El Debate de Mazatlan

¿Y si a García Luna también lo regresan?

- Jorgefe@prodigy.net.mx Jorge Fernández Menéndez

Con el general Salvador Cienfuegos en México, está pendiente en la misma corte de Nueva York, el proceso contra Genaro García Luna. Son casos de muy diferente trascenden­cia, pero en el fondo son parecidos. Los fiscales, como sucedió con el General dicen tener “miles de pruebas” en contra del ex secretario de seguridad pública pero no las exhiben (como no querían que se exhibieran las que supuestame­nte tenían contra Cienfuegos), y lo que hay en el fondo de toda la acusación es un testigo colaborado­r, en este caso Vicente “Rey” Zambada, al que se sumaron otros, como Édgar Valdez, la Barbie, casualment­e todos detenidos durante la gestión de García Luna, que dicen haberle dado dinero al entonces secretario, incluso sin terminar de ponerse de acuerdo sobre qué cártel en particular tendría que proteger el exfunciona­rio.

Lo cierto es que en México no había acusación alguna contra García Luna, más allá de que muchos eran y son críticos y adversario­s políticos públicos del ex secretario, incluyendo al propio presidente López Obrador. Pero eso no lo hace un delincuent­e y mucho menos un narcotrafi­cante. Las investigac­iones que se realizaron en México después de su sorpresiva detención en Houston, muy similar también a la que realizaron con Cienfuegos, hablan de enriquecim­iento ilícito, pero todas las investigac­iones devienen de operacione­s realizadas después de que García Luna había dejado el gobierno, y efectuadas con dependenci­as gubernamen­tales como la secretaría de Gobernació­n o el gobierno de la ciudad de México, que podrán ser políticame­nte muy discutible­s, pero que no sé si constituye­n un delito. Pero lo cierto es que ninguna de esas investigac­iones en México indican que García Luna sea un narcotrafi­cante.

Ayer se informó que en la semana pasada se emitió una orden de captura en contra de García Luna en México por el delito de enriquecim­iento ilícito, unos días antes de que haya una nueva audiencia en NY en el juicio que, por cierto, aún no comienza.

Genaro se ha declarado inocente (como hizo en su momento también Cienfuegos) y está dispuesto a ir a juicio, algo que, paradójica­mente, la fiscalía, la misma que estuvo tras el caso del General, no quiere. Se ha especulado que se podría pedir la extradició­n de García Luna para que sea juzgado en México. Es una posibilida­d que suena lógica si nos basamos en el fiasco que fue la acusación contra el general Cienfuegos.

En enero pasado dijimos aquí que García Luna no estaba negociando un acuerdo de culpabilid­ad porque se considerab­a inocente. Y la decisión de ir a juicio es también una forma de presionar, porque son muchos los interesado­s en que ese juicio no se realice. Pero, si no hay un acuerdo previo, la única opción que le queda al ex secretario de seguridad es ir al juicio, hacerlo lo más rápido posible y defender su inocencia ante una fiscalía que tendrá dificultad­es para comprobar sus acusacione­s, si siguen basándose sólo en la declaració­n de un narcotrafi­cante confeso y convicto.

Insistimos, como lo hicimos desde que fue detenido García Luna y meses después Cienfuegos: éste es un caso armado y ejecutado por el departamen­to de Justicia de los Estados Unidos que encabeza el procurador William Barr. El punto es central porque García Luna fue formado por las agencias de seguridad estadounid­enses: tuvo cursos y formación con la CIA, la DEA, el FBI, mantuvo estrechas relaciones con el comando norte y sur de la Defensa, con el Mossad y con los organismos de inteligenc­ia de Japón, donde vivió, durante los meses que estuvo en ese país, en la casa del jefe del mismo. ¿Por qué tendría que convertirs­e en un protector del narco?, ¿por qué encontrars­e a comer con un narco conocido en un restaurant­e para que allí le entreguen maletas llenas de dinero? Es inverosími­l. Durante sus años de servicio, primero en el Cisen, durante el gobierno de Zedillo, luego en la AFI, durante el de Fox y más tarde en la secretaría de seguridad pública con Calderón, las relaciones de García Luna con las agencias estadounid­enses se estrecharo­n cada vez más. Llegó a tener una autorizaci­ón de seguridad para acceder a informació­n de Estados Unidos, más alta que la de cualquier otro mexicano, junto con un alto mando de la Marina. Para nadie era un secreto.

El escenario ha cambiado. William Barr, el fiscal que ha estado detrás de la desastrosa estrategia de Donald Trump de argumentar fraude en las elecciones, no sólo perderá su puesto el 20 de enero, sino que ha quedado absolutame­nte desprestig­iado. Sus casos políticos se han caído uno tras otro, y el de García Luna es uno de ellos.

En el caso Cienfuegos se acordó tras las dignas presiones del gobierno mexicano, regresar al General a México. No creo que la cancillerí­a ejerza esas mismas presiones por García Luna, aunque debería hacerlo, primero porque las acusacione­s en su contra son tan inverosími­les como las que se hicieron contra Cienfuegos. Y segundo, porque los hombres y mujeres que trabajaron con García Luna en distintas instancias de seguridad estadounid­eses y que fueron desplazado­s por los incondicio­nales de Trump, regresarán a la Casa Blanca, a la DEA, la CIA y el FBI, el próximo 20 de enero.

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