¿Para qué sirven los abogados?
La mayoría de las personas ven a los abogados como el último recurso a tomar en cuenta cuando se tiene un problema legal. Se ve a este como un mal necesario, del cual, muy a su pesar, tiene que echar mano cuando las negociaciones, las palabras y el diálogo no surten efectos. Los empresarios y dueños de negocios ni siquiera incluyen en sus presupuestos de gastos los servicios de abogados, como por ejemplo sí contemplan los de los contadores. Más aún, se percibe al abogado como a un cuasidelincuente, que viene a extorsionarlos, mentirles, sacarles dinero, traicionarlos y, al final, no resolver el problema.
Por desgracia, es muy frecuente encontrarse con abogados deshonestos, incumplidos, sin preparación, desactualizados e irresponsables, y es que somos los mismos abogados quienes nos hemos encargado de hacernos tan mala fama. La tenemos bien ganada.
El abogado, más que cualquier otro profesional, debe ser una persona que esencialmente “tenga fuertemente arraigados los valores”, debe procurar que sus acciones siempre sean honestas y apegadas a la ley y, sobre todo, “ser fiel a su cliente buscando su bienestar”. Des afortunadamente, la ambición malintencionada, el querer ganar dinero fácil y rápido, se apodera del alma de las personas, las cuales sucumben más fácilmente cuando no cuentan con los cimientos de valores suficientes. En el ejercicio de la abogacía llega a facilitarse más que en otros oficios, el caer en tentación y corromperse, por ello es que se requiere de personas de fuertes y arraigadas convicciones de justicia, honestidad, lealtad y compromiso.
El abogado debería de ser tomado en cuenta como un proveedor más de servicios en todos los negocios y empresas, así como un asesor de cabecera para cuestiones personales y familiares, pues siempre será necesario, sobre todo para prevenir conflictos y no solo para resolverlos cuando ya están latentes.
Una forma de identificar a abogados serios con las características de honestidad y ética profesional son aquellos que cuentan con la certificación por parte de organismos formales de prestigio, como es el caso de algunos colegios de abogados con reconocimiento oficial a nivel nacional.
Dicho reconocimiento avala que aquellos profesionales que cuentan con su certificación reúnen las asistencias a sesiones de actualización jurídica y de ética profesional suficientes para su obtención, ello habla del compromiso de estos profesionistas para con el debido ejercicio de su profesión y su preocupación por hacer un trabajo de mejor calidad apegados a valores y principios. No es posible hablar del correcto cumplimiento del Estado de derecho si los especialistas en esa área son quienes lo corrompen e irrespetan. En la medida que haya mejores abogados, con valores y convicciones, habrá una mejoría importante en la impartición de justicia, y con ello la observancia del Estado de derecho que tanta falta hace en nuestro país.
Como siempre, un placer saludarlo, esperando que estas pocas letras hayan sido de su agrado y, sobre todo, de utilidad. ¡Hasta la próxima!