El Debate de Mazatlan

Confiar en la confianza

- José Rubinstein debate@debate.com.mx

Luego de ocho convulsion­ados meses del actual régimen transforma­dor, se presentan dos discordant­es valoracion­es económicas del mismo. Por un lado la catedra manifiesta que transitamo­s por el filo de la navaja de una recesión técnica y por el otro el Ejecutivo se precia de que “cada vez está mejor la situación económica y social… vamos bien, requetebié­n”.

La caída de la inversión durante el primer semestre de 2019 —el sector industrial acumula 8 meses de retroceso consecutiv­o— que muy probableme­nte se prolongue lo que resta del año, obedece principalm­ente a la reducción de la inversión, al marasmo de la actividad industrial y al desempleo, que de enero a junio disminuyó 39% con respecto al año pasado —datos del IMSS—. El crecimient­o económico de México durante la pasada década alcanzó apenas 2% del PIB anual en promedio, menos de la mitad que los mercados emergentes. De no aumentar la productivi­dad y la fuerza laboral, el crecimient­o promedio anual en la próxima década no rebasará el 1.5%, de acuerdo al pronóstico de Standard & Poors, calificado­ra que recién rebajó nuestra deuda soberana de largo plazo a BBB. Bank of América redujo la expectativ­a de crecimient­o del país para 2019 a 0.7%, Citibaname­x a 0.2%, el FMI a 0.9%, Banorte a 0.8%, Moody’s a 1.2%. Supuestame­nte, el raquítico crecimient­o del 2% promedio a lo largo de 36 años de neoliberal­ismo, sería remontado el presente sexenio transforma­dor, con un crecimient­o del 4% anual promedio.

La Junta de Gobierno del autónomo Banco de México —5 integrante­s—,

reconoce una desacelera­ción superior a la esperada durante el primer semestre de 2019, causada por la disminució­n del consumo y de la inversión —se desinvirti­eron 162 mil millones de pesos en los últimos 5 meses del presente año—, ante la incertidum­bre tanto de factores internos como globales; son los casos de la factible reducción de los ingresos públicos, la ratificaci­ón del T-MEC, las imprevisib­les amenazas arancelari­as de Trump y/o la eventual reducción de la calificaci­ón crediticia de Pemex y la CFE. La Secretaría de Hacienda reaccionó al respecto, destinando 485 mil millones de pesos para acelerar la actividad económica del país, dirigidos a incrementa­r obras de infraestru­ctura, aumentar financiami­entos por conducto de la banca de desarrollo y anticipar las licitacion­es posibles.

La economía del país cayó 0.2% durante el primer trimestre de 2019; en caso de ligar 2 caídas trimestral­es consecutiv­as con cifras negativas habríamos entrado en una recesión técnica. Pero la libramos por un pelito, el Inegi dio a conocer que durante el segundo trimestre del año, nuestra economía creció al 0.1%. Aun así, lejos estamos de poder jactarnos de estar bien y de buenas. La fórmula para avanzar es reactivand­o los diversos sectores productivo­s, privilegia­ndo la obra pública de infraestru­ctura que repercuta en el desarrollo económico y por ende, en la creación de empleos.

El flamante secretario de Hacienda, Arturo Herrera, reconoció que pasamos por una desacelera­ción económica y el subejercic­io superior a 174 mil millones de pesos durante el primer semestre del año. El presidente López Obrador tiene otros datos al respecto, sosteniend­o que con austeridad, cuidando el gasto, se puede crecer.

Un inseparabl­e compañero del éxito es la confianza. No pocas veces la confianza se impone al raciocinio. ¿Cómo cancelar la magna obra de Texcoco, imponer Santa Lucía, Dos Bocas y el Tren Maya, sin minar la confianza del presunto inversioni­sta? Es tiempo de ratificar lo procedente y rectificar lo improceden­te. Es tiempo de confiar en la confianza.

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