¿Por qué Madame X?
“Madame X es una bailarina, una profesora, una jefa de estado, una ama de casa, una amazona, una prisionera, una estudiante, una madre, una hija, una maestra, una monja, una cantante, una santa, una puta, una espía en la casa del amor. Yo soy Madame X”.
“En otras palabras, todo y nada. Sólo deséame, parece pedir. Quizá está demasiado exhausta para siquiera construir un nuevo personaje coherente. Nos lo deja a nosotros. Y deja detrás un rompecabezas sónico que recicla de su pasado”.
Incluso su exagerado intento por romper los límites en Dark Ballet, un regreso a su obsesión con Juana de Arco comienza prometiendo bastante bien, pero se desvía a una pila revuelta de slogans alterados por computadora que eventualmente se disuelven en Tchaikovsky.
Madonna tiene mucho que decir, pero nada parece muy coherente. Parece hacer referencia a Trump cuando canta “Atrapen al viejo / métanlo en la cárcel / donde no nos puede detener” en “Batuka”, pero nunca queda claro. En cuanto a la empalagosa “Killers Who Are Partying” es demasiado brusca: “Seré el Islam / si odian al Islam”, canta con un acento británico falso. Seré un niño / si los niños son explotados”.
Madonna usa el mismo artilugio que la convirtió en una megaestrella: tomar cosas buenas de otros, ya sea del vogue, Marlene Dietrich, la música latina, la música electrónica, y adoptarlas como si fueran propias. Pero estos no son buenos tiempos para Madonna. Estamos hambrientos de autenticidad y ella está escondida detrás de ese parche en el ojo.