Manos sinaloenses se unen para ayudar a los más vulnerables
Son los callados, los que nunca piden, los que gritan en silencio su dolor, su frío y su calor. Es la comunidad indígena de los altos de Sinaloa que vive en los límites con Chihuahua, los tarámaris, para quienes los habitantes del Granero de México cada temporada hacen una cadena de ayuda que ha llegado a pesar varias toneladas en ropa y alimentos no perecederos y cuyos frutos tardan en repartirse incluso meses, precisamente por la amplia generosidad de los donantes.
MÁS QUE LOS GOBIERNOS de ambos estados, que por décadas han dejado a la deriva a estas comunidades de Choix y Sinaloa municipio, principalmente son los colectivos de ayuda los que organizan actividades para hacerles llegar un poco de alimento y de cobijo para que se protejan del gélido clima en los altos de la Sierra Madre Occidental. El grupo más representativo y conocido, el de la activista social Hortensia Gaxiola, no cesa durante todo el año trasladando comida y apoyos para las familias y el comedor escolar; y hay otro, comandado igual de manera desinteresada por la mochitense Norma Cota, quien tiene alrededor de 30 años con esta altruista tarea, en la que recauda harina, maseca, frijol, ropa, entre otros productos, para llevar a los hermanos tarahumaras.
EL TRASLADO en camioneta se hace obligado para quienes desean llegar hasta sitios como Las Juntas, San José de Gracia o Jikapore, en Sinaloa municipio. Y es tan intrincado el camino que tardan hasta ocho horas en llegar luego de cruzar por lugares inhóspitos y veredas que se pierden en el horizonte, en una actividad que debían encabezar los gobiernos de ambos estados para llevarle un poco de justicia social a esta minoría indígena, pero a la que los sinaloenses, caracterizados por ser dadivosos y caritativos, se entregan sin escatimar ni tiempo ni dinero ni esfuerzo.