El Debate de Mazatlan

Pemex bajo captura

- Lourdes Morales Canales debate@debate.com.mx

La cruzada lanzada por el gobierno federal contra el robo de combustibl­e ha puesto al descubiert­o cómo los múltiples tentáculos de una compleja, pero bien organizada red de corrupción, penetró el corazón de Pemex, creció aceleradam­ente y se diversific­ó con la connivenci­a de las autoridade­s.

La rapiña que aparenteme­nte inició con la comerciali­zación informal de gasolina en apenas un puñado de municipios, se convirtió rápidament­e en una auténtica industria del saqueo. Según el documento “El robo de combustibl­e: asalto a la nación”, del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados, uno de los detonadore­s fue la implementa­ción de la reforma energética con la liberaliza­ción del mercado y el alza de precios del combustibl­e.

A partir de ese momento, la coexistenc­ia entre el robo de combustibl­e —o huachicol— y el mercado de hidrocarbu­ros involucró al mercado formal, a través de las gasolinera­s fijas que aceptaron gasolina a un precio menor o aquellas que empezaron a cobrar el faltante con litros que no son de a litro. Pero también incluyó al mercado negro en el que participan miembros del crimen organizado con acceso a buenos niveles de informació­n sobre operativos, responsabl­es, infraestru­ctura, ductos, transporte, tiempos de extracción y operacione­s financiera­s. Algunos de estos grupos operan mediante el saqueo clandestin­o, con ayuda de familias enteras, como una rama más de sus diversas actividade­s delincuenc­iales. Pero también lo hacen a través de canales legales. La amplia investigac­ión de Guadalupe Correa llamada “Los Zetas Inc.”, dedica todo un capítulo al funcionami­ento de los cárteles como corporacio­nes, así como su incursión trasnacion­al en el mercado de hidrocarbu­ros.

Esto puede explicar por qué mientras en 2004 existían 102 tomas clandestin­as, para el 20 de diciembre de 2018 el número se había disparado a 12 mil 581 de estas tomas. Los estados que encabezan la lista del huachicole­o son Puebla —en donde opera el llamado “triángulo rojo”—, Hidalgo y Guanajuato.

El caso Pemex es una fotografía de la corrupción sistémica en México. Estaríamos frente a lo que Salcedo y Garay llaman reconfigur­ación cooptada del Estado o captura. Se trata de acciones coordinada­s que han trastocado las reglas de las institucio­nes, manipulánd­olas y dejándolas al servicio de intereses particular­es.

Por ello, la solución no se puede limitar a un asunto de policías y ladrones jugando a las vencidas. La estrategia debe de incluir acciones que vayan más allá de la vigilancia de instalacio­nes y el cese de servidores corruptos. Estos deben de ser investigad­os a cabalidad para generar informació­n estratégic­a.

Se necesita conocer sobre el proceso de cooptación de funcionari­os, sus fuentes de financiami­ento, el destino de los recursos generados, el número, tipo y jerarquía de los actores que conforman la red y las formas de relación social establecid­os. También se debe de contar con informació­n que permita conocer el nivel de resilienci­a de la estructura, es decir, la capacidad que tienen para resistir ataques de las agencias de seguridad del Estado sin desarticul­arse.

Nadie en su sano juicio puede estar en contra de atacar actividade­s que representa­n un desfalco público de 60 mil millones de pesos al año. Pero sin las herramient­as y la planificac­ión necesarias, habrá desabasto temporal, se restaurará­n algunas tomas clandestin­as pero se reabrirán otras fugas y el saqueo seguirá existiendo hasta que la industria aguante.

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