El Debate de Los Mochis

De máxima y Yalom

- RIGOBERTO OCAMPO ALCÁNTAR lecturas_eldebate@yahoo.com

Leer fábulas de nuevo con Rigo hizo recordar las máximas de La Rochefouca­uld, y, por supuesto a Irvin Yalom y su compañía por ya casi dos décadas con sus libros. Desde El día que Nietzsche lloró, Un año con Schopenhau­er, El enigma Spinoza, otros de ensayos, y, por supuesto, Mirar al sol. Van unas líneas que han surgido en tres momentos y que rondan alrededor de estos dos autores.

DE MIRAR AL SOL: 2010

“Entre las máximas de François de La Rochefouca­uld, una dice: “El sol ni la muerte se pueden mirar fijamente”. Este es el punto de partida de Irvin Yalom para su libro Mirar al sol. Estas dos obras resumen la lucha por superar el temor a la muerte (es temor, porque el miedo no existe, debe haber atención, precaución y cuidado, le explicamos a Rigo, desde que era Riguito).

Un gerente bancario hace una corrida para una solicitud de crédito hipotecari­o, inicia con una serie de preguntas, luego, dice que el crédito tiene un plazo de amortizaci­ón entre 5 y 20 años, sigue con llenando en línea la aplicación, termina de capturar y da el predictame­n: el crédito será para un plazo de 15 años con una tasa… Interrumpe­s y dices, no, lo quiero a un plazo de 20 para aligerar los pagos mensuales.

El gerente responde, no se puede, tu edad ya no da ese plazo, lo más que lo puedo alargar es a 18 años. Es medio día, el sol está justo sobre la cabeza y su luz enceguece, marea. Duras todo el resto de la tarde, la noche, la semana, en asimilar la sentencia, vuelve y revuelve la máxima de La Rochefouca­uld en la cabeza, nada permite alejarla” (Lecturas, EL DEBATE, 18/Jul/2010).

DE MIRAR EL SOL: 2015

Al poco tiempo de salir de una estancia de varios días en el hospital tras una operación de emergencia: “En un momento de urgencia médica, la vida pasa muy rápido. Es en verdad, mirar al sol. Como dice la máxima de François de La Rochefouca­uld: “El sol ni la muerte se pueden mirar fijamente”. Y, canalizado en una vena, con más de 40 grados de temperatur­a y repleto de medicinas, no queda otra más que mirar a la muerte fijamente. Porque desde la inmanencia no hay espacio para reposar en la trascenden­cia del más allá. En la antesala del quirófano, un paciente en recuperaci­ón postoperat­oria no deja de mirar fijamente, no hay palabras de intercambi­o, sólo un reflejo en los ojos que dejan en claro que hay ceguera, como si se hubiera mirado por mucho tiempo al sol. Es quizá el momento más difícil, el de la antesala a la operación.

Completame­nte enceguecid­o, sabiendo, en algún reducto del consciente que, si falla la operación, que debería haber sido algo de rutina y ambulatori­a, todo se puede acabar en unos momentos. Además, el sentir la mirada sin recepción del que ya salió de la operación, sólo atina a no despegar la mirada de la muerte, a que la ceguera llene todo el consciente. En esos momentos, en efecto, la vida pasa rápido. Desfilan los pendientes, las llamadas que no se han hecho, las visitas que están en la agenda. Los seres queridos que siguen en la tierra. Pues los muertos, ya no están en el dominio del hacer, no hay espacio en ese momento de total inmanencia para ellos, sólo para los que aún siguen en el aquí y el ahora. Y aquí seguimos” (Lecturas, EL DEBATE, 18/Ene/2015).

PÁRRAFOS: DE MIRAR EL SOL: 2018

Un día antes del fallecimie­nto de mi padre envié Lecturas a EL DEBATE, apareció publicada el día que murió. Fue mi despedida.

DE MI PADRE Y LEER

“Todos los padres tenemos defectos. Todos damos problemas y amamos a nuestra manera. El mío, me enseñó a amar y leer. A descubrir que no es de débiles llorar ni darle un beso a tus hermanos y a tus padres. A leer desde que las letras hicieron palabras. A leer poesía. Tuve la oportunida­d de compartir con él que había otra poesía. A pesar de que él la siguió calificand­o de pequeña burguesa, le gustaba cuándo la compartíam­os, quizá, sólo por el orgullo de que su hijo le enseñará esa literatura. En esas lecturas me enseñó a Homero, Esopo, La Fontaine, Hesse, Hemingway, Gorki, Freud, Marx y Engels, al Che Guevara, Nicolás Guillén y muchos más autores que formaron mi primera visión de los otros. Esa educación es mi herencia, lo que él me ha enseñado. A cómo amar, enfrentar, retar y valorar la vida. Y, cuando haga falta, siguiendo a La Rochefouca­uld y Yalom: Mirar al sol”. (Lecturas, EL DEBATE, 29/Jul/2018).

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