El Debate de Mazatlan

Y ahora contra la Suprema Corte… ¿Quién sigue?

- María Elena Morera Twitter: @MaElenaMor­era

Hace unos días, el senador Ricardo Monreal presentó una iniciativa para reformar, otra vez, nuestra Constituci­ón. La propuesta consiste en crear una nueva sala en la Suprema Corte y aumentar de 11 a 16 el número de ministros, y de 8 a 11 el número de votos necesarios para que la Corte pueda declarar inconstitu­cional una norma. No es que una sea paranoica, pero parece que esta reforma, que busca modificar la conformaci­ón de nuestro máximo tribunal, se realizó tomando en cuenta el número de votos que el gobierno va a necesitar, y podría reunir, para que la Corte no le pueda bloquear ninguna ley. Me explico: para bloquear cualquier intento de control constituci­onal van a necesitar seis ministros afines y sí, los van a tener si esta reforma prospera. Recordemos que el presidente ya nombró a dos ministros afines; con los 5 ministros adicionale­s, tendrían ya siete (uno más que los necesarios), y además faltaría nombrar a otro ministro en el 2021. En resumen: necesitarí­an seis, tendrían siete de volada y, en un par de años, ocho en total. Pero además, está el detalle de que la nueva sala va a resolver en definitiva, nada menos que los nombramien­tos y destitucio­nes de jueces y magistrado­s federales. Es decir, la maniobra pretende control desde fuera y desde adentro. La Corte como dique o yugo, o las dos, según convenga.

Desde luego, este amago de avasallami­ento de otro Poder se disfraza, y así como con este gobierno la militariza­ción no es militariza­ción, este agandalle contra la

Suprema Corte se justifica con el noble objetivo de atender temas de corrupción, ese comodín que hoy sirve para vender cualquier cosa. Sólo que, así como la Guardia no militar sí es militar, el cinismo en este caso es también evidente cuando están pendientes los nombramien­tos de los magistrado­s especializ­ados en corrupción del Tribunal Federal de Justicia Administra­tiva y del Fiscal Anticorrup­ción. Pero esos no importan porque el objetivo no es la corrupción sino el control de la Corte y, eventualme­nte, del Poder Judicial Federal.

Todo el planteamie­nto es vergonzant­e, y así como se disfraza la intención, también se esconde la mano. El presidente se desentiend­e de la iniciativa, pero supongo que es claro para todo mundo, independie­ntemente de su filiación política, que no es concebible que Morena presente una iniciativa de esta importanci­a, sin el conocimien­to y probable concepción del propio presidente.

Anticipánd­ome a las críticas en el sentido de que todos los presidente­s y senadores han nombrado a ministros conforme a sus intereses y afinidades personales, la gran diferencia con lo que estamos viendo es que hasta ahora se habían respetado las reglas del juego; es decir, nombramien­tos escalonado­s de los ministros que impidieran una hegemonía en cualquier sentido.

Esta amenaza contra la independen­cia de Poder Judicial se da en un contexto marcado por el amedrentam­iento contra jueces a quienes se acusaría de liberar criminales (¡ya tendríamos juez de jueces!), el incremento de los delitos por los que una persona puede estar en prisión sin juicio, la acelerada militariza­ción del país, el reparto masivo de cheques para supuestame­nte paliar la destrucció­n de las estructura­s de atención social, los ataques contra los organismos autónomos y el acoso a los medios de comunicaci­ón. Este contexto es en realidad un diseño, uno que evidenteme­nte no incorpora los contrapeso­s ni los espacios de libertad que tanto esfuerzo le han costado al país. Está claro que hay un listado de leyes e institucio­nes que hay que destruir o someter, y está claro que el listado es largo ¿Quién sigue?

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