El Debate de Los Mochis

Apuestas en el beisbol, peligro de apostadore­s

- JUAN VENÉ jbeisbol5@aol.com @juanvene5

CORAL GABLES, FLORIDA (VIP-WIRE). Oí a Pete Rose, antes de un juego en Riverfront Stadium, proponerle a George Foster: “¡Voy cien dólares a que no llueve hoy!”. Foster no aceptó. Tampoco llovió”. Cuenta la leyenda que cuando para Dios iba a comenzar a hacer al mundo, gritó a todos los vientos: “¡Voy a que lo termino en siete días!”. Nada apostó, porque no existía el dinero ni tenía él propiedad alguna. Pero ganó, y fue la primera apuesta en la historia de la humanidad. El beisbol fue víctima de los apostadore­s a fines del siglo XIX y comienzos del XX.

De los apostadore­s, pero no de las apuestas. Si uno apuesta cien dólares a los Yankees, se espera el resultado y se cobra o se paga, no ocurre nada. Lo malo de aquella época no eran las apuestas, sino los apostadore­s, porque compartían su dinero con peloteros, “los compraban” para que trataran de no ganar.

Había que tener esos cómplices entre los mejores, como Ty Cobb y Tris Speaker, de quienes hay cartas con sus firmas, que comprueban cómo recibían ese tipo de dinero para ese tipo de misiones. Y un escándalo por apuestas arregladas con los peloteros cambió al beisbol.

Ocurrió en octubre de 1919, cuando varios de los Medias Blancas se vendieron a los apostadore­s, durante la Serie Mundial frente a los Rojos.

Los apostadore­s manejaban mucho dinero. Al pícher estrella del club de Chicago, Ed Cicotte, lo compraron por 10 mil dólares. Él cobraba por toda la temporada nueve mil 75, o sea, lo que ahora recibe Justin Verlander por cada vez que respira en el dugout de los Mets.

Como los Medias Blancas parecían tener el mejor róster y por eso eran favoritos, a ellos había que comprarlos. Los Rojos ganaron la Serie Mundial en cinco juegos, era a máximo de nueve. El escándalo fue tal, que produjo la idea de crear al comisionad­o; y el primero fue un famoso juez llamado Kenesaw Mountain Landis. Desde entonces le tienen tanto asco a los apostadore­s, como para haber execrado del beisbol de por vida, al mejor de los chocadores y al más espectacul­ar bigleaguer en 153 años de Grandes Ligas, Pete Rose.

Apostar es un vicio muy peligroso. La historia está llena de suicidios en hipódromos y en casinos, igual que de padres y madres que han perdido hasta sus hijas y sus casas.

No, no se trata de un drama solo del beisbol, más se apuesta en las carreras de caballos, las loterías, en el boxeo y en el soccer.

Gracias a la vida que me ha dado tanto, incluso un lector como tú.

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