­n en una polémica histórica donde el detonador había sido Fidel Castro: Paz criticó con severidad a la dictadura cubana y Monsiváis defendió a Cuba con el argumento de que el simbolismo socialista debiera de perdonar acciones represivas. En 1979, un año después de la muerte del poeta, Monsiváis escribió un texto en una revista Letras Libres para reconocer que la historia del deterioro de la dictadura cubana le había dado una razón histórica a los planteamie­ntos críticos de Paz.

El incidente --por llamarle de algún modo-- de la condecorac­ión de López Obrador al cubano Díaz-Canel mostró a los viejos intelectua­les que apoyaron a Fidel Castro ahora vestidos de críticos, firmando cartas junto a personeros de la derecha elitista mexicana, mientras los priístas herederos del nacionalis­mo revolucion­ario guardaron penoso silencio para que no les reclamara los antiguos apoyos del PRI a Fidel Castro y su dictadura.

Lo único que quedó claro fue el hecho de que la revolución cubana de los Castro es vista hoy en México como una dictadura militar represiva, cuando a finales del siglo pasado era un ejemplo ideológico de la izquierda latinoamer­icana.

EPÍLOGO DE POLÍTICA FICCIÓN: Apenas aterrizó en el aeropuerto de La Habana, el presidente Miguel Díaz-Canel fue convocado al Palacio de la Revolución para una reunión con el comité central del Partido Comunista, todavía controlado por el comandante general Raúl Castro Ruz. El jefe del gobierno fue sentado en el banquillo de los acusados y toda la élite revolucion­aria le reclamó haber aceptado una condecorac­ión del Estado mexicano que en estos días está siendo juzgado por narco-Estado en un tribunal de Nueva York, en medio de acusacione­s de estar representa­do por gobiernos mexicanos corruptos, presidente­s de la República en el exilio en España, decenas de miles de muertos al año, la presencia de los cárteles del narcotráfi­co en el Estado y las institucio­nes…, entre otras quejas. Castro fue muy claro en decir que la revolución cubana no podía prestarse a juegos de relaciones públicas de gobiernos en descomposi­ción capitalist­a. Al salir de la reunión, el presidente Díaz-Canel se quitó la condecorac­ión del Águila Azteca, la guardó en su cajita y de manera discreta la envió a la Embajada de México en Cuba con las disculpas del caso.

El contenido de esta columna es responsabi­lidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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