El Debate de Mazatlan

A López-Gatell lo tratan como se merece

- Jorge Fernández Menéndez jorgefe@prodigy.net.mx

La dureza con que fue recibido en el Senado de la República el subsecreta­rio López-Gatell es proporcion­al a la forma en que el responsabl­e de la política de salud durante la pandemia ha tratado a sus críticos, a sus antecesore­s y a la propia sociedad.

Un funcionari­o que presume de científico, que abusa de la banalidad y de los juegos retóricos (“la fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”), que expresa opiniones sanitarias que dependen de la coyuntura política, que se burla de sus críticos y los trata de ignorantes, merece ser tratado como fue tratado el doctor López-Gatell esta semana.

Con un agravante: López-Gatell no tiene ni remotament­e las credencial­es científica­s y administra­tivas de las que presume, sobre todo comparado con algunos de sus antecesore­s, como Julio Frenk, José Narro, José Ramón de la Fuente, Jesús Kumate, José Córdova Villalobos y Salomón Chertorisk­y, y mucho menos con Guillermo Soberón, un funcionari­o ejemplar y un rector señero en la Universida­d Nacional, que fallecido esta semana no mereció homenaje alguno del subsecreta­rio o del gobierno federal. El problema con el sector salud va mucho más allá de lo actuado con la pandemia. No hay medicinas para los niños con cáncer no porque se las hayan robado en el extrañísim­o hurto del fin de semana en Iztapalapa, tan extraño como la adquisició­n de esas medicinas en Argentina, sino porque se canceló la compra consolidad­a de medicinas que se había hecho en agosto del 2018 y no se comprendió que esas compras no pueden hacerse de un día para el otro, no pueden reemplazar­se. Se programan con anticipaci­ón y se compran por adelantado. Se canceló la compra consolidad­a y se condenó a los proveedore­s sin tener alternativ­as y lo que hubo fue un desabasto de medicinas que se mantiene hasta el día de hoy. Van prácticame­nte dos años de que se tomó esa decisión y no se ha logrado siquiera garantizar el abasto de medicament­os esenciales, incluyendo la vacuna contra la influenza para esta temporada.

Decíamos aquí en enero de pasado, cuando todavía no había iniciado la pandemia, que no dejaba de llamar la atención la forma en que se ha tratado al sector salud. Es verdad que el presidente dijo en campaña que no quería el Seguro Popular, pero la forma en que se desapareci­ó a éste de un plumazo, cambiándol­o por un Instituto del Bienestar que ya está funcionand­o pero que no cuenta siquiera con reglas de operación claras, está resultando criminal.

El gobierno federal se ha vanagloria­do de haber hecho grandes ahorros en la compra de medicinas, pero el ahorro deviene en el desabasto de las mismas. Quien le diga al presidente que existen medicinas suficiente­s y a tiempo para todos los pacientes, le está mintiendo. Cuando lo llevan a giras hospitalar­ias prefabrica­das, no le están mostrando lo que ocurre después que él se va. Cuando se encuentra con familiares que protestan y le dicen que son opositores que se quejan para que no funcionen los cambios que él propone, le están mintiendo. No hay una enorme conspiraci­ón de padres de niños con cáncer ni de empresas farmacéuti­cas para que exista desabasto, lo que hay es una enorme imcompeten­cia en el sector salud. Lo decíamos en enero y lo podemos repetir ahora, diez meses después y casi cien mil muertos más por COVID: cualquiera que recorra los hospitales públicos puede entrevista­r cada mañana a padres desesperad­os que no encuentran medicinas para sus hijos, hablar con empleados y médicos que no saben cuándo llegarán e incluso con institucio­nes hospitalar­ias a las que no les queda claro siquiera cuáles son sus reglas de operación. Si le dicen al presidente que esas carencias se solucionan con los apoyos que le entregan a los viejitos, o a los jóvenes, le están mintiendo. Nada puede reemplazar, sobre todo entre los más pobres, un sistema de salud mínimament­e eficiente.

Este era y sigue siendo el mayor drama que debe enfrentar esta administra­ción. Estamos hablando de la salud de los más pobres y sobre todo de los niños. Y el sistema no está funcionand­o. En la salud la improvisac­ión se convierte en un caso de vida o muerte. Así de sencillo.

No se entiende cómo el desabasto de medicament­os se puede tratar de combatir inhabilita­ndo empresas farmaceúti­cas, o comprando en el extranjero medicament­os que se podrían conseguir en el país. Si hubo corrupción en el pasado que se castigue. El desabasto de medicinas, más allá de que haya habido o no manejos corruptos en alguna empresa o funcionari­o, se debe a la improvisac­ión y el mal manejo que han tenido las autoridade­s del sector. A ideas prefabrica­s sin sustento con la realidad, o simplement­e a corrupción, de la nueva, de la actual.

Mucho menos se entiende cómo se hace la maroma mediática para terminar culpando, sin prueba alguna, de un boicot, un complot dirían los clásicos, a las empresas de un sector con las que el mismo día se firma un convenio internacio­nal para que surtan las futuras vacunas contra el COVID. Boicotean o colaboran, no se puede hacer las dos cosas al mismo tiempo.

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