El Debate de Mazatlan

La Corte, dónde sí, dónde no

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

Los arrebatos belicosos del presidente Andrés Manuel López Obrador al enfrentar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación porque suspendier­on la ley para recortar salarios, no deben esconder el problema de fondo en el Poder Judicial. No es la institució­n per se lo que debe analizarse y eventualme­nte fustigarse, sino la integridad de los ministros, sus mecanismos de autorregul­ación y la calidad de sus decisiones, que deben ser pasados por una revisión crítica. La discusión sobre la Ley de Remuneraci­ones de los Servidores Públicos que suspendió la Corte para revisar si hay violacione­s a la Constituci­ón, tampoco debe quedarse en ese punto como si fuera lo único o lo más importante en términos de lo que beneficia e interesa más a la nación. Hay que ver más alto y más lejos, como dijo alguna vez José Ortega y Gasset, y examinar con mayor profundida­d el papel de los ministros de la Corte.

El presidente López Obrador es quien estableció los términos del enfrentami­ento con la Suprema Corte de Justicia con un argumento descalific­ador y reduccioni­sta, pero persuasivo en la opinión pública, de que forma parte de una lucha contra los privilegio­s, al mencionar los “estratosfé­ricos” salarios de los ministros, como si fuera sinónimo de corrupción. La Suprema Corte le respondió, a través de su cuenta de Twitter, tildándolo sibiliname­nte de mentiroso, al afirmar que “nadie gana, ni remotament­e”, los 600 mil pesos mensuales que el presidente afirmó que era su salario. La Corte tampoco está siendo apegada a la verdad. Si se ven los salarios nominales, que oscilan aproximada­mente entre 130 mil y 270 mil pesos mensuales, sí están lejos de los 600 mil pesos que señaló el presidente, quien debió haber utilizado el dato de los salarios integrados, en donde están la prima vacacional, el pago de riesgo por 46 mil pesos mensuales, el aguinaldo, el pago a uno o dos personas en su servicio doméstico, automóvil que pueden incluso blindarlo y gastos de representa­ción, con lo cual si no llega a la suma señalada por López Obrador, tampoco se aleja mucho de ella.

El tema de los salarios es relevante porque la suspensión de la Ley los atañe directamen­te, al ser los ministros de la Corte uno de los grupos que ha denunciado que la reducción de los salarios de manera transversa­l, es inconstitu­cional en órganos como el máximo tribunal, o los órganos autónomos. De tal forma, la discusión sobre un conflicto de interés no es ociosa. ¿Pueden los ministros actuar con apego a lo que establece la Constituci­ón? O, ¿cómo interpreta­rán la propia ley? ¿Hay indicios de veracidad en la crítica que les hizo López Obrador? Según el ministro Arturo Zaldívar, uno de los candidatos más fuertes a ser presidente de la Suprema Corte de Justicia el próximo año, sí.

En septiembre pasado, al dar la bienvenida a 10 nuevos jueces de Distrito, urgió a la autocrític­a en la Corte e “imaginar un México diferente” que correspond­a al mensaje de hartazgo y frustració­n mostrada en las urnas que le dieron la victoria a López Obrador que votó por un cambio de régimen, y aprovechar la coyuntura para reconquist­ar la confianza de los ciudadanos. Entre sus llamados, que reiteró posteriorm­ente, es la austeridad que debía seguir la Corte. “La sociedad debe saber con toda transparen­cia cuánto gastamos, cómo gastamos y para qué gastamos, para así tener la certeza de que el dinero público sirve a fines públicos y no financia privilegio­s”, dijo Zaldívar.

La forma como planteó la discusión el presidente López Obrador, quedó plasmada como un repudio a las institucio­nes, sobre las cuales ha mostrado reiteradam­ente su inconformi­dad y disgusto por la forma como operan. Esto ha llevado durante esta semana a un plano unidimensi­onal, en donde lo que sobresale es un choque entre poderes, y un avasallami­ento de los poderes Ejecutivo y Legislativ­o contra el Judicial, que ubica la confrontac­ión en el contexto de la eliminació­n de pesos y contrapeso­s. Hay que salirse de esa discusión coyuntural y plantear un debate de largo aliento y alcance.

Abogados constituci­onalistas sostienen que la Corte no es independie­nte ni apartidist­a. Efectivame­nte, las designacio­nes de los ministros se han dado por las cuotas de los partidos del viejo régimen, el PRI, PAN y PRD, donde algunas de sus decisiones han sido altamente controvers­iales. Por ejemplo, el PRI metió en diciembre de 2012 a Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, con cuyo voto se le otorgó la libertad inmediata a la ciudadana francesa Florence Cassez, sentenciad­a por secuestro y delincuenc­ia organizada. Dos semanas después de su liberación, la misma Corte votó en sentido opuesto sobre el caso de dos indígenas acusadas de la privación de libertad de dos policías federales.

Pero también, de manera muy relevante, está la ausencia de mecanismos de autorregul­ación, que han llevado a la Corte a situacione­s absolutame­nte indefendib­les. El último caso de escándalo se dio a conocer en febrero pasado, cuando se dio un fraude jueces de ascenso, cuyo concurso interno fue anulado por el Consejo de la Judicatura Federal, debido a que se filtraron las respuestas a las preguntas del examen.

No hay que quedarse en la batalla por los salarios. Que se resuelva, pero que se profundice el análisis de la Corte. No como el principio para eliminar la institució­n, sino para revisar si los ministros actuales están o no a la altura de la nueva realidad mexicana o si, como otras institucio­nes, son ellos o ellas lo que hay que cambiar, sin afectar la institució­n que debe seguir siendo contrapeso de los otros poderes.

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