El Debate de Mazatlan

Educación con enfoque inclusivo

El derecho a la educación inclusiva reconoce en principio que todo individuo posee caracterís­ticas, capacidade­s y necesidade­s de aprendizaj­e particular­es.

- Alfonso Pérez Daza debate@debate.com.mx

Nuevamente, la agenda educativa está en el centro del debate nacional. La relevancia de este tema es de enormes proporcion­es, por cuanto el proceso educativo busca edificar individuos autónomos, consciente­s y responsabl­es y, a través de ello, sociedades más justas, solidarias y democrátic­as. Podríamos afirmar, en ese sentido, que los horizontes de la educación definen, en gran medida, los contornos de la convivenci­a social en el marco de un Estado de Derecho. Aunque existe consenso en la importanci­a que reviste este tema, los diferendos se encuentran en las diversas perspectiv­as que se han planteado para llevar a nuestro sistema educativo a mejores niveles de desarrollo que permitan garantizar el derecho a la educación de manera plena. Así, mientras a nivel internacio­nal se ha colocado el acento en el asunto de la calidad educativa, las cuestiones de equidad e inclusión no pueden dejarse atrás.

Si bien la medición de resultados y la aplicación de evaluacion­es diagnóstic­as son instrument­os valiosos para conocer los avances educativos en un país, también debemos ampliar el enfoque para considerar el impacto de elementos como el rezago social, los contextos culturales o, incluso, los aspectos emocionale­s de las personas en el proceso educativo. Al respecto, diversos datos indican que nuestro país enfrenta enormes retos. De acuerdo con informes oficiales del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), 38.8% de

las escuelas primarias están en zonas de alta marginació­n; sólo 71.5% de las primarias cuenta con techos de concreto y 16% de las escuelas prescolare­s no tienen energía eléctrica. Las condicione­s de rezago son mayores en escuelas comunitari­as e indígenas, pues 64% no cuentan con agua, 72% no tienen computador­as y 63% no cuentan con internet. ¿Cómo utilizar los mismos parámetros de evaluación en contextos sociales sumamente distintos?

Según el Panorama de la Educación 2018 de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE), “las grandes diferencia­s en el entorno de aprendizaj­e de las institucio­nes públicas y las privadas pueden representa­r un obstáculo para la equidad de los resultados educativos”. No podría ser de otro modo, pues los resultados educativos de los alumnos y el desempeño profesiona­l de los docentes dependen, en gran medida, de las condicione­s de inclusión o rezago en las que se inserta su actividad.

Recienteme­nte, la Suprema Corte de Justicia de la Nación se pronunció respecto al derecho a la educación inclusiva, mismo que reconoce en principio que todo individuo posee caracterís­ticas, capacidade­s y necesidade­s de aprendizaj­e particular­es y, por lo tanto, antes que igualdad, exige equidad en el tratamient­o educativo de los alumnos. Lo anterior pone énfasis en la obligación del Estado mexicano de “asegurar que las circunstan­cias personales o sociales, como el género, el origen étnico o la situación económica, no sean obstáculos que impidan acceder a la educación”.

Por esa razón, el actual debate educativo debe nutrirse no solo de criterios para alcanzar la calidad educativa, sino para reducir las brechas de desigualda­d entre zonas de marginació­n y regiones del país. Lo anterior debe aplicarse no solo a los alumnos sino a todos los integrante­s de una comunidad escolar. La estrategia en materia educativa debe priorizar la creación de sinergias y no la segregació­n de alumnos, docentes o autoridade­s escolares según sus capacidade­s.

La educación incluyente nunca es perjudicia­l para una sociedad. La calidad educativa puede garantizar­se mediante un trabajo más cooperativ­o que competitiv­o. Como el gran pedagogo Paulo Freire refería: “Ninguno ignora todo, ninguno lo sabe todo. Por eso aprendemos siempre”.

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