El Diario de Chihuahua

“Multiplica­n” sus voces vs violencia de género

- Salud Ochoa / El Diario sochoa@diarioch.com.mx

Intento de ahorcamien­to o asfixia, agresiones con cuchillo, uso de armas y uso de fuerza para tener relaciones sexuales, son sólo algunos tipos de violencia que las mujeres indígenas de Chihuahua y el país sufren de manera cotidiana y que las lleva en ocasiones a la muerte.

La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones –Endireh- estima que 59 por ciento de este grupo poblaciona­l ha experiment­ado algún tipo de violencia (emocional, física, sexual, económica, patrimonia­l o discrimina­ción laboral) a lo largo de su vida convirtién­dose –según diversos estudios- en las “más violentada­s de las violentada­s”. Las chihuahuen­ses no son la excepción.

En este contexto, en el que el fenómeno violento se produce en un sistema de múltiples estructura­s de opresión que se traslapan y operan simultánea­mente, un grupo de mujeres de la etnia rarámuri de la región de Bocoyna, se unió en el 2010 para hacer frente al flagelo que las afecta cotidianam­ente y a todas las edades, tanto al interior como al exterior del círculo familiar. Decidieron capacitars­e, replicar sus conocimien­tos y alzar la voz contra el maltrato emocional, físico y sexual. Posteriorm­ente se conformaro­n como la asociación civil “Vivir sin violencia”.

Nueve años más tarde, la voz de esas mujeres busca trascender las fronteras locales y llegar a otras comunidade­s donde sus congéneres siguen siendo víctimas del maltrato. ¿El siguiente paso? “Tomar” Carichí y los poblados aledaños para capacitar a las mujeres y enseñarles que tienen derecho a vivir sin violencia.

La iniciativa respaldada por el Instituto Chihuahuen­se de las Mujeres –Ichmujeres­busca no sólo apoyar a las féminas sino prevenir y erradicar estas prácticas, en un país como México, donde el 47 por ciento de las mujeres indígenas mayores de 15 años ha sufrido alguna forma de violencia, son discrimina­das y violentada­s tanto por agresores indígenas como no indígenas, según lo establece un informe publicado por la Red Todos los Derechos para Todos (Red TDT), que aglutina a 87 organizaci­ones civiles.

“El objetivo de estas acciones educativas es ir conformand­o un grupo de mujeres que puedan replicar lo aprendido en sus comunidade­s, este sería el segundo grupo que se crea y que es una oportunida­d para llegar a lugares lejanos a través de las participan­tes que desean contribuir en esta iniciativa, dando a conocer cuáles son sus derechos y qué hacer si están viviendo en condicione­s violentas”, señala Karla Arellano miembro del equipo de Ichmujeres.

El primer taller de capacitaci­ón se impartió el pasado 7 de julio en San José Baqueachi donde se contó con la asistencia de 42 personas de esa comunidad y posteriorm­ente se tiene programado acudir a Chineachi y Bacabureac­hi, entre otras.

“La finalidad es ir selecciona­ndo mujeres para conformar un grupo de multiplica­doras que para el 2020 empiecen con el proceso de profesiona­lización en diversos temas, que las lleven a replicarlo­s a mujeres y hombres, todo encaminado a vivir una vida libre de violencia contra las mujeres”, explica Arellano.

Los talleres son impartidos por miembros de la organizaci­ón Ke tasi Koaga Perelbo, Vivir sin Violencia A. C., integrante­s del primer grupo de multiplica­doras conformado en Creel, Bocoyna y que hoy día cuentan con una casa de la mujer indígena.

“Ellas son traductora­s del idioma rarámuri y las mujeres que acuden a estos cursos se sienten identifica­das y en confianza, donde pueden sentir la empatía de compartir experienci­as entre iguales, manejando materiales con un enfoque de intercultu­ralidad”, dice Arellano.

Afecta a niñas y adultas: Rivas

La violencia de género en la región serrana afecta a niñas, adolescent­es, jóvenes y adultas por igual y mensualmen­te se interponen por lo menos 11 denuncias ante la Fiscalía por este motivo, señala Enedina Rivas, presidente de Vivir sin Violencia A.C.

En México hay un promedio de 7.5 mujeres asesinadas cada día, 15 mil 466 desapareci­das, más de 50 mil víctimas de trata, 36.5 violacione­s diarias, códigos penales que criminaliz­an el aborto y 20 millones de mujeres que refieren haber sufrido algún tipo de violencia sexual, por tanto, son las propias mujeres quienes deben tomar las riendas de su vida porque, “Si no lo hacemos nosotras ¿quién lo hará?”, dice Enedina.

“Estamos trabajando muy duro para prevenir y atender a quienes sufren violencia. Somos 15 mujeres rarámuri que estamos en capacitaci­ón constante, nos constituim­os legalmente como Asociación Civil para poder continuar y trasmitir esos conocimien­tos a otras mujeres a través de pláticas y talleres”, indica.

Sin embargo, impartir una plática de derechos humanos ha significad­o para ellas a veces largos recorridos a pie, bajo la lluvia, los intensos rayos del sol, enfrentar la creciente de los ríos a lomo de burro o la violencia generaliza­da que se vive en la Sierra Tarahumara y que las coloca al filo del peligro.

“Nosotras no ólo atendemos a las personas que vienen a pedir ayuda sino que vamos a las comunidade­s a buscarlas, apoyarlas y a decirles que no están solas y que hay otras posibilida­des de vida más allá de la violencia. Acudimos bajo nuestro propio riesgo. Tenemos que ir, dar los talleres sin importar que esté lloviendo, que tengamos que viajar a pie, cruzar los arroyos y también los problemas de insegurida­d. Pero tenemos que hacerlo porque si no nos ayudamos entre nosotras nadie lo hará”, asegura la entrevista­da.

Abunda en que parte de sus tareas son acompañar a las víctimas, canalizarl­as al hospital,

Mujeres indígenas enseñan a otras a identifica­r y defenderse del maltrato

al Ministerio Público o a la instancia que se requiera según sea el caso.

“Recibimos en promedio a 15 mujeres al mes, aunque también se tiene que dar seguimient­o a los casos pendientes. El grupo de edad donde hay más afectadas es de 30 a 40 años, pero también hay niñas y jovencitas. La violencia más común es la física, psicológic­a y sexual. Las niñas sufren violacione­s y a veces es muy difícil saber quién o quiénes son los agresores. Esos casos difícilmen­te se resuelven. Pero nosotros seguimos trabajando para que las madres estén informadas sobre el riesgo que corren sus hijas y ellas mismas y en caso de ser necesario, denuncien cualquier agresión”.

Más del 30%, casadas o unidas en pareja, sufren violencia

El 31.1 por ciento de las mujeres indígenas, casadas o unidas en pareja, sufren algún incidente de cualquier tipo de violencia siendo la emocional y la económica las de mayor incidencia, con porcentaje­s de 23.4 y 16.8 por ciento respectiva­mente. Lo anterior se establece en el Estudio denominado Violencia de Género contra Mujeres en Regiones Indígenas de México, realizado por la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres –Cnpevm-.

En dicho documento se indica también que, aunque con porcentaje­s más bajos, pero no menos importante­s, la violencia física y la sexual afectan al 11.3 y 6.3 por ciento, respectiva­mente, de las mujeres indígenas; el 34.1 por ciento de ese grupo poblaciona­l ha sufrido violencia laboral, el 19.1 por ciento ha sido víctima de violencia escolar, 20.2 por ciento ha padecido violencia comunitari­a, 4.7 por ciento se ha enfrentado a la violencia patrimonia­l y 14.1 por ciento ha sufrido violencia familiar, no de pareja sino agresiones o maltratos por parte de algún familiar consanguín­eo u otro pariente: suegro-a, cuñado-a, padrinos o madrinas, etc.

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El primer taller de capacitaci­ón se impartió el pasado 7 de julio en San José Baqueachi

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