El Debate de Mazatlan

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

- Catón armandocat­on@gmail.com afacaton@yahoo.com.mx

“Me da un paquete de condones” -pidió en la farmacia el joven cliente. Preguntó el farmacéuti­co: “¿Para solteros o para casados?”. El muchacho se sorprendió: “¿Hay alguna diferencia?”. “Sí -respondió el de la farmacia-. El de solteros trae siete condones: para lunes, martes, miércoles, etcétera. El de casados trae 12: para enero, para febrero, para marzo.”. El juez reprendió con aspereza al individuo: “Se le acusa de haber arrojado a su suegra por la ventana del segundo piso. Es usted un inconscien­te, un desconside­rado. ¿No pensó que pudo lastimar a alguien que en ese momento fuera pasando por la acera?”. Un amigo de don Holgacio habló con él: “Me apena decírtelo, pero he sabido que tu hija, la que se fue a la ciudad, está trabajando de prostituta en un burdel”. “¡Qué vergüenza! -gimió don Holgancio al tiempo que se mesaba los cabellos con desesperac­ión-. ¡En nuestra familia nadie jamás había trabajado!”. La maestra les preguntó a las niñas: “¿Qué animales son los que nos dan las pieles más finas?”. Juanita respondió: “Los armiños”. Lucita contestó: “Los visones”. Rosilita -equivalent­e femenino de Pepito- dijo: “Los hombres”. Don Algón pasó un fin de semana en un campo nudista. “Fue una experienci­as desastrosa -comentó después-. Todos los que me veía me saludaban diciendo: ‘Hola, señora’”. Jesús puso su mano misericord­iosa sobre la mujer adúltera y pronunció su frase de perdón: “El que esté libre de culpa que tire la primera piedra”. ¡Wham! Una pedrada descalabró a la mujer. Le preguntó el Señor al hombre que había arrojado la piedra: “¿Acaso estás tú libre de culpa?”. “No -masculló el tipo, rencoroso-. Pero soy el marido”. Un amigo

de Babalucas le contó: “Mi hermano toca en la sinfónica. Viola”. Opinó el tontiloco: “Las dos ocupacione­s me parecen por demás incompatib­les”. “Perdóname -se disculpó el ciempiés macho con la hembra-. Cuando termino de quitarme los zapatos ya se me bajó la gana”. Don Crésido, magnate de muchos años y mucho más dinero, le dijo con emoción a la hermosa chica: “¡Señorita Dulcibel! ¡Hay un corazón enamorado que late por usted bajo esta billetera!”. Las gatas andaban en celo, y en la azotea se escuchaban los ululatos, quejos y bufidos que suelen acompañar a los amores de los gatos. La niñita le preguntó a su padre: “¿Por qué los gatos hacen así?”. El papá, a fin de no entrar en detalles inapropiad­os para la edad de la pequeña, contestó: “Es que les están sacando una muela”. Pocos días después el señor se ausentó de la ciudad por motivos de negocios. A su regreso su hijita le informó: “Ahora que estuviste fuera el vecino le sacaba todas las noches una muela a mi mamá”. Los recién casados iba en jet a su luna de miel. Era de noche ya, y en la penumbra de la cabina del avión dijo la azafata: “Favor de abrocharse el cinturón”. “¿Lo ves? -le reprochó muy apenada la muchacha a su galán-. ¡Te dije que nos iban a ver!”. Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupisce­ncia de la carne, le hizo una proposició­n salaz a Florilí, hija de familia. Ella le dijo: “No se confunda”. Le explicó Afrodisio: “Es igual que sin funda”. Pirulina, muchacha pizpireta, bajó al campo de futbol luciendo con orgullo la camiseta de los Caballos Pintos. El director técnico la detuvo. “Señorita -le advirtió-. Nadie puede estar en la cancha con esa camiseta a menos que sea del equipo”. Replicó Pirulina: “Anoche lo fui”. De regreso de un viaje don Chinguetas regañó al velador: “Me dicen los vecinos que anoche entró un sujeto en la casa y se metió en el cuarto de la criada. ¿Por qué lo dejó usted pasar?”. “Perdóneme, señor -se apenó el guardia-. Es que pensé que sería alguno de los amigos de la señora”. FIN.

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