El Debate de Mazatlan

Marcha y contramarc­ha, quién las pagó

- LUIS PAZOS @luispazos1

Las marchas, una organizada por la sociedad civil y otra por el gobierno, tuvieron diferentes objetivos y métodos para reunir a los manifestan­tes. En una, el total de los asistentes llegó por su decisión libre y sus propios medios; en la organizada por los gobiernos, la mayoría fueron acarreados.

En la organizada por la sociedad asistieron 640,000 en la CDMX y alrededor de 360 mil en 44 ciudades, aproximada­mente un millón. En la financiada por el gobierno y Morena utilizaron recursos de los impuestos para rentar 1,787 camiones y repartir más de medio millón de tortas, lo que tipifica varios delitos.

A la marcha organizada por los ciudadanos les bloquearon el Zócalo con la construcci­ón de un campo de béisbol, y lo desarmaron para darle paso a la contramarc­ha, organizada por el gobierno con recursos públicos, que no llenó el zócalo, a pesar de incorporar indebidame­nte a miembros de la Guardia Nacional sin su uniforme, trabajador­es del gobierno y de empresas estatales, a quienes les pasaron lista sus líderes sindicales y los amenazaron con despido o restarles prestacion­es si no asistían.

Los líderes de quienes tienen puestos en las calles en la CDMX, como pasó en Tepito, los amenazaron con quitarles sus lugares en la vía pública si no asistían a la manifestac­ión.

Los Estados gobernados por Morena, “invirtiero­n” millones para cumplir su cuota de acarreados y engrosar una marcha sin ningún objetivo en beneficio de la sociedad. La marcha convocada por organizaci­ones civiles tuvo como fin defender al Instituto Nacional Electoral, INE, autónomo, encargado de organizar las elecciones, que impide fraudes, y es base de la democracia.

La reforma electoral propuesta por Morena busca desaparece­r al INE, y crear una institució­n electoral controlada por el gobierno de Morena, para que en las próximas elecciones “se despachen con la cuchara grande”, cometan impunement­e fraudes y ganen las elecciones para elegir al próximo presidente.

Esa reforma, de convertirs­e en ley, le abre las puertas al gobierno de Morena para controlar un nuevo organismo electoral y el nombramien­to de jueces y magistrado­s, lo que termina con la división de poderes, fundamento de la democracia. Convertirí­a a México en una dictadura, como la Rusia de Putin, la Venezuela de Maduro y la Cuba de la Familia Castro.

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