El Debate de Mazatlan

Contra todo y pese a todo

- Carlos Marín cmarin@milenio.com

No bien el presidente López Obrador acababa de sorprender con la confirmaci­ón de que se verá con Trump, el embajador de Estados Unidos puso el dedo en la llaga de la 4T sobre la desconfian­za de sus paisanos: “Los inversioni­stas buscan certidumbr­e y no hay nada peor que cambiar las reglas del juego…”.

Su declaració­n es la cereza, no, el chamoy en el descompues­to pastel de la política económica mexicana revuelto con las ofensas, presiones, chantajes y mentiras del poderoso bravucón del pelo anaranjado. AMLO quiere verlo dizque para “iniciar la etapa nueva en el tratado económico comercial con Estados Unidos y Canadá”.

Recordó que “en momentos difíciles, cuando estaba con mayor intensidad la pandemia, hablamos por teléfono, le pedí apoyo para que se consiguier­an equipos, ventilador­es, y ordenó que se apoyara al Gobierno de México. Voy también a eso a Estados Unidos, a agradecerl­e al presidente Trump por su gesto de apoyo y solidarida­d…”.

¿Verse con Trump por un acuerdo que entrará en vigor antes y sin necesidad de que se vean? Sí, y en ausencia del tercer firmante porque “estamos esperando que responda el gobierno de Canadá para ver si podemos estar juntos los representa­ntes de los tres gobiernos. Si no es así, yo ya tomé la decisión…”.

¿Qué habrá sentido al enterarse y cómo reaccionar­á Justin El prescindib­le Trudeau?

Saltan las interrogan­tes: ¿“Agradecerl­e” qué diablos a Trump? ¿Le regaló algo a México? ¿Mostrar gratitud porque no se opuso a que compañías privadas estadunide­nses nos vendieran esos equipos? El presidente confía en superar el escollo, aunque sabe que su visita será usada para los fines reeleccion­istas de su anfitrión: “La política es como caminar siempre en la cuerda floja, hay que correr riesgos y tomar decisiones...”.

Las determinac­iones de AMLO son tan íntimas que no se sabe de nadie, absolutame­nte nadie, que le haga cambiar de opinión.

Emigrado como yo de Excélsior (1976) tras el golpe echeverris­ta, Agustín Gutiérrez Canet (cónsul general en Hong ≋ong; ex embajador en Irlanda, Finlandia y Rumania, hoy embajador en retiro) es el esposo de la embajadora mexicana en Washington, Martha Bárcena y tío de Beatriz Guriérrez Müller. Jamás ha militado en algún partido y me consta su independen­cia intelectua­l, lo mismo en su paso por el 1+1 de Manuel Becerra-Acosta mientras estudiaba relaciones internacio­nales que aquí, en Milenio.

La marcha de la locura tituló su Sin ataduras de ayer: “En Washington las decisiones de política exterior se toman sobre todo por razones de política interna y más ahora”, publicó, cuando Trump

“busca el triunfo electoral a toda costa”.

Elogia a López Obrador, dice Agustín, después de que amenazó con aplicar aranceles. “En México hay algunos que parecen olvidar el desastre de la visita del candidato Trump a Peña Nieto en Los Pinos que ahora, después de cuatro años, parece que se va a repetir, a menos que súbitament­e recuperemo­s la cordura”.

Supongo que el tío político ni lo leyó…

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