La visita de ‘Alito’
Allá por el año 2000, el ambiente político se encontraba enrarecido en México. En aquel año, el PRI cumplía 71 años de mantener el poder. Con la consolidación de muchas conquistas, pero también con la evidencia de muchos excesos, el PRI decidió lanzar a la Presidencia un candidato gris, y sin presencia. En aquel momento, el PAN lanzó uno de los mejores candidatos (no así gobernantes) que hemos visto: Vicente Fox. Para Fox, no fue complicado hacer campaña: bastaban dos o tres chistes, frases huecas, y la amenaza de desterrar a quién muchos consideran el autor de lo malo, (no así de lo bueno), de lo que sucede en el país, el PRI. La elección fue ganada por Vicente Fox.
En aquel momento, muchos analistas y funcionarios del poder, vaticinaban que, ese resultado, debería de equipararse con el acta de defunción del PRI. Seis años después, el PRI cae más en las preferencias electorales, y es mandado al tercer lugar en la elección de 2006, sufriendo el peor descalabro de su historia, hasta ese momento. El PAN vuelve a mantener el poder.
Es hasta 2012, que el PRI vuelve al
poder, después del gobierno de Felipe Calderón, mismo que se distinguió por un aumento en la violencia en el país. El partido en el poder, el PAN, sufre ahora el peor descalabro de su historia, terminando en tercer lugar, con igual fuerza en el Congreso. Hubo quienes igualmente extendieron acta de defunción al PAN.
Lo que estoy tratando de reflexionar en las líneas anteriores, es que, para la oposición, ninguna derrota es permanente. El mejor ejemplo es precisamente López Obrador, quien después de dos derrotas electorales, llegó al poder. Lo que la oposición debe hacer para arrebatarle el poder a AMLO, es organizarse, y dejar de discutir frivolidades. El gobierno de López Obrador se encuentra dando material todos los días, algunas veces por incapacidad, y algunas veces por ocurrencias, mas la oposición no ha sabido capitalizar tales yerros. Los más recientes, la salida del secretario de Hacienda, así como los señalamientos en contra del superdelegado de Jalisco, son ejemplo.
Ante un escenario de un presidente fuerte y popular, pero que toma decisiones improvisadas, y una oposición que no logra articular un frente sólido, quien lleva la ventaja es el gobierno, pues las consecuencias de sus errores tardarán un par de meses (o años) en evidenciarse. De ahí que la oposición deba armarse con cuadros sólidos para poder señalar al gobierno. En días recientes, el gobernador de Campeche (con licencia), Rafael Alejandro Moreno Cárdenas estuvo en la entidad, sosteniendo reuniones con militantes del PRI, para convencerlos de su proyecto rumbo a la dirigencia del PRI.
El relevo en la dirigencia en el PRI, no es algo que deba ocupar únicamente a los priistas, sino también a la ciudadanía. En un régimen de partidos, la oposición al gobierno es un contrapeso que garantiza el balance democrático, ante el inconmesurable poder del Ejecutivo. Hablo, no únicamente de la fuerza que ostenta López Obrador, sino del poder constitucional del que fue dotado el Presidente en nuestro máximo ordenamiento.
“Alito”, como le conocen en su entorno, ha venido manejando un discurso de rompimiento con el pasado, y de relevo generacional al interior del tricolor. Si bien ese discurso es el mismo que manejó Peña en su campaña, la diferencia versa en que Moreno ha hecho carrera en la base, no en la cúpula. El candidato a quien aparentemente apoyaba la nomenclatura del PRI, José Narro Robles, decidió retirarse de la contienda, prácticamente dejando a Moreno solo rumbo al CEN del PRI. Esta es una ventaja de Moreno, porque, de llegar al PRI, llegaría sin compromisos con los grupos políticos que encabezan personajes como Beltrones, Osorio Chong, entre otros, mismos que son caras vistas de manera reiterada, y que la militancia, y sobretodo la ciudadanía, ya no quiere ver. Una de las ventajas de Moreno es que precisamente no ha estado inmerso en escándalos.
Los personajes de mayor peso en la entidad cercanos a Moreno son la exsenadora Graciela Ortiz, el dirigente Omar Bazán, y el actual líder nacional del sector juvenil del partido, Hiram Hernández.
De llegar Moreno a la dirigencia, se enfrentará a una labor titánica: convencer al electorado de que el PRI puede ser opción. Es difícil, porque la marca, para bien, pero sobretodo para mal, pesa. Quizá convendría refundar el partido, o incluso cambiar de siglas o colores. Finalmente, es lo que hizo Morena al adoptar a priistas impresentables como Gómez Urrutia, Bartlett, Durazo, Elba Esther, Velasco, Monreal, y el mismo AMLO.