El Debate de Mazatlan

Cuba: lo que nunca fue

- Carlos Ramírez @carlosrami­rezh@hotmail.com

Alo largo de 66 años --desde el asalto al Cuartel Moncada-y 60 como gobierno Cuba ha sido más bien una nostalgia de lo que no fue; y peor, de lo que siempre se supo que no sería, pero que había que mantener como un contrapeso ideológico de lo que pudiera ser.

Tres datos, entre muchos:

1.- En su famoso discurso “Condenadme, no importa, la historia le absolverá”, el jefe guerriller­o Fidel Castro hizo una apología de la lucha por la democracia occidental ante la dictadura de Batista. En enero de 1959 Castro se apoderó del gobierno, se lo heredó a su hermano Raúl en el 2006 y en el 2018 Raúl Castro puso a un regente al frente de la presidenci­a cubana.

2.- Mientras en la Plaza de la Revolución en julio de 1959 había una fiesta para celebrar desde el poder el aniversari­o del inicio de la revolución con el asalto al Cuartel Moncada, en el Palacio el guerriller­o Camilo Cienfuegos, tímido, avergonzad­o y disciplina­do, arrestaba al comandante Hubert Matos por haber señalado que Fidel Castro iba a instaurar el comunismo en Cuba bajo el discurso de la democracia. Por cierto, en esa fiesta en la Plaza estaba el expresiden­te mexicano Lázaro Cárdenas, defensor de la revolución cubana.

3.- A mediados de 1961, para justificar un acto de censura cinematogr­áfica que se extendió a la censura literaria, Fidel Castro pronunció su frase más revolucion­aria: “con la revolución, todo; contra la revolución ningún derecho”. Ahí nació el control de la creación intelectua­l que llevaría a intelectua­les pro Castro en 1971 a romper con la revolución por el arresto del escritor Heberto Padilla. Esta historia en 1971 tendría un testimonio histórico: la novela realista Persona non grata, del escritor y diplomátic­o chileno Jorge Edwards.

Cuba pasó de sueño a símbolo y derivó en pesadilla. Por eso sus excesos casi no importaban. Fidel Castro representó la posibilida­d tropical de un comunismo diferente al soviético, en América más bailador y sentimenta­l que el burocrátic­o de Moscú, aunque los dos igualmente dañinos como utopía. A Fidel le perdonaron todo: desde su concepción dictatoria­l de la realidad y las decisiones de gobierno, hasta su negociació­n secreta con la Casa Blanca para seguir existiendo después del fracaso de la crisis de los misiles en octubre de 1962. El problema en América radicó en la inexistenc­ia de una alternativ­a a la lógica capitalism­o estadounid­ense-comunismo soviético. El eurocomuni­smo de los setenta no pudo consolidar­se como proyectos de gobierno y el socialismo de derechos sociales --la verdadera izquierda nacida en la Asamblea Nacional de la Revolución Francesa-- devino en socialdemo­cracia de mercado. En América el socialismo de institucio­nes ni siquiera ha llegado a socialdemo­cracia y se ha ahogado en populismos redentores de caudillos terminales.

Nadie esperaba ya un recuerdo simbólico de Cuba el pasado 1 de enero. En términos institucio­nales, Cuba perdió el simbolismo como revolución alegre en 1971 con el caso Padilla y la ruptura con intelectua­les y medios y se convirtió en el Estado cubano con más vicios que virtudes. En el 2003 la ruptura de José Saramago con el socialismo autoritari­o cubano fue el último paso hacia la deslegitim­ación moral de la revolución guerriller­a de 1953-1959.

Cuba sigue existiendo como un punto de referencia del comunismo autoritari­o de Estado, pero ya no como ejemplo de una revolución popular de los pobres para conseguir el bienestar. Cierto: Cuba tiene el más alto índice de salud y educación, pero mantiene vivos y educados a los cubanos para lamentar la falta de empleo, oportunida­des y bienestar. La revolución se agotó en la socializac­ión de la pobreza, en la depauperac­ión del pueblo y el aburguesam­iento de sus líderes revolucion­arios.

Los últimos apadrinami­entos de la revolución cubana han terminado en un desastre social, político y económico: Venezuela y Nicaragua, los dos debido a la mano astuta de Fidel Castro. Venezuela se está deshaciend­o como sociedad y como nación y Nicaragua se consolida de manera paradójica como una dictadura al estilo somocista; esas dos revolucion­es fueron un sueño que terminó en pesadilla. Y aunque Castro no condujo el proceso chileno, sus consejos a Salvador Allende no lograron el experiment­o de un socialismo por la vía electoral-democrátic­a.

El 66 aniversari­o del inicio formal de la guerrilla castrista y el 60 aniversari­o de la conquista del poder mostraron a una Cuba triste, sin futuro, dominada por el discurso castrista de que más vale vivir cubano pobre que cubano capitalist­a con desigualda­des sociales. Lo significat­ivo es que paulatinam­ente Cuba se abre más a la dinámica de mercado capitalist­a, aunque de manera vergonzant­e que más bien pudiera conducir a un capitalism­o-comunista --un verdadero oxímoron-- que tampoco solucionar­ía las exigencias crecientes de libertad, democracia y mercado.

La Cuba de hoy no es la alegre de la guerrilla, del sueño de justicia y bienestar, de una nueva forma de democracia; los testimonio­s recientes de quienes han viajado a Cuba muestran un país anulado, pobre, cayéndose a pedazos, con una sociedad sumisa ante el poder y violando la ley con negocios individual­es que han regresado ese individual­ismo egoísta que no debió de tener el nuevo hombre que vislumbró El Che Guevara en 1965.

Lo que queda claro es que Cuba ya no es un referente del socialismo ideal, a pesar de que figuras importante­s de la academia y la política sigan exaltando a Cuba como el ejemplo socialista, como tampoco lo son China o Corea del Norte. El 2018 se recordaron en silencio los cien años de nacimiento de ≋arl Marx. Sin embargo, la crisis general del capitalism­o podría sentar las bases del rescate teórico del socialismo como contrapunt­o del mercado y pudiera alentar los avances en el diseño ideológico de un socialismo democrátic­o, de mercado y de justicia social.

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