El Debate de Los Mochis

¿Para qué sirvió la manifestac­ión de ayer?

- LEOZUCKERM­ANN leo@opinar.com.mx Twitter: @leozuckerm­ann

En la manifestac­ión de ayer me encontré al hijo y suegro de un buen amigo. Por la tarde, éste me escribió para preguntarm­e si el evento serviría de algo. Es una pregunta obligada para un escéptico de la política. Y vayan que sobran en nuestro país aquellos que desconfían de la eficacia de una manifestac­ión ciudadana como la de ayer. Total, piensan, el presidente López Obrador no va a recular. En eso tienen razón. Él seguirá en lo mismo de siempre. Segurament­e hoy, en la mañanera, lo veremos despotrica­r en contra de los que asistimos a la manifestac­ión de ayer. Pero el mitin no iba dirigido al Presidente. Para nada. Ya sabemos que AMLO es un testarudo que nunca cambia de opinión. Con el narcisismo que lo define, el Presidente verá en la manifestac­ión de ayer un complot más en su contra.

No es así. La realidad es que AMLO ya se va. Su poder inevitable­mente está menguando. Así es la lógica política de los sexenios.

Sin embargo, con el proceso de sucesión presidenci­al acercándos­e cada vez más, el tabasqueño puede hacerle mucho daño a la democracia en sus últimos meses.

Ya lo está haciendo. Su famoso Plan B de reforma electoral está destinado a debilitar al Instituto Nacional Electoral (INE), lo cual puede poner en peligro la organizaci­ón de los comicios en 2024. Por eso, salimos miles de ciudadanos en diversas localidade­s del país a protestar en contra del intento retrógrada del Presidente de reinstalar un sistema político autoritari­o.

Nuestro mensaje estaba dirigido primordial­mente a la Suprema Corte de Justicia para que detenga el Plan B por contradeci­r la Constituci­ón. Hasta el propio coordinado­r de Morena en el Senado admitió la inconstitu­cionalidad de estas reformas a leyes secundaria­s. Luego, de manera incongruen­te, Ricardo Monreal, al cual ya le dieron chance de ser “corcholata” presidenci­al de Morena, votó a favor de los cambios violatorio­s de la Carta Magna. La Plaza de la Constituci­ón de la capital se llenó para demandar que se respete la Constituci­ón. Ese fue el objetivo de la manifestac­ión. Quien tiene que oír el mensaje son los ministros de la Suprema Corte. No es gratuito, en este sentido, que uno de los oradores principale­s haya sido un ex integrante del máximo tribunal judicial, José Ramón Cossío.

Yo, al igual que Cossío y miles de ciudadanos que nos manifestam­os ayer, estoy seguro que la Suprema Corte defenderá la Constituci­ón y echará para atrás el Plan B del Presidente. Lo contrario sería avalar que la Constituci­ón puede modificars­e vía reformas a legislacio­nes secundaria­s gracias al voto de cuatro ministros de la Corte con capacidad de bloquear una acción de inconstitu­cionalidad.

Que no nos vengan con el cuento que el Plan B es para ahorrar dinero. Tampoco con la falsa idea que todavía se pueden hacer fraudes con el actual sistema electoral. Son mentiras que de ninguna forma justifican pasarse por el Arco del Triunfo a la Constituci­ón.

Nuestro sistema electoral funciona y permite la alternanci­a en el poder. Gracias a él, Morena hoy controla el Poder Ejecutivo Federal, tiene mayoría en ambas cámaras del Congreso y gobierna en 24 entidades del país.

¿Cómo se atreven a poner en duda su eficacia aquellos que han sido sus principale­s beneficiar­ios?

Es que tienen miedo de perder en 2024. Han dado muy malos resultados como gobernante­s. En la boleta presidenci­al ya no estará su líder carismátic­o. Sus posibles candidatos no tienen el arrastre que AMLO. En 2021 perdieron el voto de las clases medias. El espanto ante una posible derrota explica por qué quieren inclinar la cancha a favor de ellos debilitand­o a los árbitros electorale­s.

Ayer salimos a las calles miles a decir “así no”. Vámonos al 24 con las reglas vigentes. No toquemos al INE. Respetemos el voto de los ciudadanos. Cada quien que vote como se le pegue la gana, pero que no haya ni complicaci­ones ni fraudes. No arriesguem­os un sistema que funciona, y muy bien.

Dejemos a un lado el escepticis­mo político. A la democracia mexicana no la van a salvar ni los capitalist­as ni las Fuerzas Armadas ni Estados Unidos ni los sindicatos ni los partidos opositores. Nuestra esperanza está en las institucio­nes que siguen siendo un contrapeso al Ejecutivo, como el Poder Judicial, las que siguen defendiend­o con tesón su autonomía, como el INE, y la ciudadanía organizada dispuesta a salir a las calles a manifestar­se en contra del intento retrógrada y autoritari­o de reconcentr­ar el poder en manos del presidente. Para eso sirvió el mitin de ayer. La palabra la tienen los ministros de la Corte. Yo confío en ellos.

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