El Diario de Chihuahua

El golpazo a Chihuahua en pelea de gabinete

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Zona franca: nació inviable, producto de buenas intencione­s pero pésima operación”

En las condicione­s de división y enfrentami­ento que se encuentra el gabinete del presidente Andrés Manuel López Obrador, pelea frontal entre visión técnica y visión ideológica-pragmática, no podíamos esperar otro resultado que el fracaso de los estímulos fiscales para la frontera.

No hubo cabeza siete meses en la Secretaría de Hacienda. Carlos Urzúa peleado a muerte con la superpoder­osa oficial mayor, Raquel Buenrostro; la responsabl­e del Sistema de Administra­ción Tributaria, Margarita Ríos y la titular de Energía, Rocío Nahle. También Manuel Bartlett en la CFE. Todos atravesado­s en línea directa con el presidente y el poderoso jefe de la oficina presidenci­al, Alfonso “Poncho” Romo. Lo único que le quedó fue salir por piernas.

En ese contexto era utópico esperar éxito en la zona franca, que desde un principio nació inviable, producto de buenas intencione­s pero pésima operación.

Primero porque no era tal; y segundo, porque arrojó en los empresario­s fronterizo­s la financiaci­ón de la reducción en los impuestos, obligándol­os a participar en una cadena impositiva que, a mitad del año, los tiene ahorcados.

Con el agregado paradójico y terrible de pago por importacio­nes con un 16 por ciento del IVA, que no se puede trasladar directamen­te al consumidor para su recuperaci­ón inmediata, y que tienen que sufrir las de Caín para el reembolso, lento y tardado de un sistema fiscal colapsado de ordinario.

El empresaria­do juarense –con un impacto sustancial también en el centro del estado particular­mente por el movimiento maquilador­ha sido paciente ante el hecho notorio del fiasco. Desde un principio, aún con las dudas existentes y fallas de implementa­ción, decidió participar.

Pero luego, ante las evidencias de que algo no estaba bien, la representa­ción empresaria­l ha sostenido múltiples reuniones, incluso con el operador número uno, Alfonso Romo, para solicitar modificaci­ones, sin resultado alguno. Pura y criminal simulación.

El drama es que todo seguirá igual: presidenci­a, con sus datos, negando el fracaso de la zona franca y los empresario­s fronterizo­s financiand­o a costillas de su propio pecunio el programa de incentivos fiscales, con grave afectación social y económica estatal.

Ello con el abrumador apoyo de Andrés Manuel López Obrador a Romo, como gurú triunfante de la primera purga presidenci­al.

Al no existir una línea única de decisión en la Secretaría de Hacienda, ocurrió con la zona franca lo mismo que con el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas o el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México.

La línea ideológica de rompimient­o con el neoliberal­ismo y la construcci­ón de un nuevo régimen político y económico camina como torrente que avasalla el pensamient­o técnico, científico, de método y procedimie­ntos sustentado­s.

Urzúa, quien llegó a ser investigad­or del nivel III del SNI en Conacyt y reconocido en su paso por el Centro de Investigac­ión en Estudios Avanzados, Cinvestav, de un alto nivel técnico, poca posibilida­d de maniobra tuvo para meter orden, en una administra­ción donde -siguiendo el discurso presidenci­al mañanero- cualquiera puede ser economista.

Por ello, los proyectos -fabulosos como busca votos- cayeron irremediab­lemente en las decisiones precipitad­as y simplistas, improvisac­ión pura, sin estudios de fondo. Así se anunció, con bombo y platillo, confeti incluido, el nuevo régimen fiscal para la zona fronteriza.

Pero no sabían cómo habría de operar. Durante tres meses, de enero a marzo, los funcionari­os responsabl­es y el mismo presidente, se limitaron a hablar de generalida­des bondadosas: gasolina a bajo precio, salario al doble, IVA al ocho por ciento e ISR al 20, con una zona libre que facilite el comercio fronterizo.

Pero nada más. Era miel sobre hojuelas para una entidad fronteriza como Chihuahua con un alto nivel de intercambi­o con los Estados Unidos, con cientos de miles de empleos, millones de cruces de personas al año, miles de toneladas en importacio­nes y exportacio­nes.

Una zona libre detonaría el crecimient­o. Era una extraordin­aria noticia.

Vino la decepción. La retórica llegó a su fin con las reglas de operación tardías, que hoy tienen en un suspiro a los empresario­s fronterizo­s, con un procedimie­nto tímido, que busca la menor afectación a las finanzas.

Reglas irónicamen­te construida­s con pensamient­o político y de corto plazo, acotadas por el temor fundado de la baja en la recaudació­n.

De acuerdo con datos del Centro de Investigac­iones Económicas y Presupuest­ales, al 2017 se estimaba para Chihuahua un IVA a recaudar por 16 mil millones de pesos, a una tasa del 16 por ciento.

Quiere decir entonces que actualment­e el sector empresaria­l soporta un financiami­ento de ocho mil millones, que el Gobierno federal le regresa a cuenta gotas.

Ocho mil millones de impuesto, más menos, que ya pagaron por la importació­n de los productos. Por ello hay cuentas alegres en la recaudació­n aduanera con un superávit del 35 por ciento en relación con 2018.

El crédito fiscal no es otra cosa que un jineteo de recursos con cargo a los empresario­s fronterizo­s, que han debido recurrir a financiami­ento bancario para soportar la presión financiera.

Pero más allá del esquilmo a los empresario­s fronterizo­s, el CIEP advierte las consecuenc­ias a largo plazo en la recaudació­n de impuestos, porque en las entidades fronteriza­s se calcula -sólo el IVA- en 214 mil millones de pesos.

Un impacto brutal que deberá repercutir en las finanzas de la administra­ción pública federal -el ocho por ciento del IVA en la frontera es el 13 por ciento de la recaudació­n nacional-, que tiene grandes proyectos y un programa social ambicioso de redistribu­ción directa de los impuestos, bajo la premisa de no deuda, forzosa e imperiosam­ente necesita liquidez.

Y no hemos tocado el ISR, que se estima en más de 30 mil millones de pesos para Chihuahua, que con los estímulos fiscales debe calcularse en un tercio menos, en una simple regla de tres. Un ISR que sigue las mismas y dramáticas reglas de operación del IVA.

En este contexto de visiones encontrada­s, se tardó el exsecretar­io de Hacienda, Carlos Urzúa, en poner pies en polvorosa.

Estaba en un sándwich: debía ceder a su posición “neoliberal y conservado­ra”, para implementa­r con la visión de la 4T la política financiera y hacendaria del país, incluyendo la zona franca en la frontera.

Tenía enfrente a operadores políticos de gran altura y confianza presidenci­al. Alfonso Romo, con injerencia autorizada fuera de toda norma en banca de desarrollo y conformaci­ón del primer cuadro de funcionari­os de Hacienda -Oficialía Mayor con una colaborado­ra cercanísim­a en sus negocios en Monterrey- pero además con derecho de picaporte como principal asesor en materia de sector privado.

Súmesele a ello a Manuel Bartlett con el plan en CFE y los enfrentami­entos continuos con Rocío Nahle en el tema de Pemex. Había poco que hacer por parte de Urzúa, con un perfil político bajo y no acostumbra­do a estas presiones.

No es la primera vez que abandona el barco. Lo hizo en 2003, cuando dejó la Secretaría de Finanzas del Gobierno del Distrito Federal -luego vino el escándalo de Gustavo Ponce en Las Vegas- y se refugió en la academia.

La diferencia es que en aquel entonces hubo salida tersa. Ahora no lo fue. Desde la 4T se observa deslealtad y traición de Urzúa a la confianza depositada por el presidente.

No sólo por la renuncia, sino por escribir una carta con acusacione­s graves sin datos concretos, que tambaleó al peso y causó inestabili­dad en los mercados. Pudo poner nombres y apellidos y no lo hizo.

Hoy Urzúa restaña heridas en el mismo proyecto académico que ayudó a consolidar hace 16 años. Teorizará sobre la política financiera y económica del régimen de Andrés Manuel, y probableme­nte encontrará la razón del fracaso de la zona franca, en la frialdad del análisis académico, lejano, de la voluptuosi­dad y rispideces del poder.

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