DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
Simpliciano, ingenuo doncel sin ciencia de la vida, casó con Pirulina, muchacha sabidora. Ella no deseaba embarazarse pronto, de modo que llevó consigo una caja de condones y al empezar la noche de bodas se los dio a su maridito. Simpliciano, feliz de la vida, procedió a inflarlos como globos y a jugar con ellos saltando por toda la habitación. Pirulina meneó la cabeza y comentó: “Bien me dijo tu mamá, que nunca dejarías de ser niño”. Un tipo le preguntó a otro: “¿Vas a viajar en las vacaciones de Navidad?”. Respondió el otro, mohíno: “No tengo para quedarme en mi casa, menos voy a tener para viajar”. Doña Cacariola cambiaba confidencias con su mejor amiga. Quiso saber ésta: “¿Cómo es tu marido en la cuestión del sexo?”. Respondió doña Cacariola: “Como los meteorólogos, que se la pasan hablando del clima pero no pueden hacer nada acerca de él”. Los recién casados llegaron de su luna de miel y ocuparon el departamento donde vivirían. Ella tomó de la mano a su flamante esposo y lo llevó a la sala, luego a la cocina y finalmente a la recámara. A continuación le dijo: “De esas tres habitaciones escoge una, solamente una, donde quieres que yo sea buena”. Don Poseidón viajó a la gran ciudad. Tan pronto bajó del autobús se le acercó una muchacha de tacón dorado y le ofreció sus servicios. Le preguntó el a cuánto ascendía el monto de sus honorarios, y la sexoservidora se lo dijo. “Es demasiado -rechazó don Poseidón-. En mi pueblo puedo conseguirme una muchacha por un par de medias”. La otra se atufó: “¿Y entonces a qué diablos viene usted a la ciudad?”. Contestó don