Escribir un poema
Supongo que es fácil suponer que cualquiera que escriba poemas —llámese poeta— sabe, cree saber o tiene más o menos claro cómo es que este puede escribirse; aunque, tal vez, no es así como sucede y, en realidad, quien escribe o pretende escribir no sabe en términos prácticos cómo hacerlo. Es decir, no tiene un método o procedimiento a seguir en lo que a la escritura de su poema se refiere y solo le quede estar a expensas del azar y escribirlo cuando lo perciba o lo sienta cerca, si es que logra aprehenderlo; ya que el objeto de su deseo aparecerá o desaparecerá sin revelarse por completo: como aparece o desaparece una diminuta gota de agua humedeciendo el corazón de una rosa que recién se abre al primer rayo de luz de la mañana; o, al último de la tarde. Y, a manera de agregado, para hacer más visible la imagen todavía, digamos que un colibrí irrumpe en la escena y con la sombra del aleteo de sus alas cobija a la naciente flor e intenta succionar el néctar que esta guarda entre sus pliegues. Por favor, nadie crea que esto es el poema, pero si puede ser ese primer balbuceo que habrá de volverse dos o tres palabras que, como si de un sortilegio se tratara, sumarán a otras o muchas otras y así hasta completar un verso o muchos versos que habrá que estructurar de la mejor manera posible; pues si bien en matemáticas el orden de los factores no altera el producto, en lo que respecta a la creación de un poema una sola palabra o un verso no bien construido o puesto en el lugar equivocado cambiará por completo el resultado. Postdata: Dejo el presente correo: uncafeconlamusa@gmail.com, por si alguien gusta sumarse al taller de lectura y creación poética que actualmente coordino en el Centro de Literatura (CELIT) del Instituto Sinaloense de Cultura.