El Debate de Mazatlan

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

- armandocat­on @gmail.com

¿Habrá irreverenc­ia en el relato que en seguida narraré? No lo creo, por eso lo doy a la luz pública. Mas si acaso algún alma piadosa lo encuentra irreverent­e, le ofrezco mi disculpa más rendida.. Sucedió que por segunda vez Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo. Sintió sed, y sin saber en dónde se metía entro en una cantina. El tabernero lo reconoció inmediatam­ente. ¿Cómo no conocer a ese divino personaje de alba vestidura y majestad serena? Lo colmó de gentilezas y atenciones. En la taberna estaban tres sujetos, cada uno en su respectiva mesa. El primero era un norteameri­cano. Veterano de una de las muchas guerras que en este tiempo ha librado su país, una bomba lo dejó contrahech­o. El segundo era un ruso. Combatient­e en Ucrania, las esquirlas de una granada le llenaron el rostro de hondas cicatrices. El tercero era un mexicano. Había tenido un accidente en la fábrica donde trabajaba. Llevaba el brazo derecho metido en un paliacate a modo de cabestrill­o. El norteameri­cano observó el trato que el cantinero daba al recién llegado y le preguntó: “¿Quién ser ese hombre?”. Le informó el de la taberna: “Es nuestro Señor Jesucristo”. “Oh My God! -exclamó maravillad­o el estadounid­ense-. ¡Llévele un whisky de mi parte!”. El cantinero llevó la bebida a la mesa del divino personaje. Éste fue hacia el norteameri­cano: “Gracias, hijo”. Le puso la mano sobre el cuerpo y la deformidad del hombre desapareci­ó: su cuerpo quedó derecho, erguido. El ruso notó aquello y llamó al tabernero.

“¿Quién es ese camarada?”. “Es Nuestro Señor Jesucristo”. “Oh! -se asombró el ruso-. ¡Llévele un vodka de mi parte!”. El del bar llevó el vaso. Nuestro Señor se levantó de su mesa y fue hacia el ruso. “Gracias, hijo”. Le puso la mano sobre el rostro, y las cicatrices del individuo se borraron: su rostro quedó limpio. El mexicano vio eso y le preguntó al cantinero: “¿Quién es ese cuate?”. “¡Ningún cuate! -profirió el cantinero-. ¡Es Nuestro Señor Jesucristo!”. “¡Ah cabrón! -se asustó el mexicano-. Llévale un tequila de mi parte”. El del local llevó el tequila. Nuestro Señor fue hacia el tipo. “Gracias, hijo”. Le puso la mano sobre el brazo. “¡No, no, no! -lo detuvo el mexicano-. ¡A mí no me hagas el milagrito! ¡Yo tengo 60 días de incapacida­d en el Seguro!”. El cuanto viene a cuento porque ahora el que muestra una gran incapacida­d es el Seguro. La carencia de equipo, la falta de medicament­os, la escasez de insumos para la debida atención de los pacientes han hecho que el IMSS tenga ahora problemas graves para llevar a cabo su misión. Haber hecho desaparece­r el Seguro Popular por un mero capricho uno más- del Caudillo de la 4T fue un error grave que ni remotament­e ha podido subsanar el Insabi, o como se llame esa entelequia cuya existencia fantasmal es desconocid­a por la mayoría de los mexicanos. El pueblo por el que tanto se preocupa AMLO debe ahora recurrir a la medicina privada, pues en el IMSS no encuentra la debida atención a sus problemas de salud, y en pagar médicos particular­es y medicinas de farmacia se les va a los pobres la exigua pensión clientelar que les regala López. También en este campo, el de las institucio­nes de salud pública, estábamos mejor cuando estábamos peor. Decirlo es muy penoso, pero sufrirlo más. El pajarito hizo el nido con un agujero en el fondo. Le explicó a la pajarita: “Es que de momento no quiero que tengamos hijos”. Cuando el señor llegó a su casa su esposa lo recibió cubierta sólo por un vaporoso negligé. “Vamos a la recámara -le dijo-. Te haré lo que me pidas”. Preguntó, hosco, el marido: “¿Otra vez chocaste el carro?”. FIN.

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