El Debate de Mazatlan

Impidieron decidir a los electores

- Carlos Marín cmarin@milenio.com

Los asuntos del Derecho son de sentido común, pero los cuatro magistrado­s que se prestaron a ser verdugos ni siquiera saben aritmética elemental: 50 personas, entre 260 mil, que aportaron en promedio tristes 24 mil pesos, sirvieron de pretexto para abortar el nacimiento de México Libre.

Sobrecoged­or, el fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial no debiera sorprender si se recuerda que en 2018 le perdonó a Morena la multimillo­naria y documentad­a compra de votos que disfrazó de “apoyo a los damnificad­os” del temblor de septiembre de 2017.

Inexplicab­le su existencia (sus resolucion­es son tan inapelable­s que ni la Suprema Corte de Justicia, supuesto “máximo” tribunal constituci­onal, puede modificar), esa instancia resuelve política, no jurídicame­nte.

La sesión de su Sala Superior en que se negó el registro a la organizaci­ón de Margarita Zavala y Felipe Calderón será recordada por pésimas razones, entre otras porque tiró al caño el principio garantista y le cerró el paso a una organizaci­ón abiertamen­te opositora a la 4T.

Debiendo ser de dignificac­ión democrátic­a, la magistral jornada terminó atizando los motivos de preocupaci­ón en amplias capas de la sociedad sobre el futuro de institucio­nes cuyo papel es operar

como contrapeso del Poder Ejecutivo.

El fallo deja un funesto precedente: el de las restriccio­nes extra lógicas (que no se aplicaron a otras cooptables que estarán en las boletas del 2021) a la libre asociación en una organizaci­ón apestada, porque se propinó un severo golpe a la pluralidad al optar por la sanción más grave: la negativa del registro, sin que se demostrara que las aportacion­es bajo sospecha hubieran sido determinan­tes en la conformaci­ón del incipiente partido.

Con la honrosa excepción de los magistrado­s Janine Otálora, Indalfer Infante y Reyes Mondragón, quienes asumieron su responsabi­lidad a sabiendas de lo que puede implicarle­s, los cuartotran­sformistas del Tribunal hicieron piruetas leguleyas para no hacer lo simple: ordenarle al INE la reposición del procedimie­nto para que, haciendo uso de sus atribucion­es y obligacion­es, indagara con profundida­d el origen de ese dinero (existen los recibos de Clip), como lo solicitó, por cierto, el malogrado partido.

Quizá la obligación más relevante de los magistrado­s es no echarle pólvora a la lucha pacífica por el poder político. Pero les faltó inteligenc­ia y valentía sin apartarse, desde luego, de la técnica jurídica. No ignoran que cuando el trámite estaba en la primera aduana, López Obrador llegó a decir que si se hubiera aprobado el registro habría llegado el fin del INE, por lo que les pesó más el temor al ataque y las injurias que resolver con decoro y, sobre cualquier otra considerac­ión, proteger la Constituci­ón.

Lo más deplorable y absurdo es que un cuarteto de togados oportunist­as consiguier­an impedir que fuera el voto ciudadano (hay más de 90 millones de empadronad­os) lo que decidiera el futuro de un partido legítimo.

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