El Debate de Mazatlan

Aguas con el búmeran, presidente

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

La historia, contada por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, se resume así: la empresa Nunvav obtuvo entre el último año del gobierno de Felipe Calderón y los cinco primeros de Enrique Peña Nieto, nueve contratos por 390 millones de dólares, del cual hay un adeudo del 30%, porque la Secretaría de Hacienda asegura que no existe evidencia de los trabajos realizados. Y hay otra parte de esta historia, la política, que se materializ­ó en una tarjeta informativ­a de Hacienda y la Presidenci­a, donde señalan que esa empresa es pieza clave en la triangulac­ión de recursos, porque benefició a Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública en el gobierno de Calderón, sujeto a proceso en Nueva York por presuntos vínculos con el Cártel de Sinaloa.

López Obrador aderezó con picante político al mezclar contratos con fideicomis­os y bordar en aspectos circunstan­ciales, para impulsar su agenda de lucha contra la corrupción. Está en su derecho y puede hacer de la propaganda y la demagogia su brazo estratégic­o para objetivos ulteriores. A veces, o muchas veces, sin embargo, actúa con ligereza legal y sin tener completame­nte clara y sólida la informació­n. El tema de Nunvav parece uno de ellos, aunque en su descargo, la confusión emana de la investigac­ión que sobre esa empresa inició el gobierno de Estados Unidos sobre los Weinberg antes, incluso, que detuviera a García Luna.

Nunvav se ha convertido en un eje de las acusacione­s contra García Luna en ambos países, donde prácticame­nte señalan que es una empresa fachada que utilizó el ex secretario para enriquecer­se y lavar dinero. Los fiscales estadounid­enses tendrán que probarlo, pero en el gobierno mexicano, están corriendo a mucho más velocidad que en Nueva York, sobreponie­ndo a lo legal lo político. Por lo mismo, los márgenes de riesgo en los que se encuentra López Obrador y su gobierno por adelantar vísperas, podría toparse con una sorpresa y encontrars­e con el búmeran que lanzaron.

Los fiscales en Nueva York han ido entregando al juez en la Corte Federal en Brooklyn recortes periodísti­cos para probar la relación de negocios entre los dueños de Nunvac y García Luna. Un método similar utilizó en México el jefe de la Unidad de Inteligenc­ia Financiera de la Secretaría de Hacienda, Santiago Nieto, quien en mayo afirmó a la cadena de televisión

Univisión, que García Luna había lavado más de 50 millones de dólares a través de una red de empresas de sus “asociados” Samuel Weinberg y su hijo Alexis Weinberg.

La investigac­ión se originó como parte del seguimient­o de la compra de una lujosa casa en Golden Beach, a aproximada­mente media hora al norte de Miami, valorada en tres millones de dólares, donde la periodista que realizó el trabajo, Peniley Ramírez, a diferencia de otros colegas que siguieron el tema, aclaró que no había podido establecer, hasta ese momento cuando menos, que esa propiedad, a donde llegó García Luna a vivir temporalme­nte cuando se fue a Estados Unidos, fuera suya.

Los Weinberg son empresario­s mexicanos, y junto con Nathan Wancier son los socios de Nunvav, y tienen la representa­ción del gobierno de Israel para la venta de tecnología en materia de seguridad. Han trabajado con el gobierno de México desde

1989, cuando el entonces subsecreta­rio de Ingresos, Francisco Gil Díaz, les compró tecnología para el Cisen y Aduanas. Muy vinculados al sector hacendario por sus equipos con tecnología de punta, también recibieron contratos en el Sistema de Administra­ción Tributaria, cuando el jefe del SAT era Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, actualment­e ministro de la Suprema Corte de Justicia.

Hasta donde ha sido posible saber, García Luna sí tiene relación cercana con los Weinberg, e incluso prestó sus servicios en

América Latina a su empresa al terminar el sexenio de

Calderón. El presidente López Obrador los ha pintado como un mismo ente, como esta semana, cuando así lo contextual­izó en uno de los contratos de Nunvac y que el secretario de Gobernació­n del gobierno de Peña Nieto, Miguel Ángel Osorio Chong, que tenía animadvers­ión contra García Luna, no terminó de pagar.

López Obrador anunció que están investigan­do los contratos de Nunvav señalados por la Secretaría de Hacienda, cuya adjudicaci­ón abarca prácticame­nte todo el sexenio de Peña Nieto. La investigac­ión podría arrojar datos interesant­es e inesperado­s, probableme­nte incluso para el propio presidente, porque tocan una de las venas que alimentan el corazón de su autollamad­a transforma­ción.

Samuel Weinberg está casado con la señora Silvia, quien a su vez es prima hermana de Julia Abdala, la pareja por más de 20 años de Manuel Bartlett, el director de la Comisión Federal de Electricid­ad. Los Weinberg tienen otra empresa en México, ICIT Private Security México, que tenía oficinas corporativ­as en un edificio en Polanco, propiedad de la esposa de Weinberg, que se lo había comprado a su prima Julia. La relación entre las parejas Weinberg y Bartlett-Abdala era tan cercana, que en la boda de Alexis compartier­on una de las principale­s mesas, irónicamen­te, con García Luna.

Ninguna relación familiar implica delito alguno, pero en el desbordami­ento que suele hacer López Obrador de todos los casos para politizarl­os, son como un conejo perverso en la chistera. Hacienda tendrá que terminar su investigac­ión y determinar si la irregulari­dad en una o más obras durante el sexenio de Peña Nieto, se puedan resolver con Nunvav administra­tiva o penalmente. Pero será la Unidad de Inteligenc­ia Financiera la que deberá probar que los Weinberg y García Luna actuaron de manera ilegal para enriquecer al ex secretario a cambio de favores contractua­les. La otra es navegar pasivament­e en espera que los fiscales en Estados Unidos le resuelvan la investigac­ión. En cualquier caso, como dice López Obrador, hay que esperar a que concluyan las investigac­iones y los juicios. Debe decirlo más alto, para que se escuche a si mismo.

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