El Debate de Los Mochis

De nuevo, mucho ruido y pocas nueces

- AGUSTÍN GALVÁN elduendeca­llejero@gmail.com @duendecall­ejero

La actriz Sarah Polley (1979, Toronto), que desde hace varios años también se ha dedicado a la dirección, la producción y el guionismo, en esta ocasión decidió tomar como base para su más reciente película a la novela Ellas hablan, de Miriam Toews, publicada en el 2018, y que se vale de un caso de la vida real para configurar su ficción. Dicho caso, que en el 2010 acaparó titulares alrededor del mundo, da cuenta de los eventos ocurridos en una insular comunidad menonita boliviana, la de Manitoba, entre el 2005 y el 2009: nueve hombres utilizaron tranquiliz­antes de los que se emplean para el ganado para drogar a mujeres sin que les importara su edad (según reportajes, como el de Linda Pressly de BBC, igual podrían ser niñas de cinco años que ancianas), con la finalidad de violarlas. Así, cuando a las mujeres se les pasaba el efecto del narcótico y despertaba­n, veían y sentían en su cuerpo los abusos provocados y no podían hacer nada pues los hombres alegaban que todo había sido una alucinació­n de su parte o en casos más extremos, la intervenci­ón de un demonio que las mismas mujeres habían invocado con a sus “pasiones secretas”. Como este fue un asunto mediático, diré que se puso un alto a los abusos cuando un grupo de mujeres huyó de la comunidad y hablaron con las autoridade­s. Así se logró la detención de al menos ocho de los nueve implicados. Uno huyó del país y siete de los detenidos siguen en la cárcel cumpliendo una condena de veinticinc­o años. Uno solo estuvo unos años debido a que el único delito por el que fue juzgado fue el de ser el proveedor de la droga y también por su silencio. Cuento todos estos datos pues la cinta que realizó Polley, que también escribió el guion, sucede tras la detención de los hombres. En concreto, durante dos días en los que las mujeres quedan solas mientras los hombres de la comunidad atienden el juicio de los detenidos y ellas deciden realizar una votación para saber qué harán una vez que los hombres regresen. Con ese planteamie­nto la realizador­a canadiense arma una intrincada diatriba coral sobre las diferentes posturas que adoptan las mujeres cuando se enfrentan ante casos de abusos. Según Polley, y según su película Ellas hablan (2022, Estados Unidos), hay al menos tres: la de las mujeres que aceptan los abusos porque así son las cosas y difícilmen­te cambiarán para bien. Las que reconocen los abusos y también que no deberían suceder, pero que deciden no actuar al no encontrarl­e una salida “real” a su situación. Y la de las mujeres que están dispuestas a derribarlo todo, así queden enterradas bajo los escombros, con tal de no sufrir otro abuso. El asunto aquí es que Polley, con su decisión de convertir a Ellas hablan en una “chamber piece” en las que ni la geografía ni los eventos importen mucho, y en el que los verdaderos protagonis­tas son los diálogos que actrices como Claire Foy, Frances McDormand, Jessie Buckey y Rooney Mara se lanzan unas a otras; acabamos con una potente, sí, pero también inocua obra que quizá aspiraba a convertirs­e en un referente en los tiempos del #MeToo, pero que, caray, solo será recordada como el cuarto largometra­je escrito y dirigido por Sarah Polley. De nuevo, mucho ruido, o diálogo, y poquísimas nueces.

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