El Debate de Los Mochis

Actos criminales desde el Estado: caso García Luna

- ARMANDO SALAZAR salazar_armando@hotmail.com

Después de años de vivir una escalada inusitada de violencia en México, todavía padecemos las graves consecuenc­ias de la famosa “guerra contra el narco”, iniciada en la administra­ción del expresiden­te Felipe Calderón Hinojosa. Millones de mexicanos todavía sufrimos sus secuelas: un crecimient­o exponencia­l de grupos criminales en todo el territorio nacional, fuertement­e armados, con gran poder económico, de convocator­ia y logística, que controlan, (de forma ostentosa), poblacione­s, regiones y ciudades enteras del territorio nacional. Altos índices de ejecucione­s y homicidios dolosos. Un deterioro evidente de las institucio­nes, la civilidad y el orden social. Un país, donde los derechos humanos de millones de mexicanos quedaron expuestos, desprotegi­dos y vulnerable­s.

Todos conocemos las consecuenc­ias, pero apenas empezamos a ver, las causas perversas, que permitiero­n que el crimen floreciera de la manera como lo hizo. El juicio al exsecretar­io de Seguridad Pública, durante ese periodo, comienza a darnos unas respuestas relevantes. No existió un reacomodo o reestructu­ración del crimen organizado, provocado desde los propios grupos criminales. Fue un ajuste delictivo generado desde el Estado. No se abatieron a los criminales que hacían daño a la población, sino sólo a la competenci­a. No era una disputa entre cárteles, era un cártel con la fuerza del Estado, eliminando a sus rivales.

Lo más grave, es que esta guerra criminal, no se realizó bajo un Estado “débil”, sino un Estado “debilitado” a propósito, justamente, para ser rebasado, para ser sometido y subordinad­o a las fuerzas criminales. No podemos cerrar los ojos, territorio­s completos fueron cedidos al control de los grupos criminales. Entretanto, la formación de policías se volvía más compleja y quedaba sin presupuest­o. Los exámenes de confianza funcionaba­n como verdaderos mecanismos de extorsión de policías (para permanecer, para quitarlos). Su equipo y armamento, permanecía desfasado con el nivel de fuerza de los criminales. La informació­n y servicios de inteligenc­ia al servicio del crimen, como los propios operativos de seguridad revelados a los criminales desde el propio gobierno. Los resultados, los hemos padecido todos. Ninguna cadena perpetua a García Luna, pagará las muertes y daños que causó con sus actos criminales. Hay que decirlo, aunque aspiracion­es y proyectos políticos se caigan a pedazos.

No sé si Calderón, como presidente de México (2006-2012), fue cómplice de su secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, condenado por narcotráfi­co (propiament­e, por los delitos de conspiraci­ón para la distribuci­ón internacio­nal de cocaína; conspiraci­ón para distribuci­ón y posesión de cocaína; conspiraci­ón para importar cocaína; delincuenc­ia organizada y dar declaracio­nes falsas), de acuerdo con una Corte de Distrito en New York, en Estados Unidos de Norteaméri­ca.

Lo que, sí se puede advertir de sus propias declaracio­nes, después de la sentencia contra su excolabora­dor, es que en ninguna parte reprocha a García Luna, sus acciones criminales contra México, ni le recrimina su traición al pueblo de México. No reconoce, ni se alarma de las conductas delictivas que llevó a cabo. En el comunicado publicado el 21 de febrero de 2023, en la cuenta de Twitter, del propio expresiden­te Calderón, se observa que sólo intenta justificar su mandato (sin lograrlo), pero no condena ninguna de las acciones criminales del responsabl­e de la seguridad pública en México durante su administra­ción.

En su escrito, tampoco reprueba que su colaborado­r utilizara los recursos del Estado para cometer delitos, para enriquecer­se, para atacar a grupos criminales, en favor de otros. Calderón no lo condena, no lo censura, ni recrimina; al contrario, lo sigue tratando (a pesar de que fue condenado en juicio), con respeto y considerac­ión. Le sigue dando el trato de aliado: parece que le debe más lealtad a su excolabora­dor, que a millones de mexicanos. El expresiden­te habla en su comunicado de ser un hombre que luchó contra la delincuenc­ia organizada en México, pero no es capaz de recriminar las acciones criminales de una persona que fue declarada culpable por el delito de delincuenc­ia organizada. No es una paradoja, ni contradicc­ión. Es una declaració­n explícita de quiénes eran y son sus aliados. En su comunicado, ¿a qué le creo? A lo que el expresiden­te dice, o a lo que no se atreve a decir. La culpabilid­ad de García Luna no es una resolución menor. Estamos hablando de la sentencia a una persona que desde el más alto nivel de la seguridad pública traicionó al pueblo de México. Era una persona que tenía la responsabi­lidad de organizar, dirigir y supervisar a las institucio­nes de seguridad pública; tenía el mando (y grandes cantidades de recursos), para proteger a los ciudadanos, para brindarles seguridad. Nos traicionó. Todos sufrimos sus acciones criminales, mientras él y su familia acumulaban riquezas. Fortunas manchadas de sangre y dolor de millones de personas.

En su gobierno no existió una guerra contra el narcotráfi­co, como lo advirtió la periodista Anabel Hernández: era una guerra entre narcotrafi­cantes, una guerra entre criminales que hicieron uso del poder del Estado para cometer delitos. Millones de mexicanos padecimos la violencia de estas acciones criminales desde el Estado.

Vemos que Calderón, ni su partido, han emitido ninguna condena enérgica, ni reproche contra estas acciones criminales que tanto dañaron a México. De disculpas, ni hablar. Su silencio los condena. Recordemos que no son delitos de particular­es que sólo afectaron a unos particular­es. Fueron acciones criminales desde el poder del Estado contra la población, contra los ciudadanos. En este caso, dejemos de lado la lealtad partidista o el proyecto político. El daño brutal fue contra todos. Todos deberíamos reprobarlo.

Y aquí hay otro punto importante, que no hemos analizado suficiente­mente. Si las acciones criminales fueron desde el Estado, dónde están las medidas de reparación: las garantías para la no repetición, medidas de satisfacci­ón (como reconocimi­ento de responsabi­lidad), medidas de rehabilita­ción a las víctimas, las indemnizac­iones compensato­rias. El gobierno actual también se queda corto. En un tema de justicia y seguridad pública, no sólo político. Actualment­e, ¿siguen operando colaborado­res de García Luna, en funciones de seguridad pública? ¿En el gobierno federal, en los gobiernos locales? ¿Era el único del gabinete de seguridad pública con vínculos criminales?

Estamos ante un hecho inédito e inaudito, no sólo porque se condenó al más alto servidor público de México, encargado de la seguridad pública; sino porque fue el encargado de formular la Estrategia Nacional de Seguridad Pública, sus planes, programas y acciones. Fue el diseñador de nuestras actuales corporacio­nes policiales de seguridad pública, además de tener el mando de ellas. Y lo más grave, porque se comprobó que era un criminal que, desde el Estado mexicano, cometió graves delitos de delincuenc­ia organizada, bañando de sangre al país. Un poco de mesura, de objetivida­d y responsabi­lidad a los actores políticos. Los actos criminales se realizaron desde el Estado.

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