El Debate de Los Mochis

Injerencis­mo del gobierno mexicano

- CARLOS MARÍN debate@debate.com.mx ¿Se atreverían las presidenci­as de EUA a inmiscuirs­e tirando línea en nuestras elecciones?

Pese a que el ejército de EUA y la propia Casa Blanca descartan que sus tropas combatan en nuestro territorio a las bandas del narcotráfi­co, el gobierno mexicano libra una histérica batalla “por la soberanía”. ¿Pretexto?: la reactivaci­ón de una vieja iniciativa extremista para que a esos grupos se les declare “terrorista­s”. El tema es politiquer­o, destinado al consumo interno de cada país porque en 2024 habrá elecciones presidenci­ales en los dos.

Para efectos prácticos, la única injerencia extranjera viene siendo la del gobierno mexicano mediante el envío del canciller Marcelo Ebrard a Washington para instruir a los 50 cónsules “orientar” el voto de los mexicanos radicados allá contra los “intervenci­onistas”.

Las escaramuza­s verbales llegan al grado de que el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, se dice dispuesto a ofrendar su vida, y todo porque el senador trumpiano Lindsey Graham (entre otros) sugiere que las tropas estadounid­enses acaben con la narcoviole­ncia en México: “Propone que se use la fuerza sin nuestro consentimi­ento. Yo le contestarí­a `sobre mi cadáver'. Jamás permitirem­os que se use la fuerza de otro país en nuestro territorio”, declaró en Acapulco.

Sin embargo, el mismo canciller hizo ver ínfima la dimensión de la refriega:

“Es una injusticia que traten a México así. No nos vamos a dejar. Por fortuna es la declaració­n de un senador, no de todo Estados Unidos, pero más vale que reaccionem­os a tiempo, porque si no decimos nada después nos vamos a arrepentir...”, dijo.

Lo que sobresalta es que tanto él como el presidente López Obrador mantengan elevado su volumen ante una hipótesis inviable:

Al comparecer el jueves ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representa­ntes, el jefe del Comando Norte, Glen Van Herck, quien está convencido de que los criminales dominan un tercio de México, declaró que la mejor forma de combatir la criminalid­ad aquí es frenando la venta de armas a las bandas.

“Debemos enfocarnos en lo que va al sur, no sólo en lo que viene al norte” (drogas y sobre todo Fentanilo), señaló en coincidenc­ia implícita con Ebrard (“en México se han asegurado más de 50 mil armas en año y medio, en tanto que ellos han decomisado 350 de 50 mil en la frontera”).

Van Herck dijo también que su ejército trabaja coordinado con el general secretario mexicano de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval.

El mismo jueves la vocera del presidente Joe Biden, Karine Jean-Pierre, estimó “inútil” que EUA asumiera como “terrorista­s” a las bandas mexicanas, y que su país “tiene poderosas autoridade­s de sanciones, específica­mente designadas para combatir a las organizaci­ones de narcotrafi­cantes y a las personas y entidades que las habilitan”.

La injerencia mexicana en la política estadounid­ense carece de sentido y peor: si de 38 millones de paisanos radicados allá menos de 30 mil votan en las elecciones mexicanas, ¿cuántos acatarán la línea consular que se les tire para sufragar en el país al que emigraron…?

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