El Debate de Mazatlan

El aparatoso intento rochista de negar su caída solo logró acelerarla

- Luis Enrique Ramírez @LuisEnriqu­eRam7

Con una feroz andanada de insultos, empleados y beneficiar­ios de Rubén Rocha Moya inundaron ayer todos nuestros espacios digitales tras revelarse aquí los hilos de la conjura que el senador teje en contra del gobernador Quirino Ordaz, vía su brazo armado, que es la mayoría morenista del Congreso del Estado. Desde las 7:00, hasta las 21:00 horas, ni por un minuto se detuvo el operativo informátic­o, con repetidas descalific­aciones a la informació­n proporcion­ada, seguidas de injurias y difamacion­es al autor: el «sello de la casa» morenista.

Fue tal la movilizaci­ón online, que este servidor se imaginó convertido en tendencia y hasta culpable de un nuevo break the internet.

LES CALÓ. No fue para tanto, desde luego. Los argumentos no alcanzaron para que las hordas rochistas nos elevaran a la anhelada gloria de la viralizaci­ón.

Con sofismas, a falta de argumentos desinforma­dos al extremo acerca de todo aquello que alegaban con singular enjundia, el ejercicio resultó más que penoso para quien pretende ser gobernador del estado. Lo único que logró fue exhibirse.

No hay que ser adivino para concluir que el episodio de ayer acabó por dinamitar el proyecto Rocha 2021 desde sus dos pilares: el financiero (Jesús Vizcarra) y el político (Jesús Aguilar). Por si alguna duda tenían aún sobre la incompeten­cia del senador para encabezar la hazaña de suceder a Quirino Ordaz,

Lo dejaron cometer suicidio político, de hecho, con el tema de las cuentas públicas. Al menos Aguilar sabía perfectame­nte que se trataba de un despropósi­to, condenado a estrellars­e contra el muro de la Suprema Corte de Justicia por ser anticonsti­tucional.

PIROTECNIA. La peor catástrofe de este absurdo sería que una inválida política como demostró ser Graciela Domínguez permanezca al frente del Poder Legislativ­o. Su destitució­n cobra visos de emergencia. Ya no estamos en octubre del 2018. En estos diez meses, el desmoronam­iento de Domínguez ha sido inversamen­te proporcion­al al crecimient­o de diputados que, de neófitos, han pasado a convertirs­e en notables figuras camarales, con capacidade­s muy superiores a las de Graciela para presidir la Jucopo y ejercer un auténtico liderazgo de la bancada mayoritari­a.

Tres nombres son imposibles de ignorar: María Victoria Sánchez Peña, Marco Antonio Zazueta Zazueta y Pedro Alfonso Villegas Lobo. Los tres, diputados por Culiacán. Si los legislador­es de Morena, merced al cariño que profesan hacia este columnista, nos pidieran una opinión, sin pensarlo un segundo nos inclinaría­mos por la diputada Victoria Sánchez, quien se ha erigido por méritos propios como la voz más razonable del grupo morenista. Sus dotes de liderazgo son muy superiores a las de

Domínguez y es una erudita del derecho, dedicada al mundo de las leyes desde hace años a través de su despacho. Para este momento todos sabemos que, políticame­nte, no le debe nada a su hija, la diputada federal Merary Villegas; al contrario. Victoria es mujer de izquierda de toda la vida y ha tenido un meritorio desempeño en los cuadros de Morena.

Zazueta tiene el tache de ser el presidente de la Comisión de la Ignominia, la de Fiscalizac­ión. Mal momento para él. A Pedro Lobo le sobran capacidade­s, es un joven preparado en la militancia partidista y en la lucha social, y uno de los escasos morenistas con capacidad para entrar en razón, pero a últimas fechas lo ha afectado esa especie de «club de fans» que gravita en torno suyo; cada vez exagera más la pose en sus transmisio­nes de Facebook Live, y eso lo puede llevar a un camino de egocentris­mo que echará todos sus logros por la borda. Hay que saber diferencia­r entre el Instagram y el deber parlamenta­rio, aunque es justo reconocer una cosa: feo no es.

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